Paso 5: ¿Mascotas? ¿Gatos? ¿No te bastaba con un suicida?

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-¿Por qué de pronto parece que el supermercado queda tan lejos de casa, Doppo?

-Porque está lloviendo.

-¿Lloviendo? Yo a esto lo llamaría inundación inminente, no lluvia.

-¿Qué quieres que haga, Osamu? Mi habilidad es hacer aparecer cosas, no controlo el tiempo.

-Ojalá lo hicieras.

-No soy Margaret Mitchell.

-¿Quién?

-La mujer del Gremio a la que Akutagawa ensartó.

-¿La del complejo victoriano que está liada con el cura?

-Esa.

-Menos mal que no lo eres. Te prefiero a ti, la verdad.

-¿Es porque te hago la comida?

-Por eso, por tus abdominales, por tu culo, por tus brazos, por tus manos, por lo bueno que eres en la cama, por...

-¿Sólo me quieres por mi cuerpo?

-Claro que no, tonto. -Sonriendo pícaro el suicida se alargó para, aun con una bolsa en la mano, rozar con los suyos los labios contrarios. Fue un toque dulce que no duró ni un par de segundos-. ¿Qué hacemos?

-Esperar a que amaine. Que te conozco, no me apetece tener que cuidarte por haberte pillado un resfriado.

-Aburrido.

-Me preocupo por tu salud. Un novio sano es mucho mejor que un novio con gripe.

Volviendo de hacer la compra -y tras ese encuentro desastroso con Mori-, la lluvia se había desatado sobre la pareja de detectives. Habían corrido hasta encontrar un tejadillo bajo el que refugiarse. Estaban a una calle de su casa y eso les molestaba. Tan cerca pero tan lejos, y con un aguacero que había calado hasta en las bolsas de plástico del súper, supuestamente impermeables. Así que les tocaba esperarse hasta que escampara justo en frente de un parque. Aburrido, el suicida se deslizó por la puerta cerrada junto a la que aguardaban y se sentó en el suelo sin importarle demasiado que este estuviera o no sucio.

-Así que -comenzó Kunikida, aprovechándose del rato que tenían por delante-, ¿malas relaciones familiares?

-No es mi familia. -Gruñó Dazai.

-¿No dijo que te había criado?

-Eso no lo convierte en mi familia.

-De hecho, creo que es precisamente lo que hace que sea tu familia.

-Me da igual. Prefiero pensar que no tengo de eso.

-¿Por qué?

-Porque lo contrario me obligaría a aceptar todas esas cosas que Mori-san hizo por mi bien, pero que no quitan que lo deteste.

El idealista suspiró. Ya conocía de antemano los tintes evitativos de la conducta de su novio, todos en la Agencia lo hacían. Sin embargo, delante de él se iba abriendo poco a poco, de forma lenta pero constante. Por eso Doppo desistió tan rápido, sin intentar presionarlo más para que le revelase historietas de su infancia. Sabía que no saldría bien.

-Háblame de tu familia. -Demandó el ex mafioso.

-¿Eh?

-Acabas de conocer a Mori-san fuera del ámbito laboral, lo más cercano que he tenido a un pa... padr... -No parecía capaz de decirlo sin ponerse a vomitar sangre-. Ahora lo justo es que me hables de tu familia.

-Pues, veamos, la verdad es que mi familia es de lo más normal. Mis padres son profesores en un instituto, ella de inglés y él de historia. No sé quién es mi padre biológico, pero aprecio al marido de mi madre como si lo fuera. Me criaron con bastante cariño, aunque mi madre siempre insiste en que tengo un trastorno obsesivo-compulsivo porque no me llevó al psicólogo a tiempo. Y, ahora que lo pienso, no les he dicho que tengo pareja.

-¿En serio? Que no lo haya hecho yo vale, pero tu situación parece mucho menos complicada.

-Y es que no es complicada en absoluto. Me llevo bien con ellos y los llamo de vez en cuando. Simplemente se me pasó contárselo.

-Si no te conociera, me sorprendería ese despiste.

-¿Cómo que si no me conocieras?

-Siempre pierdes las gafas cuando la llevas puestas.

El rubio bufó por lo bajo ante las molestas risitas de su compañero. Molestas de puertas para fuera porque, aunque no se lo dijera a la cara, le encantaba oírlo reír fuese cual fuera la situación.

La lluvia seguía cayendo incesante, sin darles ni un minuto de tregua, ni un segundo para poder salir corriendo hacia su casa. Osamu dejó vagar su mirada por el parque frente a ellos. No buscaba nada en particular, pero se encontró con algo inesperado. Al lado de uno de los columpios del parque había una caja de cartón como las que usaron para la mudanza. Empezaban a desarrollar una fobia hacia esos chismes. En un primer momento no le llamó la atención, pero después percibió un movimiento, como si tuviera algo dentro.

-¿Qué es eso, Doppo?

-¿El qué?

-Eso, en la caja.

Kunikida frunció el ceño sin ver nada en particular, antes de interrogar a su pareja con la mirada. El suicida puso los ojos en blanco, se levantó del suelo dejando allí tirada la bolsa y salió corriendo en dirección a la caja misteriosa.

-¡Oye, Osamu!

Trató de detenerlo, pero a Dazai no le importaba mojarse con tal de saciar su curiosidad. Y al cabo de unos segundos, los impulsos de seguirlo fueron demasiado fuertes para el detective rubio. Se encontraron bajo la lluvia en un abrir y cerrar de ojos. Tardaron exactamente un parpadeo en calarse por el torrente de agua que caía. Y según se acercaba a la caja, el moreno percibió un quejido que corroboró su predicción sobre el contenido. Al agacharse y mirar dentro, vio a un pequeño gatito gris tan mojado como ellos. Pedía ayuda con sus tristes y desolados ojitos abandonados. Por un instante, a Doppo le recordó demasiado a ese aura tan amarga que emanaba su compañero. Y quizá el mismo Osamu también se viera identificado, porque no dudó ni un segundo en cogerlo, sacarlo de la caja y envolverlo en su chaqueta. Ambos detectives volvieron bajo el tejadillo lo más rápido posible. El pequeño gato se acurrucó en sus manos, pegándose al pecho del ex mafioso para obtener algo de calor, que al pobre felino le hacía falta.

-Mira -susurró-, te dije que había algo en esa caja. Pobrecito, parece que lo han abandonado.

-Todavía es una cría. -Comentó el rubio, acariciando esa pequeña cabecita con un dedo. La criatura les cabía en la palma de la mano. Ante el roce, abrió curioso sus ojos azules.

-Hasta tiene ojos de leche. ¿Quién sería tan cruel para abandonar a una monada como esta?

-Alguien que no pueda tenerlo, seguramente.

Frunciendo el ceño, Dazai fue a acordarse precisamente de las últimas palabras de Odasaku. Ayuda a los huérfanos, le había dicho entre tantas otras cosas. Y puede que se refiriese a los humanos, pero se sentiría como si lo estuviera traicionando si lo dejaban a la intemperie y se desentendían. No podían devolver a un gatito indefenso a una caja de cartón, y menos durante semejante diluvio.

Osamu alzó al minino, colocándolo delante de sus narices. Esos ojazos azul claro que antes había visto tan asustados mostraban por él una curiosidad innata. Parecía que el suicida le gustaba pues no hacía amago ninguno de saltar de sus manos o de deshacerse de su agarre. No se quejaba. Su único maullido fue como una petición, un "no me abandones" en idioma gatuno. Y acto seguido movió una patita y rozó sin uñas la nariz del moreno.

-Parece que le caes bien. -Comentó Kunikida con una media sonrisa.

-Doppo, ¿se permiten animales en nuestros pisos?

-Bueno, el mocoso vive allí. -Ante la risita estrangulada de Dazai, el gatito giró la cabeza, como si tuviera curiosidad por saber qué era tan divertido-. Supongo que sí. Además al presidente le gustan los gatos.

-Entonces... ¿podemos quedárnoslo? -Suplicó.

-Qué remedio. Añadiré piensos y leche a los gastos semanales.

La verdad sea dicha, Doppo nunca fue muy fan de las mascotas, por mucho que en su ideal hubiese querido tener esposa y perro. Pero la sonrisa de Osamu cuando aceptó fue la confirmación de que tener gato iba a ser una buena idea. O eso creyó.

Cómo convivir con un suicida [Kunikidazai] [BSD fanfic yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora