Capítulo 3

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Las palabras "Modales de la casa, especialmente para usted" despertaron a A. Se levantó llevándose la mano a la cabeza con dolor. Se acordaba de todo lo que había pasado pero ahora estaba en un sitio totalmente diferente y no creía haberse movido. Al menos no por su propio pie. La persona que tenía delante no era H, eso seguro.

—¿Quién eres?—le preguntó A, mirando a su alrededor para descubrir cuatro paredes desnudas que no le dieron ninguna pista de su ubicación. Debía de estar en un cuarto que servía de trastero, solo tenía una salida.

—Me llamo D, pero podrías llamarme como me diera la gana, te da igual porque no sabes quién soy. Yo sí que sé quién eres, te hemos estado observando y me han contado muchas cosas sobre ti—se paró a mirarle detenidamente—La verdad es que me esperaba algo un poco más... impresionante. —dijo D, mintiendo en la última parte.

A se rió. Quizás esperaban que empezara a dar volteretas o que levantara toneladas de peso con un solo brazo. No podía ni quería hacer nada de eso por lo que no respondió.

Un pitido pronto rompió el silencio incómodo que se había formado. Una bombilla que A no había visto antes se volvió de color verde. Entonces D se dirigió a la puerta y abriéndola le invitó a cruzarla para enseñarle el lugar. D era la persona encargada de recibir a la gente nueva y de hacerles un tour de visita antes de dejarles en manos de los superiores. Además, solía ayudar a prepararles para toda la información impactante que les iban a dar.
A hizo millones de preguntas pero D solo le contestó a dos de ellas.

—¿Qué es este sitio?

Nada, no respondió.

—¿Qué significa "AP"?— dijo A señalando el logotipo que había por todas las puertas que se cruzaban.

Nada, no hubo respuesta.

—¿Me vas a contar algo?

—Te dirá todo ahora el jefe dentro de un rato—respondió a una al fin.

—¿Vais a matarme?—contratacó A.

Nada, ni una palabra.

—¿Cuánto tiempo ha pasado?

Nada, ni una letra.

—¿Volveré a mi casa?

Nada, como si fuera una pared.

—¿Eres idiota?

—No, pero tú sí.

Al final A se calló y dejó que D hablara. D le enseñó todas las dependencias hasta la sala de reuniones. La puerta estaba custodiada por dos personas de cara seria y aspecto peligroso. Según D se llamaban G y N. Cuando A pasó en medio para entrar en la sala, su suposición de que eran de la misma sangre se asentó. Eran como dos gotas de agua, tan iguales que A se cuestionó por un momento si no estaría viendo doble como efecto secundario del golpe que aún le dolía.

—Esta es la segunda parte de nuestro proyecto de esta tarde, A— le recibieron las palabras de H.

La sala era amplia, con grandes ventanales que daban al atardecer. Al menos así sabía que no había pasado demasiado tiempo, aún no se había hecho de noche del todo. En una mesa alargada estaba sentado un grupo enorme de personas más o menos de su edad. A pesar del aire de seriedad que había en el ambiente, las sillas de diferentes colores y las posturas informales provocaban una disconcordancia.

Letras con sentimientos[#PGP2018] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora