Mientras bajaba las escaleras hacia el piso principal, Jackie se detuvo a mirar la hora en su nuevo reloj; faltaban cuatro minutos para las siete de la tarde. Lo había encontrado mientras buscaba algún atuendo adecuado para la cena, y le había llamado la atención por su simpleza: solo compuesto por una esfera transparente sin pena ni gloria y una correa de cuero negro. Era lo único que había encontrado en su nuevo armario que no fuese plateado, así que agradeció el cambio. Ajustó la correa a su muñeca mientras saltaba los peldaños de dos en dos.
En realidad aquella era la escalera de emergencia, y se suponía que solo debía usarla si había una emergencia, pero, ¿quién iba a decirle lo contrario si nadie más pisaba ese tercer piso? Nadie, nadie la delataría, así que optó por bajar por allí sin ser vista. No lo diría, pero le incomodaban las multitudes, y sabía que durante la cena sería la comidilla de la que todos hablarían. Prefería alargar ese momento todo lo posible.
Bajó lentamente, aún tenía casi cuatro minutos hasta las siete. Se detuvo un segundo a asegurar su moño trenzado, reflejado en el cristal de la pared. Siguiendo el consejo de Yoake se había arreglado para la cena: eligió un vestido sencillo —se negaba a volverse una extravagante de la noche a la mañana— que no podía ser de otro color que el plateado. Era cómodo, así que no le desagradó a pesar del color.
Por alguna razón siempre había sido muy hábil con el cabello, debía de haberlo heredado de su madre, y al acomodar un mechón de su melena negra sobre el recogido aseguró que no había perdido esa habilidad. Había trenzado su cabello en un moño alto, que le otorgaba cierta clase a su figura, por no hablar de que le añadía un par de centímetros de los que le hubiese gustado disponer. No llevaba nada de maquillaje en sus ojos, y sin su acostumbrado eyeliner sobre sus párpados parecía haber rejuvenecido hasta aparentar su edad real: quince años. Se veía extraña, y a pesar de que no usaría el adjetivo “bella” para describirse no estaba en desagrado con su nueva imagen. Antes parecía una delincuente juvenil capaz clavarte un cuchillo en cualquier momento, ahora parecía una chica astuta capaz de acabar contigo cuando menos lo esperases.
Llegó a la planta principal y entró en el comedor lo más rápido que pudo. La estancia estaba iluminada por docenas de elegantes lámparas de araña que colgaban del techo y cuya luz se reflejaba en su vestido plateado como una bola de discoteca. Jackie maldijo en silencio su estúpida vestimenta, a esas alturas todos los internos que no fuesen ciegos la debían de haber visto. Echaría de menos sus sencillas sudaderas con capucha...
Buscó desesperadamente una mesa vacía para sentarse, pero decenas de caras desconocidas le miraban perplejas desde los asientos más cercanos. Cuando estaba deseando que la tierra la tragase escuchó una cantarina voz conocida.
—¡Jackie! —exclamó Alice, intentado hacerse oír en aquel bullicio.
Localizó a la chica no demasiado lejos de ella, y avanzó a trompicones hacia la mesa de Alice, Levi y Alaric.
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Omegaverse: Jerarquía
General FictionOmegaverse: donde ser suicida te hace especial. Tras su fallido intento de suicidio, la ya de por sí desastrosa vida de Jackie se vuelve aún más difícil; sus padres adoptivos la abandonan y es enviada lejos de ellos a un extraño internado llamado O...