Capítulo 12

654 84 15
                                    

El comienzo de su relación no fue nada fácil.

Lucas era realmente cerrado, sobre todo en público. Cuando Ness intentaba mantener un cierto toque -o incluso un simple roce afectuoso- el menor parecía evitarlo, como si se sintiese avergonzado. Ness acababa con una mirada triste, teniendo la sensación de que Lucas se avergonzaba de él, y terminaban los dos sin hablarse mirarse, cada uno en su mundo. Solo lo solucionaban cuando, al caminar juntos hacia casa por los senderos más desolados, Ness cogía tímidamente la mano de Lucas y lo miraba a los ojos con una expresión que lloraba 'perdón'. Entonces su pareja se acercaba a él y le regalaba un dulce beso como disculpa, demostrando en sus ojos lo mal que se sentía por actuar como un idiota. Todo eso solía pasar unas tres veces por semana, hasta que pasó el primer mes.

Durante los recesos escolares, Lucas y Ness solían quedarse a solas en la clase. Ness ponía la excusa de tener que terminar unos deberes incompletos para que sus amigos se fuesen sin él y Lucas salía un momento al baño solo para volver a entrar después en clases y encontrarse a su pareja dibujando sobre su pupitre. Los dos habían descubierto lo mucho que les gustaba hacer bocetos juntos, y gracias a ese pequeño detalle sentían su lazo hacerse más fuerte. Claro que no siempre lo hacían. Había veces en las que Ness salía a pasar el receso con sus amigos, entonces Lucas se quedaba solo en el aula y dibujaba el frío paisaje que le mostraban las transparentes ventanas. Algunas de esas veces, Lucas escuchaba desde lejos las voces de sus abusones. Sintiéndose acorralado, se escondía bajo el pupitre de los profesores, temblando como una hoja, deseando que las risas cesasen y esperando a que los pasos se alejasen. Era uno de esos momentos en los que deseaba estar entre los brazos de Ness más que nada en el mundo. Pero jamás se lo comentaba, hasta que pasaron tres meses.

Cuando salían a pasear el fin de semana, solían ir al prado de flores que Lucas tanto amaba, donde Ness le regalaba cada día un girasol nuevo. "¡Ya me diste uno la semana pasada!" Escribía Lucas mientras inflaba sus rojas mejillas. Pero por mucho que se quejase, siempre recibía como respuesta una sonrisa y un ligero beso en los labios. "Un solo girasol no es suficiente. Bastarían un millón mínimo para expresarte solo una pequeña parte de mis sentimientos." Decía Ness abrazando a Lucas y regalándole otro beso en la boca, dulce como el algodón de azúcar.

Al pasar de los meses, se les hacía cada vez más sencillo el expresar sus sentimientos por el otro, incluso en público. Cada vez que paseaban se tomaban de las manos, incluso si hacía calor. Cada vez que se quedaban a solas en clase, Ness dibujaba a Lucas en la pose del día, y cuando se lo enseñaba, recibía como premio dos besos: uno en la mejilla y otro en los labios, además de poder disfrutar del tierno sonrojo en las mejillas de su novio. Cuando en cambio Ness salía -a veces incluso a la fuerza- con sus amigos, salía del aula solo para volver a saltos y darle un beso sorpresa a Lucas, corriendo de nuevo hacia el patio. Lucas se quedaba atónito y sentía las puntas de su pelo erizarse tanto como sus mejillas arder. Eso siempre le ayudaba a no sentirse tan nervioso cuando escuchaba voces ajenas fuera del aula. Porque cuando le contó a Ness lo de los abusones -aparte de amenazarlos con arruinar sus vidas si se volvían a acercar a su pareja- el mayor decidió que debía quedarse pegado a él. Era por eso que acababa siendo arrastrado a la fuerza por sus amigos ya que no quería -en ninguno de los sentidos- separarse de Lucas y armaba siempre una escena de berrinches, intentando convencer a su grupo de que tenía tareas inacabadas. Lucas solía sonreír de manera burlona cuando conseguía ser espectador del momento.

Al cumplir los cuatro meses, Ness decidió que sería el momento perfecto para que su madre y su novio se conocieran cara a cara, y entusiasmado, consiguió organizar una comida familiar. Lucas no se negó y ni cuando se encontraban frente a la puerta de su casa se vio nervioso.

Desde el punto de vista de Lucas, la madre de Ness era una mujer realmente encantadora, bella y educada. Cocinaba muy bien y sus ojos brillaban felices cuando veía la sonrisa de su hijo al estar junto a él. Parecía estar completamente de acuerdo con su relación, no se veía incómoda ni irritada por la forma en la que Lucas tenía que hablarle -a través de hojas de papel-, al revés, alagaba su caligrafía y decía que la de Ness solía ser un desastre cuando tomaba apuntes, entonces el mayor se quejaba en voz alta, avergonzado. Pero lo que más le gustaba de ella era que también conociese el lenguaje de las flores, eso le hacía sentirse más cercano a la familia.

Después de la primera visita, siguió otra, y otra, y otra, hasta que Lucas solía ir frecuentemente a casa de Ness a almorzar. Le encantaba pasar el tiempo allí, donde la atmósfera era cálida y las risas nunca cesaba. Y sobre todo le encantaba cuando la madre de Ness sacaba el álbum de fotos familiares. Era ese momento en el que su novio se moría de la vergüenza y él podía reírse un rato con las fotos más tiernas de Ness.

Y Lucas no había podido solo abrirse de corazón a su novio, sino que también había conseguido volver a entablar conversación con su padre. Fue raro al principio: pocas palabras, saludos, gestos incómodos, pero con el tiempo le era más fácil hablarle -siempre a través de señas- y mantener una charla agradable durante la cena. Le contó con calma su relación con el chico que le había devuelto muchas cosas que él había rechazado con el paso de los años e inmediatamente escuchó a su padre decir: "Me gustaría conocerlo."

Por esa misma razón, durante su aniversario de medio año juntos, Ness aceptó -extremadamente nervioso- conocer y presentarse a el padre de Lucas.

Durante la cena, al menos durante los primeros diez minutos, Ness mantenía una compostura tensa y respondía de la manera más educada posible, haciendo reír tanto a su pareja como al padre de éste. Solo se calmó cuando Lucas le sonrió con calma y apretó su mano para transmitirle el sentimiento. El resto de la noche pasó de manera pacífica. Después de la cena, los menores se despidieron del adulto -Ness de forma más formal- para irse al cuarto de Lucas.

Dentro se cambiaron para ponerse el pijama y se acostaron sobre la cama cara a cara.

"¿Te he dicho ya que te amo?" Preguntó Ness.

Lucas sonrió al asentir varias veces, sintiendo como Ness abrazaba su cintura y pegaba sus cuerpos para sentir el calor corporal del otro. Sus rostros quedaron a pocos centímetros, sus respiraciones volviéndose una sola. Lucas cerró los ojos y sintió los cálidos labios de Ness masajear los suyos. Sin protestas, se dejó llevar por el momento. Sus manos a acariciaron con delicadeza los cabellos ajenos y cuando sintió que el mayor se separaba, le tomó solo cinco segundos para volver a unir sus bocas, profundizando el beso al empujar la cabeza de Ness levemente hacia él.

"No tienes ni idea de cuánto me gustan tus labios." Comentó el mayor al separarse.

Lucas jamás se había sentido tan amado y esperaba mantener ese sentimiento siempre cerca.

Continuará...

Amor mudoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora