Capítulo 9

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"... Sí, él..." "... Cama, pero..." "¿...?" "... Entiendo..."

Revolviéndose levemente entre lo que supuso ser unas cálidas sábanas, Lucas abrió los ojos poco a poco, pestañeando repetidas veces para enfocar sus alrededores, escuchando de fondo una sutil voz que provenía de otra parte.

- ¿Dónde estoy? - Se preguntó al poder aclarar su visión y encontrarse con un techo de color marrón café y una lámpara en forma de burbuja que colgaba de un cable blanco enchufado a la pared superior.

Se incorporó exaltado al no reconocer sus alrededores, y al hacerlo, un dolor insoportable atacó su cabeza, obligándole a sostenérsela con ambas manos mientras cerraba con fuerza los ojos. Agitó un poco la cabeza para ahuyentar el malestar, pero solo consiguió empeorarlo e inmediatamente se detuvo, suspirando. Levantó la vista, inspeccionando el cuarto: no estaba muy amueblado ni era muy llamativo ni grande. Era una pequeña habitación de paredes pintadas de color almendra y una sola ventana en la pared derecha que daba a un descampado de malas y secas hierbas en donde aún caía lluvia. Claramente se encontraba lejos de los prados más verdes de la zona. Los muebles eran apenas un armario viejo de madera clara (Posiblemente de arce), un escritorio con una superficie de cristal algo sucio y una mesita de noche echa con madera oscura justo a su lado izquierdo. El espacio superior de la mesita de noche era ocupado por una pequeña lámpara en forma de estrella, una taza -aún caliente- de té blanco, un cuaderno y encima de éste una hoja de papel con un pequeño bolígrafo de tinta verde.

Pero Lucas no solo estaba en un entorno nuevo y desconocido, sino que también traía puesta ropa que no era suya. Los colores se le subieron a la casa mientras su boca se torcía en una mueca de desagrado. Traía puesta una camisa negra de botones violetas que no recordaba traer puesta al salir de casa que le llegaba hasta un poco más abajo que la cintura, y lo único que cubría su cuerpo de cintura para abajo -aparte de las suaves sábanas- eran unos calzoncillos blancos que le iban un poco -muy poco- más grandes que los que normalmente usaba. Definitivamente le habían cambiado de ropa mientras se encontraba inconsciente.

Recordó lentamente los eventos antes de desmayarse: Un paseo hasta la tumba de su madre y de su hermano, bocetos, la llegada de una tormenta, el encuentro con Ness... Realmente no quería revivir las últimas memorias después de ese -para él- fatídico encuentro. Lo que sí recordaba bien era el hacerse daño al tropezarse en medio de su huída. Destapó lentamente sus piernas en busca de heridas en las rodillas, pero su piel había sido tratada por su hospedador, ya que estaba cubierta por una gasa blanca pegada con un trozo de celo médico. Los pequeños rasguños en sus manos también parecían haber sido curados al ver que solo tenía unas cuantas marcas en la mano derecha y un vendaje en la izquierda.

Lucas suspiró abatido, completamente avergonzado por la escena y el mal rato que seguramente le hizo pasar a Ness. Observó la nota apoyada sobre el cuaderno en el mueble a su izquierda, e inclinándose con cuidado -para no dañar sus 'aún no recuperadas del todo' costillas-, cogió la nota y empezó a leerla.

- Querido Lucas,

¡Que bueno que te has despertado! Me asusté un montón cuando te desmayaste en medio de la calle, ¡No vuelvas a salir corriendo de esa manera, tienes que ser más cuidadoso! Te he preparado una taza de té blanco para cuando te despiertes, pero no se si cuando te la tomes seguirá caliente... También te he dejado un cuaderno para que podamos hablar cuando acabe de hacer mis labores y, ¡No debes preocuparte por tus heridas! De eso me he encargado yo. 

Hablaremos en breve,

Ness. -

Al final de la nota Ness había dibujado un bonito ramo de flores y una pequeña figura que sonreía.

Un repentino toque a la puerta hizo saltar a Lucas del susto, y para cuando se dio cuenta de que la voz del principio se había callado, la puerta se estaba abriendo. Ness entró con una cara que mostraba ansiedad. Cambió a sorpresa cuando sus ojos se encontraron con unos preciosos zafiros. El menor no dijo nada, se quedó estático, inmóvil. Por otra parte, el mayor sonrió ampliamente y se acercó rápidamente a la cama.

Amor mudoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora