Capítulo 4

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Estábamos entrando a casa cuando Camilla se abalanzó sobre mí. No paraba de besar mis mejillas, es tan tierna. Ahora no sabría cómo vivir sin ella bajo el mismo techo, eran ocho años que estaba acostumbrado a verla, besarla, oler su delicioso aroma aunque recién llegara de jugar en el parque; pero esto era justo para Zeta y para mí, no podíamos seguir engañándonos y haciéndonos daño con nuestras palabras, nuestras miradas y todo lo que hacíamos el uno con el otro.

Duele más nuestra fría relación, que mil disparos juntos en el pecho.

Senté a Camilla sobre mis piernas luego de sentarme en el sofá de la sala de estar. Tenía su mirada triste, preocupada, tal vez sentía nuestros sentimientos sin ni siquiera saberlo. Zeta se sentó al otro lado del sofá, tomó un cojín y lo apretó en su abdomen.

— ¿Pasa algo papi? —Se arrojó y me atrapó por mi cuello.

—Mi amor por favor quiero que entiendas esto que te vamos a decir. —Intenté zafarla de su enganche, pero estaba fuerte y no quería lastimarla. Pude sentir su sollozo. — ¿Te puedes acomodar por favor? —Sobé su espalda y ella asintió.

—Princesa debes saber que nuestro amor no va a cambiar por ti. —Dijo Zeta acercándose y besando su cabecita.

—Ya díganme lo que tienen por decir. —Acomodó los cabellos que se habían venido a su cara.

Necesitaba encontrar las palabras adecuadas para esto. Es una niña, y aunque parezca entender las cosas, sus sentimientos son como un cristal, tan frágiles que cualquier palabra la puede romper profundamente. Escapo de la mirada de tristeza de Camilla y me encuentro con la mirada de compasión de Zeta.

Era como estar entre la espada y la pared. Zeta con su mirada me pedía una oportunidad más, pero Camilla quería saberlo todo. Yo podía jugarme la vida de estas dos mujeres, podía mentirle a nuestra hija y no decirle nada y seguir con Zeta y nuestro tempano emocional. ¿Pero era eso lo que realmente era bueno? Podía escuchar mi corazón gritar y mi mente explotar con miles de pensamientos.

Estaba atrapado entre miradas, qué debía hacer; si miraba a Camilla mi corazón se rompía, quizás como se podría romper el de mi pequeño amor luego de lo que debía decir, y si miraba a Zeta, parecía querer luchar por lo que ya no encontrábamos remedio a estas altura de nuestra relación.

— ¿Qué me van a decir? —Ella se baja de mis piernas y se posa frente a Zeta. — ¿Mami acaso eres tú la que quiere hablar? No me digas que tendré un hermanito.

—No mi amor. —Digo tomándola de la mano. — ¿Recuerdas los cuentos de hadas? —Ella asiente con su cabecita. —Esta vez no vivieron felices por siempre.

— ¿A qué te refieres papi?

—Mami y papi han decidido separarse.

— ¿Creen que esto está bien? —Interroga mirando a Zeta y ella asiente.

—Mi amor, —Acarició la melena rubia de Camilla. —debes entender que papi y mami ya no se sienten feliz estando juntos.

—Pues deben darse un tiempo, —Se sentó en medio de nosotros. —así como lo hizo Blancanieves con Florian. —Tomó nuestras manos y las unió sobre sus piernas. —Blancanieves debió irse al bosque no solamente porque la bruja malvada la quería matar, sino que en el fondo de su decisión, —No podía creer que esta pequeñita nos estuviese hablando de esa manera a dos adultos hechos y derechos. —ella no quería aceptar el amor de Florian, porque la bruja malvada también lo mataría a él. No es el mismo caso de ustedes, —Nos miró a cada uno por unos segundos. —pero es solo cuestión que vuelvan a conquistarse el corazón de igual manera a como lo hicieron cuando eran muy chiquititos. —Hizo la demostración con sus dedos.

Razones Para EnamorarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora