Capítulo 7

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El cielo comenzaba hacer ruidos fuertes y desde nuestra mesa se podían percibir los luminosos relámpagos que explotaban desde el mismo cielo. Estábamos degustando de un vino que según la aparente latina Valentina, era el mejor que ella había probado en este restaurante. Y no estaba nada mal, aunque creo que merece una buenas clases de vino, no lo escupía por puro respeto. Samir obviamente estaba en las mismas condiciones que yo, sus gestos eran muy claros mientras Valentina me miraba.

Acomodé mi corbata gris a rayas y me dispuse a colocarme en pie, cuando por la ventana del restaurante nos mostró las grandes gotas de lluvia de nuevo sobre la ciudad.

— ¡Dios mío!

— ¿Te pasa algo? —Volteé a ver a Valentina.

—Tendré que esperar un buen rato por lo que veo.

—No te preocupes yo te llevo. Y pues salgo de una vez con lo del apartamento.

— ¿Y Samir?

—Lo volteo a ver mientras camina al baño. —Él no importa, que pague un taxi.

— ¿No te causará problemas?

— ¡Qué no chica, vamos! —La tomo de la muñeca de su mano y la hago seguirme.

Esperamos un par de segundos a que el chico del aparcadero me traiga mi auto, le abro la puerta a Valentina y corro lo más rápido que puedo hasta mi puerta para no mojarme tanto, engancho el cinturón de seguridad por en medio de mi pecho, doy un cambio, enciendo la estéreo y busco algo de música en la radio, pero nada bueno. El limpia brisa sigue moviéndose y parece que semáforo se ha cambiado a verde, dejo que Valentina coloque algo de música conectado a su teléfono.

— ¿Te gusta?

Le hago un gesto de afirmación, sin saber quién rayos sea el que está cantando, a ella parece encantarle porque sus movientes de cabeza al ritmo parecen de una jovencita. De sus cabellos nacen un olor único, su dedos golpean mi brazo que también están conectados a la canción, intento tararear la canción pero no lo logro.

— ¿Por dónde voy? —Como no recibo respuesta, le bajo un poco al volumen de la canción y vuelvo a preguntar.

— ¡Perdóname! —Dice acomodando los cabellos que se salieron de su lugar. — ¿Decías algo? —Volteó a mirarme.

— ¿Que por qué lugar debo ir?

Como la música ya está baja, el ambiente está más tranquilo dentro de auto. Ella sigue con sus mejillas sonrojadas y no ha parado de disculparse cada vez que lo recuerda, suelta de vez en cuando unas risitas nerviosas. Minutos después aparco mi auto frente a un gigantesco edificio color blanco.

— ¡Aquí es! —dice cuando ya estamos parados en la acera.

—Pues entremos. —Le doy un vistazo desde donde estoy.

Subimos unos cuantos escalones desde la acera, un señor de bastante edad nos abre la puerta de vidrio que tiene remarcado el nombre del edificio, porto velo.

Valentina nos presenta y le indica el motivo de mi visita al lugar, él nos guía por la primera planta, nos introducimos en el ascensor, subimos un par de pisos y nos lleva hasta el fondo del pasillo, sobre la puerta el número del apartamento está color dorado. Don Raphael abre la puerta y nos lleva dentro del apartamento, sigue amoblado.

— ¿Se entrega amoblado el apartamento?

—Si lo desea, así será. Si tienes sus propios muebles, el edificio cuenta con una empresa aliada y se encargará de llevar estos a la bodega y traer los suyos hasta aquí.

Razones Para EnamorarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora