Un lápiz creando una melodía,
voces torcidas en hoja rasgada,
tal es mi voluntad, llama menguada
que exhala su última melancolía.
Me erijo en esa curiosa ironía
que llaman poeta, un alma abrumada
por conciliar la palabra cantada
y mano de ajena soberanía.
Desconozco por qué ignoras mis ruegos
devolviéndome un haz de eco vacío
que hace estremecer estos muros ciegos.
Quizá este mundo hilvanado de hastío
la belleza de los mármoles griegos
nunca ansíe, solo su ego baldío.