Lily

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De nadie seré solo de ti hasta que mis huesos se vuelvan cenizas y mi corazón deje de latir.

-Pablo Neruda
1549 - Nueva España-

Nací en una tarde muy soleada del mes de Abril de 1549, mi madre decía que fui como un rayo de luz aún más intenso que el sol que hacia afuera, mi madre, siendo mestiza se enamoró de un hombre sombrío y con poca sensibilidad, pero mama siempre decía que él era así porque tenía que mantener una imagen, aunque mi madre no tenía mucha educación, siempre tenía ganas de aprender, gracias a mi padre aprendió a leer y escribir, y gracias a él tuvo una mejor vida y como todas las mujeres de esa época mi madre dio a luz en una casa de campo que se notaba por ser española, era enorme aquella casa, tenía grandes columnas en la entrada, y flores por doquier, la casa daba vista a una pequeña laguna, mi madre y yo solíamos sentarnos al borde de la laguna y jugar con el agua, después nos tumbábamos en el pasto y mirábamos el cielo, todo fue hermoso, de alguna manera lo fue, aunque nunca sentí nada, sabía que fue hermoso, porque no sentía nada?, ni siquiera yo lo sabía, solo sabía que era algo malo, no sentía nada, desde una pequeña cortada hasta una quemadura, nada, no había nada, mis padres muy preocupados intentaron curarme, me llevaron con doctores que llegaban desde España, y todos siempre decían lo mismo, mi condición era muy mala, al no saber lo que mi enfermedad era, podía morir, como no podía sentir nada, al lastimarme no podía dar alguna señal que les indicara a mis padres que algo me pasaba, pero ante todo eso mi madre siempre me miraba con cariño, una mirada con tanto calor, que remplazaba todo lo que no podía sentir, al menos mi madre me miraba con cariño, nada comparado con la mirada de mi padre, a veces me miraba como si fuera un fenómeno, y a veces me miraba con tristeza, y lo veía llorar en su estudio cuando me sorprendía mirándolo me dedicaba una sonrisa melancólica y cerraba la puerta.

Mi madre y yo éramos muy unidas, pasaron los años y yo cumplí diez años, mi madre se desvivió por hacerme la mejor fiesta de cumpleaños, me preparo un rico pastel y mi comida favorita, papa por primera vez en todos los cumpleaños que había pasado me miraba con cariño y esta vez no me veía como si me fuera a romper, paso mi celebración y mi madre enfermo una semana después, algo raro al parecer, papa lucia otra vez con ese aire desorientado, la casa se veía más apagada, mama y yo ya no dábamos paseos, mi padre me contrato una nana, era una esclava mulata que venia del Congo (áfrica), Rawna me contaba historias de su pueblo y como desde pequeña trabajo en el campo.

Mi madre con el paso de los días se veía más apagada, yo solía ir a su habitación y verla dormir mientras acariciaba su cabello, y jugaba con mis manos, siempre nerviosa y ansiosa por esperar que mi madre se levantara y me dedicara esa sonrisa que tanto anhelaba, pero el tiempo seguía y no podía detenerlo, se escurría rápido, solemne y sin compasión, mi madre parecía una mariposa con el ala rota, tan frágil pero siempre hermosa, incluso llegue a imaginarme a mi madre como una de esas muñecas de porcelana, siempre tan inmaculadas y perfectas, así era ella, largas y oscuras pestañas, una piel muy fina de un hermoso tono acaramelado, que por desgracia yo no herede, y una hermosa melena con rizos que yo tampoco herede, algo raro me pasaba, y no sabía que era, solo sabía que era algo parecido al dolor, o al menos así lo relacione, dentro de mi dolor imaginario, sufría por no poder sanarla, por no parecerme ni un poco a ella y por no hacer que la casa se viera como antes. Mi dolor era producto de mi imaginación, pero al menos era algo, y sufría por no haberlo sentido antes, por sentirlo ahora, y por suceder en ese momento.

Ya casi no veía a mi padre, ahora se preocupaba más por cerrar bien la puerta de su estudio, y me impedía que espiara, me sentía rara, Rawna me consentía y jugaba conmigo, yo jugaba pero no me divertía, no sentía lo mismo que sentía cuando salía con mi madre, mi madre lo era todo para mí, era como el sol que salía cada mañana y era esas tardes cálidas que hacían que mi piel se estremeciera de manera extraña pero era una sensación grata, mi madre era hermosa, mi madre era la mujer más cálida que conocí, era el sol, pero el sol se oculta y así como el sol y como esas hermosas tardes que me gustaba admirar mi madre se fue, se fue como un suspiro y no puede retenerla, el tiempo me hacia otra vez una mala jugada, y ahora yacía en una orilla de mi habitación, y un líquido que no conocía caía por mis mejillas, y ahora mi piel se estremecía pero era horrible, tenía miedo, mi madre ya no estaba, jamás volvería a ver su bella sonrisa, jamás volveríamos a jugar con el agua de la laguna y jamás volvería a mirarme con cariño, mi madre era el sol, mi sol, y mi sol se había ocultado.

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