Paso 8: Si seguís juntos después de que haga el desayuno, vamos bien

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Su mañana comenzó con un mal presagio. El despertador sonó tres minutos después de lo que debería y no cumplió correctamente su cometido. La encargada de despertar a un Kunikida al que se le habían pegado las sábanas como si estuvieran empapadas en cianoacrilato (el Super Glue de toda la vida) no fue otra que la pequeña Tama. Ambos miembros de esa peculiar pareja se vieron agotados por sus ejercicios nocturnos y los tres orgasmos seguidos de aquella noche. Sin embargo, fue el pobre idealista quien se quedó traspuesto. Dazai debía haberse despertado antes de la hora porque, cuando el rubio abrió los ojos, ya no estaba allí. No había más humanos que él en la cama, aunque seres vivos contasen como dos.

Tama estaba al lado de su cara, tan tranquila y desvergonzada como sólo una gata confiada podría ser. Les había cogido cariño el mismo día de ser rescatada y, aunque mostraba especial preferencia hacia cierto suicida, su otro dueño también le caía bien. Por eso se presentó en su cuarto, colándose por la puerta que el ex mafioso había dejado entreabierta, y se encaramó a la cama. El idealista abrió los ojos al sentir una lengua pequeña y rasposa lamerle la nariz y la mejilla, encontrándose con la adorable minina ocupando el trozo de almohada que le pertenecía a su novio.

-Hola, Tama. -Saludó con voz ronca-. ¿Dónde está Osamu?

Con un miau le contestó la gata, antes de frotar su cabecita contra la cara del humano, solicitando mimos. Como el despertador no había sonado todavía, Doppo creyó estar yendo conforme al horario -quizá hasta un poco adelantado y todo-. Se permitió sentarse en la cama sin haberse puesto ni una mísera camiseta. Iba sólo con los pantalones del pijama cuando cogió a Tama para acariciarla un poco, rascándole la barriga y las orejas, lo que más le gustaba. Entonces empezó a pensar. La casa estaba en silencio pero a Osamu no lo tenía localizado. No se oía el ruido de la ducha, así que en el baño no iba a estar. Tuvo ciertas sospechas que auguraban un desastre. No podría haberse metido en la cocina, ¿verdad? Porque, de ser así, su piso y su vida entera estaban condenadas a una explosión. Y al oír el ruido de unos platos en el salón y oler un ligero aroma a algo quemado en el aire, se le paró el corazón. Aburrida porque Kunikida no la acariciaba como ella quería, Tama saltó de sus brazos y salió del cuarto.

El idealista siguió a su gata como por inercia, encontrándose una curiosa estampa. En la mesa del salón en la que casi nunca comían, sólo cuando había tiempo, Dazai acababa de dejar dos tazas de café que humeaban al lado de dos platos con tostadas. En el que le correspondía al rubio había una con mermelada de arándanos; y en la propia, una con aceite. Ambas tenían un aspecto requemado, con los bordes más ennegrecidos de lo que debieran, pero parecían comestibles y todo.

-Osamu...

-Oh, Doppo, llegas justo a tiempo.

Igual que él, el suicida estaba en pijama. O en lo que usaba él para dormir, que venía a ser ropa del más alto que este no se ponía.

-¿A tiempo? ¿Qué has hecho?

-¡El desayuno! -Con una sonrisa impregnada de fingida inocencia, Osamu le presentó su obra. Parecía tan satisfecho como un niño pequeño-. Lo he hecho justo como me enseñaste la semana pasada.

-¿Y no ha ardido nada?

-Que no... No soy tan gafe.

-No sé yo. Quiero ver el microondas.

-¿Y si confías un poco en mí?

-Ya lo hago, sé que nunca me engañarías.

-No hablo de ese tipo de confianza.

-Es que no sería la primera vez que quemases la cocina.

-Admito que esos espaguetis salieron muy mal. Pero alégrate, tenemos vitrocerámica nueva.

-La vieja iba maravillosa hasta que ardió.

-Al menos pudimos cambiar esos azulejos horribles.

-A mí me gustaban... Los sugirió mi madre.

-Em... venga, siéntate que se nos enfría el desayuno.

-Es que me da mucho miedo.

-Doppo, si no lo pruebas, me divorcio.

-No estamos casados.

-Por favor, que lo he hecho con toda la buena intención del mundo.

-Está bien, está bien. Lo probaré, pero deja de mirarme así.

Suspirando y teniendo cuidado de no pisar a Tama, el idealista se sentó en su sitio. A su lado, Dazai hizo lo propio, empezando a desayunar. El café era del día interior, lo había hecho él, así que estaba seguro de la calidad de su sabor. El problema era esa tostada. Sentía más terror ante ella del que Dostoievski podría soñar siquiera con causar. Pero la mirada suplicante de su novio pudo con él. Al final se la acercó a la boca y la mordió. Masticó con parsimonia, saboreándola. Después de un par de muerdos bebió un sorbo de café y repitió la operación. Se la estaba comiendo. Al suicida se le iluminaron los ojos con la emoción que tendría su antiguo yo si una belleza aceptase sus propuestas de suicidio doble.

-¿Y bien?

Kunikida no respondió instantáneamente. Esperó a terminársela, sabiendo que la expectación carcomía a su novio por dentro. Bajo la mesa, el ex mafioso había cruzado los dedos y se mordía nervioso el labio inferior.

-Ha sido comestible. -Declaró el rubio-. De hecho, hasta ha estado rica.

-Por favor, eso era obvio, la he cocinado yo.

Con el pecho henchido de todo orgullo y alivio que pueda provocar una simple tostada, Dazai recogió los platos para llevarlos a la cocina. Su sonrisilla permaneció perenne incluso ante la ceja levantada de su compañero. Y una vez en la cocina está se ensanchó. Dejó los platos en el fregadero y se permitió dar un saltito de alegría. No se había dado cuenta de que Doppo lo había seguido hasta allí.

-Le ha gustado. -Canturreó feliz, antes de verse atrapado por los brazos del rubio, que lo abrazó por la espalda sobresaltándolo.

-Eres adorable. -Murmuró.

-Y tú un tramposo. No vale espiarme.

-No te espío, vivo aquí. -Se rio-. Y, ¿sabes qué? Creo que aceptar la convivencia fue la mejor decisión de mi vida.

Cómo convivir con un suicida [Kunikidazai] [BSD fanfic yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora