La Muerte Todo Transforma

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Era de noche y Devatta poseído por la ira daba vueltas en su habitación, pensaba en mi posible victoria y cegado por su ego, con la rabia haciendo un nudo en su garganta empuño un cuchillo. Camino por los pasillos del que sería mi reino,  inseguro y presa del mal, con ganas obsesas de destruir la belleza y la vida; Perpetró como una sombra los aposentos de Sujata y en silencio, sin mediar palabra, ni el aire de un susurro, le apuñalo tantas veces como pesaba su ofensa, mientras yo presa del cansancio y la desazón dormía. Devatta tapo su cuerpo con las sabanas y como ladrón en medio de la noche, se interno en el bosque y la belleza, víctima de la nube negra de muerte, despojada de su luz, fue arrojada al río.

Busque a Sujata de manera incansable, sin embargo nunca puede encontrarla, pero algo, en lo más profundo de mi, estaba vacío, triste, desolado, sabía que algo le había sucedido, veía la sonrisa traicionera de Devatta, pero nunca lo supe, y su maravillosa voz jamás podría podría decírmelo ya.

Pasaron los años y pese a que el recuerdo de Sujata estaba implantado en mi como quien recuerda la más bella mañana, a petición de mi padre y tras muchos diálogos, finalmente contraje nupcias como deberían ser las labores de un futuro Rey. Ella era una joven bella de carácter dulce y decidido, con quien tuve un primogénito. Sin embargo mi cabeza y mi espíritu inquieto continuamente filosofaban sobre la vida austera, sobre la vida santa, sobre la iluminación, sobre la muerte, sobre Brahama, sobre Mara. Casi a los 29 años, deje atrás mi antigua vida como príncipe, a mi esposa y a mi hijo de seis años, nunca olvidaría a Sujata y su extraña desaparición.

Salí del reino en la noche, y me interne en el bosque,  lejos de aquel palacio, lejos de los señores, de los sirvientes, lejos de riqueza o posesión alguna. Camine en busca de algún monje o Brahmán que logrará instruirme, alguien que diese respuestas que apaciguase con sus conocimientos como un bálsamo mi alma. Se que voy en busca de algo invisible quizás, tras algo inalcanzable, inefable o imposible.

Caía la noche cuando encontré un mendigo junto al fuego, que me miraba intimidado y con miedo. Le ofrecí algo de comida y cambie mis vestiduras reales por los viejos harapos de aquel hombre. Mientras yo le entregaba mi pasado, el me ofrecía su presente, de repente sentí que mi mente no podía acallarse, 1, 2, 3 4 y lo he intentado muchas veces; demasiados recuerdos difíciles de abandonar... ni en el camino más largo podría borrar lo que siento5, 6, 7, 8... seguiré contando hasta que mi mente se calle, como una dieta mental, hasta que todo quede en completo silencio.

La mirada de mi esposa, la desolación del Rey, los ojos de mi hijo en su cuna... Dioses, santos, atended a vuestro servidor en este momento de necesidad. El echo de no llevar el pelo largo ni ropajes pesados, me resultaba estimulante y desconcertante a la misma vez. Caminar en linea recta y sin rumbo... Las imágenes fluían en mi mente enredando mi conciencia; son como simios que saltan de árbol en árbol, dentro de mis ideas, de imagen en imagen, de recuerdo en recuerdo... 9, 10, 11, 12... llamo a mi presente, como aquello único y real y acallo mi mente.

A lo lejos vi un grupo de delgados monjes, hombres De Dios, temerosos de ladrones y asesinos a sueldo del camino. Me alejare de ellos donde no puedan verme, no quiero que me inviten a reunirme con ellos, pues si hay algo peor que la monarquia es la falsa santidad.
Seguiré contando.

Yo, Siddharta Gautama Buda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora