Miedo

70 5 2
                                    

Will encontró a Tessa en uno de los bancos del enorme jardín del Instituto. Llevaba un vestido del color del cielo al mediodía, claro pero intenso, con adornos en los bajos. Tenía un libro abierto en las manos y Will podía afirmar con bastante certeza que la historia era apasionante, pues los ojos de la chica recorrían las páginas con velocidad y se mordía el labio. El nefilim conocía bien esa sensación, querer leer más rápido para saber qué les deparaba el futuro a los personajes y, al mismo tiempo, no querer terminar el libro nunca. Will observó a Tessa un buen rato hasta que la chica suspiró y cerró el libro de golpe.

—Idiota —oyó Will murmurar a la chica.

—¿El personaje o el escritor? —preguntó, haciendo que ella diera un respingo.

—Me has asustado —dijo Tessa, levantándose del banco y acercándose a él.

Will sonrió.

—Esa era mi intención.

La chica le dio un puñetazo suave en el brazo y rió.

—Eres idiota.

—Y guapo —añadió Will, ganándose otro puñetazo por parte de la muchacha, cosa que sólo lo hizo reír más—. Al menos te he hecho reír; los puñetazos han valido la pena.

Tessa se sonrojó y se mordió el interior de la mejilla. Will le apartó un mechón de pelo de la cara.

—No has respondido a mi pregunta —susurró mirando a la chica a los ojos—. ¿Quién es idiota?

Tessa le miró con esos hermosos y grandes ojos que hacían que el autocontrol de Will volara fuera de su alcance.

—Tú —musitó. Y antes de que Will pudiera reaccionar, Tessa ya había acortado la distancia entre ellos y había juntado sus labios. En ese momento, Will dejó de oír a los pájaros, dejó de sentir el viento y el sol sobre su piel. Sólo podía pensar en Tessa, en su boca sobre la de él, en sus labios, suaves y cálidos como los primeros rayos de sol por la mañana. Le puso una mano en la cintura y acarició la tela que cubría la piel de la chica. Ella se pegó más a él y profundizó el beso. Ese beso no era para nada como los de Jem; los labios del chico se movían con más agilidad que los de Tessa y también con más dureza y experiencia. Eran distintos, pero no por eso peores. Will acarició la mejilla de la chica con la yema de los dedos y ella se separó para coger aire, volviendo a besarle casi al instante. Will le rodeó la cintura con el brazo y la apretó contra él, deseando no separarse nunca más de Tessa.

—Sabía que acabaríais así —dijo una vocecita femenina. El nefilim dio un respingo, apartándose de Tessa, y miró a su alrededor, plenamente consciente de a quién pertenecía esa voz.

—Jessamine —dijo cuando la encontró sentada en el banco donde había estado Tessa antes.

La rubia les miraba con curiosidad. Will sólo la había visto un par de veces desde su muerte, y nunca cuando había alguien con él. El chico miró a Tessa, que miraba el banco con cara de no entender nada, y le cogió la mano por detrás de la espalda, ocultándole el gesto a Jessamine.

—¿Qué haces aquí, Jess? —preguntó, volviendo la cabeza hacia el fantasma de la chica.

Ella se levantó y se acercó a la pareja. Se movía como si estuviera caminando sobre una nube, de forma parecida al andar de los Hermanos Silenciosos. Llevaba el vestido blanco con el que murió, con las mismas manchas de sangre y los mismos rasguños. Will supuso que si no pasaban al más allá, no conseguían ropa nueva.

—Si crees que he venido a verte, siento decepcionarte, William —dijo la chica, poniéndose frente a Will—. Tengo cierta información que podría interesarte. Bueno, sé que te interesa.

Maybe both? {PAUSADA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora