Cantando a la Luna

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    En algún tiempo remoto existió una tribu de feroces y audaces cazadores. En lo que a cazar se refería, eran sin duda los mejores. Con lanzas, arcos y flechas, tiraban abajo a cualquiera que fuera su objetivo.
    El grupo estaba formado por 12 cazadores que se dividían en dos grupos de 6. Unos cazaban junto al sol, los otros con la luna. Convivían muy bien entre ellos, como una familia. Danzaban día y noche, respetaban a la madre tierra, y no se vió nunca que pelearan entre ellos.

Una vez el grupo tuvo un problema con un hechicero de otra tribu, que dijo que olvidaría lo sucedido si vencían a su tribu guerrera bajo presencia de la luna. Por cuestiones de honor, los 12 aceptaron el trato. En cuanto aceptaron, sin armas en sus manos, se vieron rodeados por cientos de guerreros que, bajo el grito de guerra del hechicero, arremetieron contra los 12 sin piedad. Lo que estos no sabían, era que el motivo por el que aquellos eran tan buenos cazadores, era por sus sentidos del olfato y oído superiores, sus dientes poderosos, y principalmente, porque trabajaban en grupo.

En un frenesí de sangre y gritos, tan majestuosamente como en una danza macabra, aquellos 12 cazadores hicieron frente y destrozaron a sus enemigos sin piedad, abriéndolos a la mitad, desmembrándolos y humillándolos sin compasión.
El hechicero al presenciar la muerte de toda su tribu, lloró con rabia, y juró que aquellos no eran hombres, eran bestias.
En busca de hacerlos pagar por aquello, con rabia olvidó lo pactado y los condenó a volverse animales cuadrúpedos. Ante aquella falta de respeto, los guerreros nocturnos asesinaron ferozmente al hechicero, mientras que los otros, consideraban justo su castigo. Aquella disputa de ideales, hizo que los dos grupos de bestias se separaran.
El grupo de bondadosos cazadores diurnos, decidió convivir y cazar con los humanos. Mientras que los nocturnos guerreros se volvieron asesinos salvajes.
Sin embargo a pesar de todo, ambos estaban arrepentidos por lo ocurrido, por lo que al no poder reunirse con los otros, siempre que la luna estuviera allí, estos lloraban sus penas, buscando el perdón de sus hermanos.

Amor y EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora