ST #4

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"¡Injusticia!", clamé

a ese espejo de ébano broquelado

de promesas luminosas. La malicia del mundo

me escupió ese conocido eco de silencios

que a incógnita y absurdo saben.

Y caíste, como prosternada ante un dolor

que ya da sus últimos estertores, guarnecida

de agrias sombras volátiles, como volátil mece

la espiga el viento.

Y paseó tu rostro por lágrimas con sabor a limón y ceniza.

Entre muros de hirsuta aspereza tu lamento de hierro

golpeó perfidias anónimas, mas en vano. Las manos

solo tapan orejas, no tienden manos gemelas.

Y alzaste pudorosa tu talle, dulce tallo de orquídea,

buscando enjugar los pesares que deslíen

tu sonrisa de papel rasgado, en un alma

o sombra hermana.

Y no, no conociste hasta tres veces la verdad

como hizo el más fiel discípulo antes del gallo.

Mas entonces desnudaste la ira y las espinas,

y los cuchillos y las miserias humanas.

Y escuchaste un son, quizá de esa sombra amiga,

que te hizo saber que el dolor no necesita cómplices:

se basta a sí mismo, pero no así el amor,

a un amante, a una madre o al mundo. Qué importa.

Y te erguiste, y despertaste, y sonreíste

como ahora sonríes.

PoemarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora