Desde que Tama llegó a la familia, las atenciones habían estado centradas en ella. A Dazai no le molestaba. Él era quien más la mimaba, el que constantemente jugaba con la minina y quien más atención le prestaba. Adoraba a su gatita, vete a saber por qué razones. Pero, desde que apareció, había visto ciertos asuntillos de su vida privada algo desatendidos. Quizá fuese por el cansancio de encargarse de un animal, porque su pelea por el nombre se resolvió a duras penas o porque así de pronto volvían a tener exceso de trabajo, pero es que dos semanas sin hacer el amor era demasiado a ojos del moreno. Y seamos sinceros, a ojos de Kunikida también.
Esa noche que decidieron arreglarlo sin haberlo planeado, Osamu le daba la espalda a su novio. No era capaz de conciliar el sueño, pero no decía nada por miedo a despertar al otro. Creyó equívoco que estaba en el mundo onírico hasta que sintió como las manos contrarias le rascaban la espalda por encima de la camiseta que usaba para dormir. Un escalofrío lo hizo ronronear, imitando los adorables ruiditos que soltaba Tama cuando la acariciaban por detrás de las orejas.
-Osamu... -murmuró el idealista, haciendo que su compañero se diese la vuelta-, no puedo dormir.
-Yo tampoco.
-Ya lo veo.
Ambos estaban despiertos en todos los sentidos. Debajo de las sábanas, el suicida sólo llevaba una camiseta y, de nuevo, ropa interior perteneciente a su novio. Ni una venda se agarraba a su piel, Doppo ya conocía las trágicas historias de todas y cada una de sus cicatrices. Sin embargo, eso no hacía menos apasionante ni menos misterioso al precioso muchacho con el que compartía cama. Además, todavía le quedaban muchos enigmas por desentrañar en ese laberinto particular. Con delicadeza, el rubio alzó una mano para posarla en la mejilla contraria, acercando lentamente sus rostros y uniendo sus labios. Osamu sonrió mientras se besaban, pegándose al cuerpo contrario y serpenteando para subírsele encima. Sus manos se deslizaron por esos trabajados abdominales al mismo tiempo que sus lenguas danzaban, explorándose mutuamente en profundidad. Gatuno como su mascota, el ex mafioso se encaramó a su pecho sin separar sus bocas para aparecer sentado sobre las caderas contrarias.
-No pesas nada. -Susurró el idealista cuando pudieron volver a hablar.
-¿En serio? Si logré engordar unos trece kilos desde que salí de la mafia.
-¿Tan delgado estabas? Eso no es sano.
-Lo sé, lo sé. Odasaku y Mori-san solían decirme que tenía que comer más.
-Por alguna razón, no me sorprende.
-No te quejes, ahora eres tú el que se ocupa de que lleve una dieta equilibrada.
Resignado, una sonrisa se hizo presente en los labios del rubio. Volvió a acariciar el rostro de Dazai, dejando que su mano se deslizase por su mejilla y su cuello hasta llegar a su pecho. Travieso, la coló por debajo de la camiseta, provocando suspiros en el mayor por dos meses. Sin necesidad de preguntarse si querían o no hacerlo, el suicida se quitó la prenda rápidamente. El idealista lo imitó entonces, sentándose con el otro todavía subido en sus piernas y deshaciéndose de la parte superior de su pijama. Se besaron otra vez cuando Osamu pasó los brazos desnudos alrededor de la nuca de Kunikida, enrollándose en su cuerpo como una serpiente hambrienta. Las manos del más alto colmaron de caricias la espalda contraria, posicionándose estas en los omóplatos del moreno, paseándose por la columna vertebral y notando cada marcado hueso y cada áspera cicatriz. Y aprovechándose de su delgadez y de lo fácil que era deshacer a Osamu a base de un poco de cariño, Doppo lo tumbó bajo él en la cama una vez más.
-¿Sabes que era lo que más detestaba de nuestra relación de sexo sin compromiso? -Interrogó el rubio, haciendo referencia a días pasados.
-Ilumíname.
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Cómo convivir con un suicida [Kunikidazai] [BSD fanfic yaoi]
Fanfiction[Segunda parte de: Cómo conquistar a un suicida] Una vez conquistado tu suicida particular, creías que todo el trabajo estaba hecho, ¿eh? Iluso. ¿Y qué pasa cuando te propone que os vayáis a vivir juntos? ¿Lo tienes todo preparado? Ya sabía yo que n...