Nunca había sentido tanto placer de llegar a mi casa.
Aparqué el Corvette en la exagerada marquesina y salí del auto cerrandolo con el pequeño control.
Abrí la puerta principal y llegué al escaner. Eglas de seguridad. Cada vez que entraba o salía de la casa debía registrarme, como todos los empleados. Planté mi dedo en la pantalla y esperé a que el botón tornara verde.
Subí el elevador y llegué a mi piso.
Mi padre había insistido en comprar una de las más prestigiosas torres de las que había contruido la empresa Donald Trump.
La torre estaba compuesta por nueve pisos y el octavo era el mío.
Practicamente, era mi casa, pues ni compartía con los empleados y pocas veces lo hacía con mi padre.
Todo era tan lujoso que nunca me había podido acostumbrar. Cuando visitaba a mi madre todo era cómodo y natural, más humano, de por sí.
Arrojé la mochila en la cama y saqué los zapatos, los metí bajo la cama. Sanqué la chaqueta seguido por la camisa.
Demonios, una perfecta camisa Calvin Klein arruinada por un refresco.
Quité el chaleco antibalas, no era necesario pero por precaución tenía que llevarlo. Me tiré a la cama.
Esto de la escuela me estaba cansando y era el primer día aún.
Pegué el rostro de la almohada y traté de respirar. No pude.
A tientas busqué mi teléfono en la mochila y marqué el número de mi madre.
Empezó a timbrar.
''¿Hola?'' pronuncié. ''¿Madre?''
''Jude, amor, ¿cómo estás?'' dijo sorprendida de mi llamada, o eso apostaba yo.
''Ya ves, mi padre me ha puesto a terminar la escuela.'' dije adormilado.
''Pero ya la terminaste, Jude.'' ¡obviedad a la vista! ''No me digas que es otros de sus negocios''
''Sip, lo es.'' mencioné sin más. ''No te preocupes, en Matemáticas me ha ido bien'' sonreí.
''Ese hombre nunca va a cambiar'' dijo algo molesta. ''Pero si sigues siento mi pequeño geniesillo, eso está perfecto'' sentí la sonrisa a través del auricular.
''Madre, no soy pequeño, te recuerdo que tengo diecisiete'' mencioné.
''Recién cumplidos'' reímos. ''Jude, adivina qué estoy haciendo''
Me senté en la cama apoyando la espalda del espaldar de esta.
''¿Qué estás haciendo, eh?'' pregunté risueño, tenía mucho sin estarlo.
''Galletas con chispas de chocolate y trocitos de fresa'' dijo toda melosa.
''¡Oh no! No me hagas eso, estoy muy lejos'' reímos, de nuevo.
''Y bañadas...'' suspendió para que yo terminara su frase.
''¡En mantequilla de maní!'' exclamé riendo, amaba esto. ''Madre, ¿por qué?, ¿por qué me torturas así? ¡Por Dios! Las mejores galletas y me las perderé'' reí.
''Y están crujientes y calientitas'' dijo.
Mi madre era del tipo maternal, sin embargo era muy jóven, pero si hacía su trabajo. Me arrepentía de no haberle insistido a mi padre que me de más tiempo del año con ella.
''¡Por Dios madre!'' reí. ''Te extraño'' dije retorciendo la almohada en mi mano izquierda.
''¡Ay ya no te pongas emocional!'' dijo burlona. ''Yo también te extraño Judey.''
Solía llamarme Judey o Judey Budey, por mi antiguo oso de felpa al cual lo bauticé con el nombre de Budey. Me encantaba mucho, así que decidió llamarme Judey Budey como sobrenombre.
''Repetiré las galletas cuando vengas para Navidad'' la única semana que podía pasar con ella. ''Pero tienes que sacar buenas, es más, las mejores calificaciones de toda la escuela'' dijo ejerciendo su papel, el cual sabía que era toda una burla creada por ella.
Rió.
''Claro madre, eso lo prometo.'' dije.
''Judey, tengo que colgar o las galletas saldrán quemadas del horno.''
''¡Oh por Dios! ¡Te llamaré luego! ¡Esas galletas no se pueden quemar!'' dije, ella rió.
''Hablaremos en otro momento, promete llamarme, hijo'' dijo, su risa se había vuelto más lejana, como un eco.
''Lo prometo, te amo madre'' dije
''Yo igual, amor.'' colgó.
Dejé la línea abierta, yo no quería colgar. Empezó el zumbido y tuve que presionar el botón rojo.
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Still There
Teen FictionJude, hijo de uno de los narcotraficantes más buscados en el mundo por la Interpol, vive su vida a escondidas gracias a los negocios de su padre. En busca de la tranquilidad total junto a su madre se embarca en algo que jamás creyó que le pasaría a...