—En cierto modo Distopía se formó por alfas, betas, —y supongo que por algún omega— como tú y como yo.
Jackie quedó sorprendida, no por lo que dijo, sino por cómo lo dijo. Yoake escupía las palabras con rabia en cada una de ellas. La omega juraría que sus ojos habían oscurecido en ese mismo instante, creando un contraste con su blanquecina piel que resultaba aterrador. Fuese lo que fuese lo que la organización le había hecho, Jackie supo con certeza que Yoake no lo había olvidado, y nunca lo haría. Por muy cruel que sonase, eso le beneficiaba; un aliado vengativo era el mejor aliado.
—¿Y se revelaron contra Omegaverse aún estando en la cúspide del poder, en una época de paz? ¿Solo por venganza?
Yoake asintió. Se alegró al ver que a Jackie le parecían estúpidas las intenciones de Distopía. Nunca lo admitiría, pero pensar que ella que no opinaba como ellos le reconfortaba.
—Lo sé, sé que suena estúpido, pero es la verdad. En ese tiempo Omegaverse estaba formada por treinta mil miembros, aproximadamente, de todo mundo. De esos treinta mil, alrededor del treinta y cinco por ciento no se conformaba con el poder y le paz.
—¡¿Treinta y cinco por ciento?! —exclamó Jackie. Si hubiese estado bebiendo agua, sin duda la hubiese escupido al escuchar eso—. Perdona, me he sobresaltado.
Yoake ni se inmutó.
—Sí, haciendo un total de diez mil quinientos miembros para la nueva Distopía. Claro que eso fue hace ciento cincuenta años, hoy en día ese número se ha triplicado.
—Pero no lo entiendo, si todos esos miembros estaban repartidos por todo el mundo, al igual que los de Omegaverse, ¿cómo consiguieron rebelarse contra ellos? —preguntó Jacqueline—. Oh, espera, creo que ya lo sé.
—Cuéntame —respondió el chico.
—Si esto fuera un cómic, la organización secreta –es decir–, Omegaverse, tendría al menos una reunión anual, en algún lugar concreto del mundo. Siempre oculto al resto del mundo, para decidir el destino de dicha organización durante el próximo año.
Al acabar, Jackie, orgullosa pensó que si existiese un cómic así, sin duda lo compraría. Por otro lado, Yoake puso su mano sobre la cabeza de la omega, y la obligó a mirar hacia él. No se había dado cuenta, pero todo el tiempo que el chico llevaba en su habitación ella había permanecido mirando inconscientemente al suelo, mientras Yoake permanecía de pie, enfrente. Pero ahora le estaba mirando directo a los ojos.
—Tienes la mala costumbre de no mirar a la cara cuando te hablan, Jackie —murmuró Yoake—. Las connotaciones metafóricas son infinitas.
—Lo sé —respondió, mientras apartaba la mirada sin darse cuenta—. No eres el primero que me lo dice. Coge una silla, vas a quedarte rígido si sigues de pie.
—En cualquier caso, —prosiguió tras tomar una silla del escritorio y ponerla en frente de Jackie—. volviendo a tu supuesta reunión secreta global.
—¿Me equivocado?
—Sí... Y no. No somos los protagonistas de una serie de ciencia ficción, y además, ¿dónde pretendías meter a treinta mil personas?
Jackie se mordió el labio, por primera vez consciente de lo disparatado que había sonado su idea.
—De acuerdo, era una locura.
—Obvio, pero no has estado tan lejos. Sí que tenían una reunión cada seis meses, mejor dicho, cinco reuniones.
—A ver si adivino, ¿una por cada continente? —aventuró Jackie.
—Exacto. —El alfa pareció sorprendido por la capacidad de deducción de la chica—. Eres inteligente.
—Tus ojos son raros.
—¿Qué?
—Creía que estábamos diciendo cosas obvias.
Yoake intentó disimilar su risa con una mueca de reproche, aunque fuese demasiado evidente.
—Voy a ignorar lo que has dicho, necesito que te tomes esto en serio, Jacqueline, quizá no seas consciente, pero como omega que eres, tu vida está en peligro. Por favor, no vuelvas a interrumpirme.
Jackie asintió en silencio, consciente de su propia irresponsabilidad. Se prometió a sí misma que dejaría de comportarse como una niña en situaciones como esa; no podía morir sin llevarse a Distopía a la tumba.
—Se celebraban cinco asambleas, una por cada continente. Previamente, los líderes se ponían en contacto, para proponer los temas de la asamblea, y para comunicarse una vez la reunión terminase. Nadie esperaba una traición, así que para Distopía organizar una rebelión fue fácil. Simplemente necesitaron armas, y sangre fría para que los cadáveres se contaran por millares. Lo tenían muy bien planeado, mientras la asamblea se llevaba a cabo con total normalidad, los revólveres empezaron a disparar a todo el que se moviese, para después entrar en acción las armas blancas. Los estoques terminaron de arrebatar la vida a los que no habían conseguido escapar del lugar. El resultado, una masacre a nivel global, de la que nunca nadie supo –ni sabrá–.
—¿Cuántas personas sobrevivieron? —preguntó Jackie afligida. Era por primera vez consciente de que habían asesinado a seres como ella, eso era genocidio. Ellos jamás serían reconocidos por la sociedad, jamás tendrían un homenaje como cualquier otra víctima. Le hervía la sangre solo de pensarlo, ¿serían esos los sentidos omega de los que le había hablado Anaïs?
—De los diecinueve mil quinientos miembros que no se rebelaron sobrevivieron unos siete mil —respondió Yoake—. Imagina el trauma que tuvieron al ver morir a decenas de miles de Hijos de la noche.
—¿Hijos de la noche?
—Sí, no te lo había dicho, pero ese es el nombre que engloba a los alfas, betas y omegas. Sufrieron lo que nosotros, multiplicado por doce mil. Ambos intentamos suicidarnos con nuestra masacre particular, y creo que nos viene de familia.
—¿¡Se suicidaron?! ¿Cuántos? —preguntó la omega, tapándose la boca. Si hubiese tenido una familia de verdad, ¿habrían actuado así al saber que se intentó quitar la vida?
—Seiscientos. Fue un duro golpe para Omegaverse, una organización pacífica. Después de la llamada "Revolución sanguinaria", lograron recuperarse lentamente, hasta volver a alcanzar el poder de años anteriores. Sin embargo, las políticas de paz desaparecieron tras la revolución, y aprendimos a manejar las armas necesarias. Distopía no se quedó atrás, y creció en número y en poder. Creo que no es necesario decirte de lo que son capaces.
La rabia de Jackie no hacía más que aumentar. Cogió un cojín de la butaca para estrujarlo e intentar aplacar sus ganas de ir contra Distopía ella misma, –y posiblemente morir en el intento–. Yoake se dio cuenta de ello, de cómo sus ojos irradiaban fuego puro. No había visto eso desde la muerte de Agathe, y no estaba seguro de echarlo de menos.
—Yoake —murmuró seria—. Habías dicho que aprendisteis a usar las armas. Necesito que me enseñes a mí también.
El chico asintió.
—Omegaverse no es un internado normal, las materias que damos no son como las de cualquier colegio. No te preocupes, tendrás el entrenamiento necesario para controlar tu arma, antes y después de conseguirla.
Jackie quedó extrañada, no sería la mejor en ataque, al menos de momento, pero tampoco podría ser tan torpe como para necesitar tanto entrenamiento.
—¿Todo eso para dominar una simple espada o algún arma parecida? Es mucho tiempo.
—Oh, no son armas normales, una de ellas no mataría a un Hijo de la noche —El alfa sonrió con levedad. Aparentaba disfrutar con esos artefactos, y seguro que era muy bueno disparando.
—Entonces, ¿qué usáis contra Distopía? —cuestionó Jacqueline. Fuesen lo que fuesen, ella necesitaba una de esas.
—Armas... Demoníacas.
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Omegaverse: Jerarquía
General FictionOmegaverse: donde ser suicida te hace especial. Tras su fallido intento de suicidio, la ya de por sí desastrosa vida de Jackie se vuelve aún más difícil; sus padres adoptivos la abandonan y es enviada lejos de ellos a un extraño internado llamado O...