ST #2

14 2 0
                                    

Despiérteseme este alma durmiente,

Eros, con tu hálito meridiano

y alce Apolo su áurea mano

hacia este corazón que no siente.

Sé mi luz rutilante, dulce Helena,

para ver en mí tu égida posada

y prestas tus labios de tez rosada

que en perjuicio se avenga de mi pena.

Cuencas de ébano y aguijón de mi ser,

proyecta tu fe en mi interior baldío,

este letargo que me impide ver:

que el mío no será un andar vacío,

que eres la gran razón de mi querer,

que me liberarás de mi extravío

PoemarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora