Capítulo 3

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Zeta venía empujando la silla con ruedas, yo solo llevaba mi mejilla apoyada en el puño de mi mano cerrada. No podía creer que ella se estuviera preocupando por mí, esto me hacía recordar otros de los tantos motivos por lo que me había enamorado de ella.

Cuando las puertas de vidrio de la clínica se abrieron, la gran oleada de aire que estaba corriendo se estrelló con mi rostro, me sentía libre poder haber salido de allí, pero de otra manera sabía que debía estar ahora en casa. Me senté en la parte trasera del auto por recomendación de Zeta, pues creería que debía estar allí para que estuviera más cómodo. Yo quería ir adelante, quería hablar con ella; yo sabía realmente cuál era el verdadero motivo de mi estrés y no era lo que todos estaban pensando.

No quería discutir por una cosa tan sencilla como estas de irme en la parte trasera del auto de viaje a casa, así que solo me tiré allí y dejé que Zeta condujera hasta nuestro destino.

— ¿Quieres algo de música? —Preguntó Zeta.

—Así está bien. —Capturé la mayoría de valentía que necesitaba. —Quiero hablar contigo.

—Hablaremos después. Debes estar tranquilo, —Dio vuelta al auto y sonrió. —Ya escuchaste al médico, nada de hacerte pasar rabias.

No sabía yo, por qué ella sabía que lo que iba a contarle traía problemas. Suponía que quizás mi tono de voz lo demostraba.

—Aclaré mi garganta, para así darle a entender lo serio que iba a ser. —Es algo importante Zeta.

—Abraham ya habrá tiempo para eso.

— ¡No! —Me había pasado con este grito, pero nuestras peleas siempre eran así, de la nada comenzaba el conflicto. —Perdóname por esto, per tiene que ser ahora, no quiero más engaños.

—Tranquilízate por favor, no quiero que tengas alguna recaída. —Se soltó su cinturón y volteo a mirarme.

— Entonces, por favor, hagámoslo de una vez.

—Está bien, pero no puede ser aquí. Tendremos que ir algún lugar cerca. —Volvió acomodarse en el asiento del piloto.

—Está bien. —Me acomodé en el asiento detrás del piloto.

Ya no había vuelta de hoja, era ahora o nunca. Zeta se introdujo por la calle principal, dio vuelta a la esquina y se metió por un tipo de callejón donde el transito iba mucho más tranquilo. Ninguno se atrevía a decir nada y era obvio que ella fuese en silencio e inundada en sus pensamientos. Eso se podía suponer a simple vista. Llevé mis ojos hasta ella e iba hablando en susurros sola, imitando mi voz con un estilo muy chistoso y movía su cabeza; eso lo sabía porque hablaba las líneas que dije a hace un rato en el estacionamiento de la clínica. Solté una pequeña risa entre dientes y negué con mi cabeza. Justo cuando estaba decidido a dejar todo por mi error, comenzaba a notar en ella todas sus cualidades y cosas que habían hecho que ella cautivara mi corazón.

No la podía culpar de mi error eso estaba más que claro. Fue mi debilidad y la mayor estupidez que había podido cometer en el mundo. No había pensado que eso traería consecuencias también en la vida de mi pequeña Camilla.

— ¿Te parece buen lugar? — Dijo mirando un pequeño lugar, parecía ser una cafetería antigua.

—Si está bien.

Ella apagó el motor del auto, quitó el cinturón de su pecho y bajó del carro. Mientras ella caminaba hasta mi puerta, yo quité mi cinturón.

— ¿Te ayudo? —Dijo luego de abrir la puerta del auto.

Razones Para EnamorarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora