Capítulo 2

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Estaba tirado en el suelo, la luz se estrellaba contra ojos y no me ayudaba a ver con mejor claridad; poco a poco la incomodidad de la vista se fue aclarando. Tenía mis pies levantados sobre una silla, mi cabeza estaba ensordeciendo mis pensamientos y mis movimientos, algunas personas estaban a mi alrededor, cuando ya pude abrir bien los ojos una de las secretarias me extendió lo que parecía ser un vaso con agua.

—Señor Clyaton por favor beba eso. Parece que se le ha bajado la tensión. —Tomé el vaso y ellas me ayudaron a levantar.

—Señor Clayton... —Traía en sus manos un botiquín.

—Martica ya le dije que no me llame por mi apellido. Solo dígame Abraham, por favor. —Me estaba levantando del suelo.

— ¿Está usted bien?—Dijo apoyando su mano sobre mi pecho.

—No sé qué me ha pasado. Alguien que me puede explicar por qué estoy sin zapatos.

—Señor Clayton, usted estaba hablando conmigo de un momento perdió el conocimiento y se fue al suelo golpeándose la cabeza muy fuerte. —Dejó el botiquín y tomó los zapatos de la mesa de centro en los muebles. —Una de las secretarias sugirió quitarle los zapatos y su saco. —Terminé de darle el último sorbo grande al vaso de agua con azúcar.

— ¡Auch! —La punzada en la cabeza, me atravesaba de lado a lado.

— ¿Está bien Señor Clayton? —Martica se abalanzó atraparme el brazo.

—Tengo un dolor fuerte en la parte trasera de la cabeza. —Coloqué la mano libre en la parte que sentía el dolor para buscar suavizar el malestar.

—Señor Clayton, debería ir al médico para que lo revise.

—No es posible, tengo varias citas con clientes hoy. No puedo, eso es imposible.—Dije acomodando la corbata que traía suelta.

—Lo siento señor Clayton, yo me tomé el atrevimiento de hacerlo y ninguno ha colocado algún tipo de problema por ello. Y también llamé a su esposa, señor Clayton.

— ¿Abraham estás bien? —Zeta entró a la sala de espera de nuestra oficina pareciendo muy preocupada. — ¿Abraham cómo estás? ¿Qué te pasó?

—No te preocupes Zeta, todo está bien, parece que se me ha bajado la presión y me desmayé por eso.

—Tienes la cara muy pálida, —Acarició mi mejilla. —Martica por favor cancele sus citas, lo iré a llevar a que lo revise nuestro médico. Él no está en capacidad para trabajar hoy.

—Ya lo hice, todas sus citas están canceladas; pero él se niega en ir.

—No importa, lo llevaré de la oreja si es necesario.

Me levantó de la silla luego de terminarme de colocar los zapatos. Me obligó a pasar mi brazo por su cuello para ser como mi muletilla al caminar.

Estas atenciones no las recibía hace mucho, sentirme importante por ella era algo extraño, pero aquí estaba. Ella conducía el auto a gran velocidad, me miraba por instantes por el rabillo de su ojo, lo podía notar porque yo también lo estaba haciendo.

—Cuando te sientas mal me avisas por favor, —Nuestras miradas se encontraron, estaba seguro que ninguno lo quería así. —para parar el auto.

—Sí, —Quité la mirada en seco. —no te preocupes, —Aquella mirada era la que necesitaba desde hace muchos meses atrás. — ya me siento mucho mejor a decir verdad.

—Y este tráfico que no ayuda ahora. —Golpeó la bocina por un largo tiempo.

Justo en este momento recordaba cómo era que nos habíamos conocido, por qué me había enamorado de ella y qué era eso que me hacían sentir en la piel. Ella era mi melodía perfecta, la música que no quería parar de bailar y la letra que no dejaba de corear a cada instante; éramos tan perfectos que no entiendo qué puedo pasar con nosotros. De la nada, la canción pasó a ser aburrida y muy fría.

Razones Para EnamorarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora