Capítulo 1

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Siempre había sabido que los alumnos populares tenían algo fuera de lo normal. Algo que les hacía destacar por encima de la media y que les daba derecho a gobernar a todos subidos en tronos de hierro. Pero nunca había pensado que fuera aquello que estaba siendo revelando en este preciso instante. ¿Sería capaz de aceptar la verdad? 

Cuando conoces nueva información de alguien, se vuelve más difícil tratarle de la misma forma. A veces, te alegras y te cae mejor. A veces, te asusta y quieres huir. No quieres mirarle a la cara y darías lo que fuera para volver atrás. A tu cómoda ignorancia, que era más segura también.

A había llegado por primera vez a ese instituto en 4° de la ESO. No se le daba mal adaptarse, ya que era alegre y de mente abierta. Daba segundas oportunidades a cualquiera y aceptaba a cualquier persona que tuviera algo especial que ofrecer al mundo. Sin embargo H llevaba desde el primer curso en el mismo instituto y todos ya le conocían. Sus compañeros se comportaban como sus leales súbditos, a pesar de sus constantes comentarios mordaces. Soltaba uno cada martes y jueves, añadiendo uno los lunes a las 11:00 si estaba de suficiente buen humor como para premiar a alguien con un pedazo extra de su arte.

Al principio del todo A no sabía que esperar de H. A nunca había ido al colegio antes, ya que estudiaba en casa con su progenitores, antiguos docentes en el campo de las ciencias. Pero, al haber leído libros conocía la cruda realidad y sabía lo que solía pasarle a la gente como su persona con elementos como H. No acababa con el protagonista sonriendo, eso sin lugar a dudas. Aunque no lo había experimentado personalmente, ya le parecía peligroso desde la segura lejanía del otro lado de las páginas. Por eso tampoco almacenó demasiadas ilusiones el primer día. En parte, ya había aceptado lo que podía pasar y prefería morir luchando que rendirse sin presentar batalla.

Sin embargo, H le ayudó a integrarse e incluso se saltó su acostumbrado comentario mordaz del martes en su honor. H pensaba que A tenía algo especial, que era interesante. A no le tenía demasiado cariño a la palabra "especial". Pero sí que había notado que H le observaba mientras asentía y se perdía en unos pensamientos que A solo podía imaginar. A veces, los amigos de H se unían a esta observación. Todo eso llevaba pasando desde los primeros días pero se hacía más constante con el paso del tiempo. Se sentía objeto de una especie de prueba, y dado su escaso éxito en los exámenes recientes de la mayoría de asignaturas, no tenía demasiadas esperanzas de haberla aprobado.

Llevaban ya dos semanas de curso cuando empezaron a ocurrir cosas. En ese momento, la clase estaba prácticamente vacía. El recreo estaba a punto de terminar y el timbre pronto liberaría las masas de alumnos que llenarían ese ahora callado espacio. Pero de momento solo estaban A, H y F. Por mucho que A hubiera intentado hacer más amigos aparte de H, no le había sido posible. Le monopolizaba tanto que se sentía como debajo de una manta detrás de la cual los demás no se atrevían a mirar por culpa de su constante compañía malvada. A quería tener a alguien más, para poder confiar en otra persona de no fuera H, seguía teniendo sus sospechas. Seguía sin tener claro que su simpatía fuera verdadera o que su amistad fuera desinteresada. 

Sin embargo, F tampoco era una solución muy acertada. F destacaba por no dirigir la palabra a nadie más allá de lo necesario. También llamaba la atención la práctica burbuja en la que se encontraba y que siempre parecía tener la misma cara de apatía. Nadie, y es decir nadie le molestaba. Ni siquiera H se atrevía, pero tampoco era porque le diera miedo ni nada por el estilo. Simplemente era una hormiga para la cual no se tiene tiempo, ganas ni interés en aplastar. No merecía la pena molestarse, y por eso le dejaba vivir tranquilamente. No siempre había sido así, pero poca gente se acordaba. Esa nueva realidad les había absorbido hasta que la aceptaron. 

A pesar de ello, A intentó acercarse a hablarle. Al fin y al cabo, seguro que en su interior F quería hablar con alguien después de tanto tiempo sin rumbo entre solo sus pensamientos. A se aproximó a la mesa donde F estaba y puso sus dos manos encima de ella suavemente. F levantó la cabeza del libro que estaba ojeando y le miró interrogante. A golpeó los dedos contra la madera formando un ritmo, sin saber bien que decir.

—Emmm... Hola, me llamo A. Tú eres F, ¿verdad?

—El único y verdadero—bajó la mirada otra vez rápidamente, dando a entender que la conversación no tenía más futuro. Sin embargo A veía a H acercarse y quería librarse de su compañía un rato más.

—¿Qué lees?—le preguntó, sentándose en la silla de enfrente mientras rezaba para que le hiciera caso esta vez.

—Un libro—replicó sin levantar la cabeza.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de A al oírlo. Esa solía ser su respuesta cuando la gente cotilla le preguntaba esa tontería. Se había apresurado tanto en entablar una conversación fluida que no había caído en el poco sentido de lo que acababa de preguntar.

—Menos mal que lo has dicho, ya creía yo que leías una cabra— respondió con un tono burlón.

F levantó la mirada al fin. Cerró el libro tras mirar el número de la página y permitió que una de las comisuras de sus labios se alzará levemente.

—Mira A... Buena apreciación, pero antes de que H nos interrumpa me gustaría comentarte algo.

F esperó a que A asintiese con cara de curiosidad antes de continuar.

—He notado que H se está interesando por ti, quizás demasiado. Al principio no pensaba decirte nada pero dada la iniciativa que has tenido de hablarme supongo que luego me sentiría mal si te pasara algo y yo ni te hubiera advertido.
Se acercó a A y habló más rápido, bajando el tono de voz. H estaba a una distancia de cinco pupitres y se iba aproximando. Comentaba algo despreocupadamente con unos compañeros que habían llegado, pero miraba de reojo la conversación y se notaba que deseaba escucharla.

—Hubo un tiempo en que H también tuvo interés en mí—confesó F—Incluso una vez me invitó a su casa a hacer un proyecto, pero pasó algo extraño. Al principio todo iba normal, pero el final está vacío. No recuerdo nada, está todo borroso en mi mente. Ni siquiera recuerdo haber vuelto a mi casa por mi propio pie, sin embargo allí estaba, ¿sabes? No creo que fuera nada bueno y aún sigo intentando averiguar que pasó. No me fío demasiado de alguien que está lo suficiente mal de la cabeza como para llevar gafas de sol dentro de clase. Por eso solo te digo que tengas cuidado, ¿vale? Simplemente me da mala espina.

—!Oh! Yo también creo que habrá un examen sorpresa de Física ahora. Y es un cabrón impertinente y un muermo de profesor— interrumpió H sonriendo a F.
Acababa de llegar y parecía que solo había escuchado la última frase, pero a A le dio escalofríos la forma en la que miraba a F. H se giró, a punto de abrir la boca para comentarle algo a A pero el timbre actuó. Como una bomba liberó tal ruido y actividad que le hizo abandonar el intento.

A se sentó en su sitio con la cabeza un tanto liada. ¿Porque le iba a mentir F? Pero también, parecía totalmente una broma de mal gusto. Cuando ya habían pasado diez minutos se dio cuenta de que le habían puesto una hoja en la mesa y que debía estar haciéndola hace ya un rato. Era una prueba sorpresa. Se giró y miró a H que sonreía tranquilamente, como si ya hubiera sabido que iba a pasar. Como si el anterior comentario no hubiera sido otra cosa que una pista de un futuro que H ya conocía como la palma de su mano.

Y le llamó la atención a A por estar de espaldas, lo que le hizo empezar a concentrarse un poco más. Igualmente, Física era una de las únicas asignaturas que se le daban bien, por lo que no tuvo demasiado problema. Y se sentaría esa tarde en su casa corrigiendo los exámenes. Mientras, sorbería una taza de su té favorito y se maravillaría ante los cálculos perfectos y la minuciosidad de A. Pero eso A no lo sabía e Y tampoco pensaba decírselo por el momento.

A salió bastante contento de esa hora pero, cuando ya creía que había sido suficiente por hoy, vio a H llamándole desde el otro lado del pasillo. Lo que A no sabía era que H, se había pasado los dos últimos minutos haciendo comentarios al aire del tipo: "Seguro que sí lo es", "No puedo volver a fallar" y el preocupante "Si no lo es le tendré que..." mientras le esperaba.

Cuando A llegó donde estaban, la demás gente del pasillo se despidieron a toda prisa y se apresuraron a irse. Entonces H le dijo la frase que mantuvo a A toda la noche en vela.

—¿Te apetece venirte mañana por la tarde a mi casa a hacer un proyecto? 

Letras con sentimientos[#PGP2018] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora