— ¿Y cuánto tiempo llevan de casados?
—Pues casados, tenemos 7 años. —Terminé de acomodarme tras el escritorio. —Lo hicimos un año después de haber nacido Camilla. —Le di una señal a Samir de que ocupara el asiento frente a mí. —Aunque Zeta no estaba del todo convencida de hacerlo. —Levanté las cejas con ironía.
— ¿Por qué lo dices? —Lo vi apoyar los brazos con un aire de hombría.
—Se sentía gorda por el embarazo. —Golpeé la bola inicial del pequeño péndulo que tenía sobre el escritorio.
—Lo pensé, jamás una mujer se ha sentido delgada. —Soltó un soplido.
—Pues ya ves, al final lo terminamos haciendo con un juez mis padres, los de ella —Vi a Martica asomarse con sutileza por la puerta. — Claro cómo tú estabas en tu dichosa especialización no nos acompañaste. —Le hice una señal a Martica para que entrara.
—Buenos días doctores. —Dijo desde la puerta. —Aquí está su correspondencia. —Caminó hacia nosotros. — ¿Cómo ha seguido señor Clayton? Pensé que no vendría hoy a trabajar. —Extendió otros sobres a Samir. —Menos mal está aquí para no ir hasta su oficina doctor.
—No podía seguir en mi casa. —Ya ni sabía si la podía seguir llamando así. —Necesito que por favor me ayudes a buscar apartamentos, lo más cerca de la oficina, te lo agradecería.
— ¿Se mudarán?
— ¡Se mudara! —Samir paró el péndulo.
Martica rodeo su cara con sus manos y Samir salió de la oficina. Quedamos de encontrarnos para almorzar.
— ¿Qué ha pasado?
Yo sabía que Martica ya comenzaría con sus preguntas. No es que me moleste que lo haga porque le he dado toda la confianza a ella, ha sabido todos mis problemas, mis éxitos. Es como la madre que alguna vez pude tener. En ella encontraba la voz de mis pensamientos, la voz sabia, esa que no me aconsejaría sin asegurarse que era lo mejor para mí. Pero justo ahora no quería hablar más del tema; sólo me quería concentrar en mi trabajo y en encontrar un gran apartamento.
—Si no quieres hablar lo entiendo. Los señores Ricauters están ya en la sala de espera. —Se levantó del asiento. — ¿Los hago seguir? —Solté el aire que quedaba acumulado en los pulmones.
Martica salió de mi oficina y caminé al ventanal, le di un vistazo a la gran parte de la ciudad que se podía ver desde aquí. Abrí una de las ventanas, ahora quería aire fresco. Ya la lluvia se había ido, así que no molestaría el ruido de las calles inundadas de problemas, solo llegaba un poco hasta aquí arriba y no encontraba problema en ello.
Escuché el golpe de la puerta, caminé hasta la gran madera y giré la perilla.
—Señores Ricauters. —Extendí la mano y cada uno la tomó en su momento. — ¿En qué les puedo ayudar? Por favor sigan.
Nos acomodamos en los muebles que hay en mi oficina, ellos son clientes muy antiguos míos así que no encontraba problema en ello, les ofrecí algo de tomar y solo se limitaron a un poco de agua. Llamé por teléfono interno y a los pocos minutos había llegado una de las sub secretarias a entregarles lo que había pedido.
—Entonces quieren demandar al esposo de su hija.
—Novio, ellos no se han casado. —Destapó la botella. —El muy sinvergüenza se atreve a ir a la casa a insultarla, claro en estado de embriagues. —Toma un sorbo y sigue contando lo que sucede. —Hace una semana, si yo no llego a la puerta la hubiese golpeado. —Parecía que recordarlo le producía ulcera.
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Razones Para Enamorarnos
RomanceCreí que no necesitaba razones para enamorarnos, tan solo lo hice. Y es que todo desde el inicio ha sido sobre razones y eso es realmente bueno, porque significa que algún día encontraré a alguien a quien no tenga que decirle adiós , pero una parte...