Innocent Love.『2Doc/TERMINADA』

Preludio.

Murdoc término rápidamente su sándwich de mantequilla de maní con mermelada. Escuchó como la puerta del baño se abrió y miró como el vapor abandonó la habitación.

Hannibal salió con una toalla en la cintura y otra secando su cabello.

— ¡Oh, ganaste! —dijo el mayor, usualmente golpeaba a Murdoc con el sándwich en la cara.

El menor no respondió y le lanzó mermelada al pecho, haciendo enojar al albino.

— ¡Pequeño imbécil, acabo de bañarme! —gritó.

—No te gusta que te lancen la comida, ¿¡Cierto!?

Hannibal golpeó al menor en el rostro, pero este le respondió con una patada en su zona baja.

— ¡Ya basta los dos! —gritó Sebastian, pues estaba viendo televisión y no quería tener que subir el volumen por culpa de sus hijos. — ¡Hannibal, ve a vestirte! Harás que queramos sacarnos los jodidos ojos —mira a Murdoc. —Tú, pedazo de mierda, haz algo productivo y hazle el desayuno a tu hermano. No quiero que lleguen tarde.

Cada uno hizo lo que se le pidió, aunque Murdoc lo hizo insultando a todo el mundo.

El albino salió de su habitación, vestido totalmente de negro, a excepción de la camiseta, la cual era blanca y sin mangas. Subió los pies a la mesa y comió los sándwiches que su hermano menor preparó.

— ¿Qué hora es? —preguntó, mirando como Murdoc acomodaba sus libros.

—Entramos en 30 minutos.

—Nunca acomodas tus libros —afirma sonriendo. —Ni te bañas o te levantas temprano para ir a tu absurda escuela.

—Lo mismo te digo, te han suspendido muchas veces por llegar tarde. —dice con un tono de molestia en su voz. —Hoy llegarás temprano porque quieres ver a Nancy. —burlón. —Pero ella no te hará caso, como siempre.

El mayor bajó los pies de la mesa.

—Y tú de seguro quieres ver a tu novio. —suelta una risa.

El rostro del infante de 12 años, se tornó totalmente rojo.

— ¡Él no es mi novio!

—Ajá. —canturreo el guitarrista. — ¿Cómo se llamaba? ¿Face-ache?

— ¡Stuart Pot! —lo corrigió molesto el menor.

— ¡Defiende a tu novio, Mudzy! —dijo el albino.

El mencionado se lanzó a golpearlo, hasta que Sebastian se levantó realmente molesto.

— ¡Ya los dos! ¡Larguénse de una buena vez!

Sin decir nada más, los hermanos Niccals se fueron, molestándose en todo el camino.