Capítulo 13

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Ness siempre pensó que Lucas era frágil. Desde que lo vio entrar esa mañana de invierno en el aula, pudo notar lo inestable y rota que parecía la figura del muchacho peli rubio. Por un momento pensó que ya no había salvación para ese pobre chico que mantenía la boca cerrada. Después de todo, parecía una muñeca desechada que sabe que va a acabar en la basura. Sin embargo, esos pensamientos se esfumaron cuando se fijó en esos ojos celestes: ojos llenos de esperanza, fríos para tapar sus heridas emocionales, que reflejaban las ganas de seguir luchando y nunca rendirse. Esos ojos fueron los que parecían llamar a Ness, los mismos que consiguieron abrirle un nuevo mundo y un nuevo punto de vista.

Cuando los dos empezaron a salir, Ness se olvidó por completo de que Lucas jamás fue estable, y por culpa de su mala memoria, la relación empezó siendo frágil y confusa. Pero, a pesar de eso, podía ver -y apreciaba- que Lucas jamás parecía cansado de su actitud. En esos ojos podía ver una barrera de hielo que protegía un mar cálido, y que, aunque pareciese un aviso de peligro, solo servía para evitar que esas aguas cálidas se desbordasen, engullendo completamente la tapadera que Lucas cargaba pesadamente. Ness supo desde el principio que, si esa muralla helada seguía ahí, significaba que Lucas aún no se sentía cómodo, y determinado a conseguirlo, se propuso el derretir lentamente ese obstáculo hasta conseguir la confianza de Lucas y conservarla.

El día en el que consiguió persuadir a Lucas para que le dijese quienes fueron los alumnos que le hicieron daño innecesario, pudo sentir una punzada de cólera nacer en su pecho e inundar sus pensamientos. Recuerda el haberse levantado de su pupitre -ya que se encontraban en medio del receso- y el casi haber salido del aula para enfrentarlos cara a cara. Y lo hubiera conseguido si Lucas no lo hubiese sostenido del brazo y lo hubiese retenido mientras jadeaba. Físicamente, Ness era mucho más fuerte, y hubiese podido quitarse a Lucas de encima si lo hubiera querido, pero no lo hizo. Cuando se giró para darle la cara a su pareja, Lucas mantenía la cabeza agachada, pero podía escuchar igual sus sollozos. Se sintió inmediatamente arrepentido. Se deshizo del fuerte agarre que el menor sostenía en su brazo y lo abrazó con fuerza, sintiendo su camiseta humedecerse poco a poco.

"Lo siento. No sé en qué estaba pensando. Lo lamento, Lucas." Le dijo.

Lucas levantó la mirada, mostrando perlas de agua bajar por sus mejillas al juntar sus labios en un necesitado beso para recomponerse. Ness no se lo pensó dos veces al momento de responderle. Cuando se separaron por aire -después de dos besos más- y el menor consiguió tranquilizarse, le enseñó una sonrisa llena de empatía que derritió su corazón. Sin embargo, sabía que tenía que alejar a esos idiotas de alguna manera para evitar que Lucas se siguiese sintiendo tan inseguro en territorio escolar.

"Pero Lucas... Esto no puede quedar así, hay que afrontar las cosas. Lo haremos los dos, juntos. No puedes seguir huyendo de los problemas." Sus palabras parecieron afectar a su novio cuando lo vio poner una mueca entre sorpresa y miedo.

"No, no, no. No te asustes, mi pequeño girasol." Acarició ambas sus mejillas. "Lo haremos juntos. Yo siempre permaneceré a tu lado, porque siempre tendrás mi apoyo y jamás pretendo dejarte atrás." Juntó sus frentes después de un tierno beso en la nariz.

Observó como Lucas asentía después de volverle a sonreír y apretar sus manos. Poco a poco, la gran muralla de hielo empezaba a desaparecer, dejando solo un bonito océano.

Cuando su madre y su pareja se conocieron, Ness sintió mariposas en su estómago.

Fue una de las sensaciones más agradables jamás experimentadas. Poder ver la sonrisa encantadora de su madre y su comodidad al estar cerca de su pareja le hacía sentir que su relación era completamente aprobada, aunque eso ya lo supiese. Disfrutar de la cálida mirada con la que Lucas observaba sus entornos, como si se sintiese en casa. Todo eso hacía que Ness se sintiese abrumado por la felicidad que crecía en su pecho, que inundaba su cabeza, y que sobre todo abrazaba a su corazón. Atesoraba cada y uno de los momentos en los que Lucas lo acompañaba a casa y comían juntos en el comedor, cuando limpiaban juntos los platos y alguno de ellos -si no eran los dos- acababa con espuma en el pelo o en el rostro, cuando se tumbaban en el sofá y Lucas se dormía encima suyo poco después de encender la televisión, cuando las palabras eran remplazadas por besos... Ness adoraba todos y muchos más momentos, le permitían sentirse completo de nuevo.

Amor mudoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora