—"Fuerte como un rinoceronte" —murmuró Norman Osborn, escoltando a un Alex O'Hirn que se había retirado la camisa, en dirección hacia la habitación de cristal—: ésas fueron las palabras que Kingpin tanto dijo sobre ti. Mi pregunta es: ¿de verdad lo son?
—Lo son —afirmó Alex O'Hirn, entrando a la habitación para después cerrarle la puerta.
Norman se dirigió hacia la puerta de salida, donde llegó al laboratorio y observó al doctor Otto Octavius manejar sus cuatro brazos en cada disposición para la inyección del gel blindado.
—Tu amigo, Flint Marko, desapareció hace trece horas, sin reportar nada y dejándonos solos —Norman tenía la voz preocupada—. En tres días, el General Ross vendrá a ver los avances. Tiene que sorprenderse contigo, O'Hirn. Así que te mantendremos en el laboratorio hasta que llegue el momento de que puedas probar tus habilidades contra la araña.
—Inyecciones, preparadas; tubos de escape, cerrados; gel blindado, listo —anunció Otto; no le gustaba trabajar con criminales.
—Entonces hágalo, doctor.
Otto asintió, y su brazo inferior izquierdo activó un botón de preparación, mientras el superior derecho haló la palanca de inyección.
En la habitación de cristal, varias jeringas inyectaron a O'Hirn al mismo tiempo. Sintió la aguja llegar a penetrarle el hueso; un dolor potente que, mientras más le hacia gritar, empezaba a fortalecerse. Empezó a sentir comprimido su pecho al momento en el que se disparó el gel blindado, que empezó a cubrirlo en todo el cuerpo. Ya no podía respirar, sentía calor, asfixia, dolor. Sus brazos, al igual que sus piernas y abdomen, empezaron a cubrirse del gel color crema. Su espalda tuvo que encorvarse por el peso del material; el gel empezó a caerle por los hombros, haciéndole una posición jorobada que le provocaba más dolor y presión al poder respirar. No podía dejar de sudar. El gel le cayó en la nuca, desplazándose por el cráneo hacia la frente, donde el gel en vez de caer, se fue hacia arriba, formando una especie de cuerno gracias a la presión.
Quedó debilitado, y el gel se secó. Dejó de tener ese color crema en cuanto se empezó a secar, sólo para formar un grisáceo oscuro alrededor de su nuevo corpulento cuerpo; el cuerno de su frente, por el gel mezclado con el sudor, agarró un grisáceo más claro. Sentía su corazón latir muy despacio, casi un latido por minuto, y no paraba de sudar; era como tener un horno como vestimenta. Después de todo, las palabras de Kingpin tuvieron un pequeño giro: Alex no era tan fuerte como un rinoceronte; él era un rinoceronte.
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Cerca de las seis de la mañana, la estación policiaca y amigos y familiares de la familia Stacy, estaban de luto.
El cielo estaba grisáceo, con pequeñas gotas de lluvia que caían hacia la gente, a la tierra y al ataúd que aguardaba el cadáver del Capitán George Stacy.
Peter; Harry; Martha; Eddie; May; Mary Jane; hasta Flash Thompson se habían presentado a dar su pésame a Gwen y a su familia. La rubia estaba devastada, con la mirada inexpresiva y el llanto siendo el único sonido que sus labios emitían. Pero a lo que muchos creerían, Peter no estaba a su lado; mucho menos en el funeral.
Él estaba arriba.
Encima del portón negro que daba la entrada al panteón, Peter estaba con su vestimenta del Hombre Araña, lejos de sus amigos y su pareja, sintiéndose culpable. Él pudo hacer más. Había visto cómo el Capitán Stacy había muerto, enfrente suyo. Y Gwen sabía su secreto, y era obvio que le culparía.
Observó a Gwen y a Helen llorar, abrazándose una con la otra. Vio a la pelirroja Mary Jane Watson acercarse a Gwen, para abrazarla y darle sus condolencias. Y así vio con todos los demás, pero no con él. No tenía las agallas de pararse en un lugar donde había muerto alguien por su culpa y pretender que no sabía nada. Se colocó la máscara, y disparó su telaraña para huir de ahí.
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The Amazing Spider-Man
FanfictionEl surgimiento de un héroe novato, provocará el inicio de varios enemigos, cuyo propósito será destrozar la vida y el honor de nuestro héroe. Peter Parker, un joven de dieciséis años, tendrá la difícil tarea de combatir contra esos villanos. O morir...