Capítulo 4

51 21 5
                                    

A se quitó una piel de plátano de la cabeza para poder taparse la nariz con la mano. Olía como si sus abuelos estuvieran allí. No los veía desde hace once años, cuando sus padres le habían dicho que ellos se habían ido de vacaciones a un lugar lejano por lo que el olor no era nada recomendable.

Salió del contenedor abriéndose paso a través de la basura acumulada. Se encontraba en la esquina de la calle de H. Descubrió una especie de ventanas que tenía el maloliente sitio, por dónde se podía espiar todo lo de alrededor desde dentro sin ser visto. La AP se situaba en el sótano de la vivienda y poseía un elemento de vigilancia estratégicamente situado. 

Así era como H había visto la llegada de A antes y así era como podía controlar cualquier peligro o ataque de las cercanías.

A reconoció que estaba bien pensado.
Pero ahora no sabía que hacer. Se quedó mirando a ambos lados, buscando cualquier pista sobre cual debería ser su próximo movimiento. Pasó revista mental de su inventario pero acabó pronto. Tenía solo el caramelo y la pegatina. Les dió vueltas a ambos en sus manos. Ya estaba a punto de quitar el envoltorio del primero para comérselo, cuando vio algo en la pegatina que le llamó la atención.

Había una dirección escrita. Se dirigió hacia allí sin dudarlo, no tenía nada que perder. Todo esto ya se había desmadrado demasiado como para que una simple visita a, lo que parecía ser una cafetería, afectara mucho a su vida.

Lo que A no sabía era el gran cambio que estaba a punto de ocurrir y el gran favor que H le acababa de hacer sin saberlo. La anterior experiencia en la AP le había cambiado parte de su mentalidad. Pero es que el siguiente suceso estaba destinado a robarle el corazón.

Cuando llegó al sitio solo le preocupaban dos cosas. Que le iba a decir a sus padres. Eran casi las diez de la noche y no había estado en casa desde la comida. Luego, conseguir cuánto antes un café para no dormirse en el instante. En cuanto lo hiciera, se sentiría capaz de enfrentarse a cualquier misión que se presentase por compleja que fuera.

Era una cafetería pequeña, de esas modernas llenas de cristal y muebles blancos adornados con colores fluorescentes. B atendía la ahora vacía barra con un delantal verde anudado alrededor de su cuerpo. 

A leyó su nombre en el cartelito que llevaba enganchado en el pecho y pronto este ocupó el lugar principal de su mente. Puso esa maravillosa letra en un altar dentro de su cerebro, sabiendo que a partir de ese instante, cualquier fantasía que tuviera tendría a B de protagonista. Cualquier pensamiento, sueño o deseo amoroso.

Pero, por el momento todo había ocurrido solo en su interior. Debido a la cara de interrogación exasperada que le estaba poniendo, aún quedaba un largo trecho que recorrer antes de hacer realidad sus ilusiones.

—¿Quieres algo...?—le preguntó B saliendo de detrás del mostrador limpiándose las manos con un trapo.
—Bueno...me llamo A. Me gustaría mucho un cortado con hielo, pero en realidad esa no es la razón por la que he venido aquí.

—Ah, claro.—comprendió B en cuanto vio las cosas que A sostenía.

Cogió la pegatina y, quitándole la parte de detrás, se la pegó en el hombro a A con una fuerte palmada. Luego cogió el caramelo y se lo metió en la boca, para después tirar ambos papeles a una papelera cercana.

Letras con sentimientos[#PGP2018] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora