8. Conviviendo juntos

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El tiempo pasa rápido, en un par de días nos "mudamos" a la casa de sus tíos, por la madrugada se han ido a Viena, que está en Pontevedra.

-Alessa- me llama desde la habitación Denis- ¿puedes venir un momento?

-En seguida voy- respondo, estoy ordenando mis cosas aún.

Me dirigo hacia la habitación y veo a Denis de pie, al lado de la cama matrimonial con las sábanas de color rojo.

-Verás, me vas a llamar de todo: aprovechado, picaflor, acosador, pero... ¿Puedes dormir conmigo hasta que te marches a Londres, por favor?

Abro los ojos como platos, nunca me he esperado esta pregunta, en mi interior afloran sentimientos de alegría, esperanza e ilusión.

-Den, no te voy a decir nada de eso- río a carcajadas- por mí vale, pero, ¿puedo preguntarte por el motivo?

-Me gusta dormir contigo, Lessa. Esa noche... Me sentí tranquilo y seguro contigo a mi lado.

Me sonrojo violentamente, para no enamorarse de él, es muy tierno.

-Oh, vale, no te preocupes, duermo contigo. Traeré mi maleta y pertenencias- me excuso para que no vea mi rubor.

-¿Qué quieres cenar Lessa?

-Ensalada me viene bien, me iba a levantar a hacerla ahora.

-No te preocupes, ya cocino yo, así te muestro mis dotes culinarias- guiña un ojo mientras ríe.

-Solo espero que no salga chamuscada porque quemes la casa con uno de tus prodigiosos inventos- río a carcajadas recordando la barbacoa que tuvimos un día antes de venirnos.

Por obra y gracia del Espíritu Santo, decidió añadir mucho carbón, tanto que todo estaba negro, y cuando encendió la barbacoa hubo una gran llamarada proveniente de la parrilla, según él, era para hacerlo todo más rápido y que no nos murieramos de hambre.

-Tranquila, ya he aprendido la lección, en la cocina, hay que tener demasiada paciencia.

Sonrío, cojo el mando y empiezo a ver que hay en la televisión, estoy agotada, tirada en el sofá y sin ganas de nada, solo comer la cena.

-Te veo cansada- comenta mientras me coloca el plato en la mesa.

-Sí, las mudanzas me agotan.

-Bueno, esta noche dormirás como un tronco y mañana como nueva, ¿sí?

-Pues sí- río- eso espero.

Comemos los dos con un ambiente tranquilo, nuestras conversaciones inundan los huecos de silencio, junto con la voz de la presentadora de las noticias de la noche.

Termino y llevo mi plato a la cocina donde me dispongo a lavarlo, cada vez que estoy de alquiler en otros países, unos cocinan o ponen la mesa mientras que otros lavan los platos, un buen método para la orgasnización del trabajo entre los inquilinos.

-Se te ve cansada, yo lo haré por ti, tranquila.

-No, Den. Tú has cocinado, ahora me toca a mí recoger.

-Lessa, insisto. Ve a la cama, yo me encargo de todo.

-Pero...

-Eres cabezota, vete a descansar y no acepto un no por respuesta.

Creo que él es más terco, suspiro pesadamente como derrota, me levanto.

Voy al baño, me lavo los dientes, y después me dirijo a nuestra habitación, me pongo mi pijama antes de que él venga, sería muy chocante que entrara y me encontrara como Dios me trajo al mundo.

Mi pijama consta de una camiseta rosa chicle junto con unos pantalones muy cortos blancos.

Me meto en la cama, me abrigo con las manta y miro mis redes sociales. No me gusta en absoluto el verano en Galicia, soy partidaria del calor y no del frío, en invierno muchas veces viajo a países donde el clima sea tropical, por ejemplo, a Cuba o Las Bahamas.

La verdad es que Denis tiene razón, estoy muy cansada. Dejo el móvil en la mesilla de noche y mis párpados comienzan a ser muy pesados, me acurruco en la almohada y justo cuando voy a dormirme.

-Perdona por tardar tanto, pero es que mis hermanas se enrollan hablando, que haber que va a pasar en casa por la noche, que use protección porque no quieren sobrinos ahora y bla bla bla, se montan una historia no cierta ellas mismas.

Miro para abajo, al suelo, por sus últimas palabras, es duro convivir con una persona de la que estás enamorada y que esa persona te esté recordando una y otra vez que no te corresponde. Por fortuna no sabe nada acerca de mis sentimientos hacia él, eso espero, claro.

-Claro- me limito a contestarle.

-¿Tienes frío?

-Un poco- le confieso, me giro para verle y mi cara se vuelve roja, Denis en calzoncillos.

Es una gran imagen, debido a que tiene un cuerpo bien trabajado, pero a mí me da muchísima vergüenza, ¿ahora que pensará de mí?

-Ay, lo siento, no pretendía... Yo...- me tapo la cara y me pongo como estaba antes con las manos en mi rostro aún.

-Bueno... No pasa nada... Eres tú.

¿Qué quiere decir con eso? ¿Por ser yo qué pasa?

-¿Y yo qué tengo que ver?

-Pues... Porque tenemos mucha confianza y tal y bueno es que yo estoy... Tú a mí... Olvídalo Alessa, no me hagas preguntas.

No le entiendo la verdad, además no me quiero hacer ilusiones por algo fundado en mi cabeza que no tendrá ni ton ni son.

-No sé donde están las mantas, así que... Dormiremos pegados, te abrazaré y así te daré calor, ya sabes, si te abrazo tendrás menos frío y tal, ¿qué te parece?- pregunta y en su voz noto puro nerviosismo.

-Como tú quieras Den.

-Por cierto, ya puedes quitarte las manos de la cara- ríe él.

Tran un rato charlando, me quedo dormida entre sus brazos.

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⏰ Última actualización: Nov 13, 2017 ⏰

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