ST #8

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En los intersticios hay de toda alma

evocadoras simas que al ojo escapan

y que ni aun un altivo entendimiento penetra.

Son estos recodos mínimos de ser

y etéreas saetas errantes que hieren

zafias pretensiones de encuadre, de palabras,

de moldes tísicos que en vano aprisionan,

con dedos de esparto, la acuosa esencia

a cargo de separar lo ínfimo de lo íntimo,

la hiel de la miel, al Samsara del Brahman.

Fue en una noche de tedio crepuscular,

cuando el búho y el autillo dibujan

su faústica sonrisa sobre tejos extemporáneos

-noches de languidez que en la Sibila

inspiraron quebradizas ensoñaciones

ya trituradas por Cronos, el devorador-

acariciando el reloj la hora del Anticristo,

sí, te encontré, con ese encanto prosaico

de adormidera que encierra misterios arcanos,

o espectral belleza telúrica, invitando

al embriagado transeúnte a acceder

a dedálicos laberintos sin el hilo de Ariadna.

Ahora sé por ti que los geómetras erraban:

la verdad es curva, la grandeza, subterránea

y cuando el Érebo nos arrastra a la Parálisis,

al abrigo tentador de nuestras conmiseraciones,

desciendes como Beatriz los siete círculos

para iluminar mi cieno y caminar sin miedo.



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