Amy

Capítulo 3

•La frustración•

  Nunca volvió a comentar nada de su viaje a aquel bosque de Prince Hill, sólo volvía a aquel bosque en su recuerdo.

  Decidió irse a una playa virgen, "La Herradura Blanca " se llamaba. Herradura por su forma vista desde el cielo, y blanca porque de ese color era sus arenas. Quería intentar olvidar lo máximo posible sobre ese viaje traumático.
  Los luminosos amaneceres, la luz del sol reflejada por las cristalinas aguas en los mediodías, y los atardeceres con el cielo bañado de colores rosados y anaranjados, y las noches silenciosas interrumpidas por el romper de las pequeñas olas.
  Por las tardes, sentada en la arena, la brisa marina y el gran silencio de la playa celebraba con ella el final del día. De noche, el cielo estrellado la bañaba en un profundo sueño.
Amy volvió a su tranquila normalidad. Vivía temporalmente en una cueva que daba a la playa. Era un lugar mágico. Nadie iba allí, parecía que era un lugar desconocido para el mundo. Se despertaba por las mañanas con "la música" que producían el romper de las olas en la orilla de la playa. La arena era tan blanca, parecía azúcar. El agua era cristalina, y se podían ver todos los peces que estaban por allí, de diferentes colores a cada cual más llamativo. Pero todo lo comienza acaba, llegaron ellos. - Cinco camiones, tres excavadoras y cuatro coches oficiales.
  ¿Plan? Empezar con una mega construcción, de lo de siempre, urbanizaciones de chalets a partir de primera línea de playa, hoteles... etc.
 
  El caso era construir lo máximo posible para así poder ganar más y más dinero que no iba a hacerles más felices. Contaban con todos los permisos pertinentes, todo estaba listo para empezar cuanto antes. Sabía que pronto aquella playa estaría llena de personas, chiringuitos, duchas a la salida de esta, etcétera, y que una persona como ella no podría hacer nada para parar semejante atrocidad a la naturaleza. Nadie pararía aquellos proyectos porque una persona sin mayor autoridad que ellos se quejara. Las urbanizaciones, allí en el futuro, se podrían contar por pares, al igual que los hoteles y otros edificios de ocio como casinos, centros comerciales... Se sentía responsable de aquellas obras porque no presentó ninguna queja ni nada similar, pero tenía que ser realista. Sin mediar palabra, cogió sus pocas pertenencias y se fue, cabizbaja.

  Cerca había una pueblo casi deshabitado, sólo vivían algún pastor, agricultor o un grupo de ancianos, con una carretera secundaria que la travesaba. Se dirigió para allá.