13.

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—Kiko, de verdad no es necesario —bufó viendo como su esposa hacía un cheque con demasiados ceros en él.

— ¿Te gustó? —Sonrió viéndole.

—Te dije que sí, pero no debes comprarlo —dijo negando.

—Vamos, querido. Debo tenerte feliz, no puedo dejar que vuelvas a sus brazos —terminó de firmar para darle el papel al vendedor.

— ¿Quieres dejar de mencionarla? Ha pasado un año, además, ni siquiera vivimos en Francia.

Caminó hacia las ventanas de cristal para ver como los árboles de cerezo se veían hermosos. Por alguna razón le recuerdan a su pequeña Sunshine. No sabe qué extraña más si a la dulce niña o a Chae, diría que ambas, pero su amor por la mayor es más grande. 

En todo el año no le ha visto u oído su voz pero nunca dejó el contacto con la pequeña Sun Hee. Su Rin-Rin dejaba que la linda niña le llamase por FaceTime e incluso le enviaba fotos de la menor. Y aunque intentara contactar a su amor, ella nunca le contestaba pero de alguna manera encontró consuelo cada vez que hablaba con Sun Hee.

—Ji, toma —hizo sonar las llaves de su nuevo Ferrari, otro capricho de ella.

—No tenías... —intentó agarrarlas pero ella las alejó.

—Debes pagar por ello —envolvió sus brazos alrededor su cuello.

—Lo olvidé —rodó sus ojos y le besó como a ella le gustaba, de manera imprudente y posesiva.

Sonrió satisfecha y le entregó el objeto. Entrelazó sus dedos para caminar hacia el auto. Esa era su rutina desde que se casaron, regalos innecesarios, fiestas con gente insoportable, viajes y más viajes, ah y cumplir sus caprichos. No es que ese odiase ese tipo de vida, odiaba con quien la vivía... ese era el problema. 

Sin mencionar que le exhibía como si fuese la joya más cara, se colgaba de su brazo melosamente en las fiestas, también disfrutaba que los demás vieran sus besos. A veces era tan asfixiante que ya había olvidado por qué se casó, le gustaban sus regalos y los viajes pero no su compañía, no era agradable, siempre fingiendo perfección para que los demás le admiraran y envidiasen... eso y parecía que nunca tenía nada de qué hablar más que de lujos, pasarelas y los demás —y no de manera constructiva—.

Mientras manejaba hacia la Mansión Mizuhara, más bien, Kwon Mizuhara se preguntaba cuando ella se cansaría de él, pero para su tortura eso parecía estar más lejos de lo que quería. Soñaba con separarse de ella y que esto fuese dictado por ella, no le haría la vida un infierno ni mucho menos porque de algo estaba seguro, Kiko podía ser una completa bruja cuando se lo proponía y de verdad no quería pelear contra ella, ya estaba cansado de vivir riñéndose contra alguien bajo el mismo techo.

Al estacionar su nuevo juguete suspiró, sabiendo lo que seguiría. Complacer a la demandante japonesa, luego cocinarle para después quedarse tendidos en su cama matrimonial, ella regalándole cariños a lo que él le sonreía cortés.

—Jinnie... tengo algo que importante que decirte —ella yacía recostada en su pecho mientras acariciaba los cabellos de su pareja.

—Mjum —asintió esperando.

¿Podrías volver a casa?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora