Me despido de Allison con un abrazo, es hora de que se marche y no puedo llevarla a su casa porque sería muy arriesgado. Mientras se aleja, descubro que no me queda nadie más. Es difícil cuando sientes que estás solo en el mundo, a pesar de que tienes a un montón de familiares, amigos y otras personas que te rodean.
Recojo mis cosas y salgo de salón, preguntándome: ¿Qué sería de mí sin ella?
Hace un par de meses conocí a Allison en una clase corriente. Tenía la blusa lo suficientemente desabotonada para que pudiera verle los pechos y al final de la clase se ofreció a ayudarme con los trabajos. Me negué y salí.
Otras muchas veces hizo lo mismo, hasta que descubrí que estaba tratando de seducirme. Creo que duré todo ese día riéndome de lo patética que se veía la pobre muchacha al hacerlo. Ahora me arrepiento por completo de haberlo hecho. Suelto una risa ahogada por lo patético que soy yo, o ambos. De hecho, la razón por la que me dejé atrapar fue bastante estúpida, pero le doy gracias a la vida y a la zorra de mi ex-mujer por haberlo hecho posible.
Después de enredarnos en una noche de fiesta, la zorra resultó embarazada. Ambos teníamos escasos 18 años, y nuestros padres resolvieron que solucionáramos el problema a nuestro antojo. Decidimos casarnos rápidamente, para poder cuidar del bebé sin problemas. La zorra dio a luz en el 97 a una pequeña niña. Al empezar a cuidar de ella, me empecé a enamorar de verdad, comencé a sentir el amor de un padre a una hija y a su familia, pero la zorra decidió arrebatármelo, huyendo con ella a un sitio en el que jamás las volvería a ver.
Sin embargo, como es natural, la pequeña creció y decidió preguntar por la existencia de su padre biológico. La zorra me llamó un día diciendo que mi hija quería verme, así que nos encontramos luego de estar 14 años sin saber nada de ellas. Desde entonces, mi hija prometió venir a verme seguido. Se mudaron a un sitio cercano en Florida y empecé a compartir con ella todo el tiempo que había perdido. La otra razón por la que habían venido era que la zorra quería hacer oficial el divorcio, el cual firmé sin siquiera pensarlo. Mi hija estaba más cerca de mí de lo que cualquiera pudiese creer, y eso era lo que realmente importaba.
Hace unos meses, iba pasando por la calle, cuando vi a mi ex-esposa en brazos de otro hombre. Tendría al menos 7 meses de embarazo. La rabia me invadió y me fui a beber a un bar cercano a la Universidad, cuando el recuerdo de las fotos que Allison había dejado en su trabajo me asaltó toda la noche. Al día siguiente decidí retarla en la clase, donde iniciamos un picante juego del gato y el ratón.
Lo que no sabía es que ambos terminaríamos enamorados de verdad.
Tomo las llaves del coche y me parece sentir que alguien me observa, pero en vez de quedarme esperando, lo que hago es arrancar e irme.
Lo más emocionante de nuestra relación era el riesgo que teníamos de ser descubiertos. Lo nuestro, además de ser puro, se salía de esa rutina monótona que venía viviendo hace unos años. Muchos me verán como un pedófilo o un pederasta, pero nadie es capaz de ver a dos personas amándose, sin importarles nada. Ali, con su cabello castaño claro llegando al rubio, sus ojos cafés, de esos que te quitan el sueño, y sus pechos voluminosos, había quedado en un segundo plano. Me había enamorado de la Allison problemática, la que tenía los dientes levemente separados, a la que no le importaba ir semi-desnuda a la institución: me había enamorado de la Allison real.
Y amarla es mi más delicioso pecado.
Muchas veces el arrepentimiento rondaba por nuestras mentes. La culpa y el deseo se mezclaban en una espiral romántica incontrolable. Allison se sentía mal por mentirle a sus padres casi a diario, sólo para encontrarse fortuitamente con un hombre que le doblaba la edad. Se sentía sucia por hacer una serie de cosas repugnantes que no iban con ella, como tratar de ligar con todo el personal docente del recinto universitario. Pero hoy la vi con mayor determinación a terminar con todo, más que las otras veces que se ha sentido así. Quisiera entrar en su mente y comprenderla, poder liberarla de todas las cargas que tiene, poder ayudarla.
Pero no solamente es Ali quien se ha sentido culpable con esto. Muchas veces, mientras nos besamos, su cabello se empieza a tornar de un color más opaco hasta llegar al negro. Sus facciones cambian junto con su piel, su cuerpo y hasta su aroma. Cuando vuelvo a verla, me repugna saber que estoy besando a mi hija. La primera vez que tuve esa sensación solté un grito, pero luego todo volvió a la normalidad y Ali trató de tranquilizarme. La imagen duró varios días, y muchas veces volví a pensar que estaba con ella. Es inevitable sentirlo, Allison tiene casi su misma edad. Además, se que si mi hija se encontrará en una situación similar, que estuviera saliendo con un hombre que podría ser perfectamente su padre, no le permitirá seguir con ello por nada del mundo.
Ella no sabe cuántas veces yo también pensé en acabar todo de una vez, pero nunca lo hice. Decidí que era mejor guardar todo lo malo y enterrarlo en la fosa del olvido. Ojalá se desvaneciera por siempre.
Hace unas horas Allison empezó a besarme con desesperación. Yo puedo sentirme solo la mayor parte del tiempo, pero me es más duro saber que ella en realidad lo está. Es una chica que no cuenta con el apoyo de sus padres, que no tiene muchos amigos y que incluso a veces se pierde a sí misma, tanto, que tuvo que encontrarse buscando en medio del "cariño" de muchos hombres y mujeres mayores de ella. Me contó todo lo que hacía, hasta que yo le pedí que parara, por lo cual decidió descargar todo su afecto conmigo. Y yo, como un idiota, empecé a ver a Allison como una luz en medio de la oscuridad de mis días. Pero sé que soy el idiota más feliz y con mayor suerte del mundo al tenerla.
No supe en qué estaba pensando, pero empezó a derramar lágrimas mientras nos besábamos y a quitarse la ropa despacio. En un momento dado le correspondí, pero le doy gracias que se hubiera detenido, porque si no yo lo habría hecho. Nunca habíamos llegado tan lejos, pues estábamos a punto de hacerlo en el salón de clases. Aún me siento como una completa basura. A veces siento la necesidad de ir a entregarme a la policía, pero ¿qué pueden hacer? Ya ambos somos adultos responsables de nuestras acciones: ninguno es más culpable que el otro. ¿Estamos enfermos, o locos? Puede que sí. Así que si me van a encerrar, enciérrenme, con tal de que me dejen a su lado.
Freno con brusquedad y bajo del auto. Paso por el porche trasero para abrir el garage que está algo oscuro. Trato de accionar el interruptor, pero ninguna luz se enciende. Algo raro ocurre.
Cruzo a lo largo de algunos muebles y herramientas hasta llegar al lugar donde se encuentra el controlador de la energía eléctrica. Muevo un par de cables y entonces paso saliva. Alguien los ha cortado.
La puerta del garage se cierra con un golpe seco.
—¡Quienquiera que seas, llamaré a la policía! —le grito a la oscuridad. Me siento como un estúpido personaje de una película de terror, de esos que siempre le hablan a la nada como si les fuesen a responder.
Un sonido metálico resuena por la habitación, como si fuese un cuchillo.
Siento perlas de sudor recorrer mi frente y mis axilas. Todos aquellos recuerdos de mi pasado que quise olvidar empiezan a flotar como nubes a mi alrededor. Un pasado del que me quiero deshacer me oprime hasta casi hacerme enloquecer. Pienso en Ali y en la gran persona que es, ahora sé que no me la merezco, soy como un demonio que trata de amar a un ángel.
Una música suave empieza a sonar. Me levanto confundido y alguien me da un fuerte golpe en la cabeza con el bate de béisbol que guardo en la entrada. Grito mientras caigo al suelo. Todo se empieza a ver de color rojo.
Un segundo golpe, aún más fuerte que el anterior, me hace perder la consciencia.
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Seduciendo a la muerte
Mystère / ThrillerEn una Universidad de Miami, Florida, el nombre de Allison Greece empieza a resonar en las paredes debido a su excelente nivel académico. Lo que nadie sabe es que esto no lo consigue con méritos, sino que ha estado seduciendo a todos los profesores...