Tú y yo

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La silla golpeó la pared con un golpe seco y cayó al suelo, hecha pedazos. Tessa observó la escena mientras las lágrimas le resbalaban por las mejillas sin parar.

—Will... —musitó—. Para...

El chico se pasó las manos por el pelo y se apoyó en la pared, dando un puñetazo.

—¡Joder! —Un sollozo se escapó de sus labios y volvió a pegarle a la pared.

La chica hizo ademán de acercarse, pero su cuerpo se lo impidió.

—Will... Por favor...

El chico se apartó de la pared y dio vueltas por la habitación.

—No, no, no. Jem no —murmuró mientras caminaba—. Raziel, Jem no.

—Will... —suplicó de nuevo Tessa.

—NO ME DIGAS LO QUE TENGO QUE HACER, TESSA. JEM ES MI PARABATAI, ES MI OTRA MITAD. ¡SI ÉL MUERE, YO TAMBIÉN! —gritó, empujando el escritorio.

La chica dio un paso atrás, mirándole asustada. Nunca había visto a Will tan fuera de sí. La habitación del chico era un completo caos. Tessa le había observado en silencio mientras él descargaba su frustración y su impotencia sobre los muebles. La mesa estaba volcada en el suelo, los papeles esparcidos por el suelo; la silla estaba destrozada; y los sillones habían terminado tirados en una esquina de la sala.

Will la miró, jadeando, y su expresión cambió de golpe. Tessa se acercó y le abrazó, intentando juntar las partes desgarradas del alma del chico con los brazos. Él la abrazó con fuerza y lloró. Las lágrimas le resbalaban por las mejillas y caían sobre la suave piel del pecho de la chica, que cerró los ojos y acunó a Will en silencio.

Tessa sabía que, durante años, Jem había sido lo único que Will había tenido. Había sido su ancla, el único pilar de su vida; había estado allí para él en todo momento y había cuidado de él. Fue por eso que no pudo culpar a Will por la rabia incontrolable con la que había destrozado la habitación después de que los Hermanos Silenciosos le dijeran que Jem no viviría más de una semana.

Will empezaba a calmarse cuando Sophie llamó a la puerta.

—La señora Branwell me ha mandado a buscarlos —musitó la criada—. El señorito Jem está despierto y quiere verles.

Al oír eso, Will levantó la cabeza y miró a Sophie.

—Dile a Charlotte que iremos en seguida. —Su voz era más grave de lo normal.

Sophie asintió con la cabeza y desapareció por los pasillos. Tessa le puso la mano en la mejilla a Will y le obligó a mirarla. La chica aguantó la respiración. Los ojos de Will eran pura tristeza y desolación. Cerró los suyos y le besó en la frente.

—Ve a hablar tú primero —susurró la chica—. Te necesita a su lado.

Will asintió con la cabeza y se alejó de Tessa, saliendo de la habitación.

❅ ❅ ❅

Jem estaba tumbado sobre la cama, tapado con las sábanas hasta la cintura y con el torso desnudo. Estaba muy pálido, demasiado. Respiraba pesadamente y cuando Will le cogió la mano, lo primero que hizo fue comprobar su pulso. El corazón le latía inhumanamente despacio.

Una sola palabra salió de sus labios, como si la respirara:

—Will...

El chico de pelo negro contuvo las lágrimas y se sentó en el sillón, al lado de la cama de su parabatai. Jem ni siquiera había abierto los ojos, pero, de alguna forma, le había reconocido en cuanto había puesto un pie en la habitación. Will acunó la mano pálida y fría entre las suyas y la besó una vez, cerrando los ojos.

—Por favor... —suplicó—. Por favor, no me dejes... No sé cómo vivir sin ti, no sé cómo respirar si tu no respiras, mi corazón no sabe latir si el tuyo no lo hace con él. Por favor, por favor, por favor, no me dejes...

Will luchaba inútilmente contra las lágrimas que le inundaban los ojos y le resbalaban por las mejillas sin cesar. Se quedó quieto, acariciando la mano de Jem, durante horas. No se dio cuenta cuando Sophie entró en la habitación para ponerle una toalla fría en la frente al chico de pelo plateado. No se dio cuenta cuando Tessa le llevó una manta y se la pasó por los hombros para protegerle del frío, para después volver a su habitación. Y tampoco se dio cuenta cuando Jem despertó y le observó unos segundos, incapaz de articular palabra alguna, antes de dejar que el sueño le atrapara de nuevo. Se quedó quieto, con el alma destrozada, hecha pedazos. Se quedó quieto, escuchando los frágiles latidos del corazón de su parabatai, que luchaba por seguir adelante. Se quedó quieto, recordando las palabras que le había susurrado Jem una de las muchas noches que habían pasado el uno junto al otro:

—Nunca creí que viviría tanto, pero ahora que estoy contigo, sé que nada podría arrancarme de tu lado. Siempre estaré aquí —había dicho, poniendo su mano sobre el pecho de Will, acariciando la runa que unía sus almas—. Juntos. En esta vida y en todas las otras. Tú y yo.

Tú y yo. Esas palabras resonaron en su cabeza, despedazando cada traza de esperanza que le quedaba en el cuerpo. Sentía un dolor agudo que le oprimía el corazón y los pulmones, impidiéndole respirar. No sabía ni cómo seguía consciente. El dolor y la angustia invadieron su pecho y supo, con total seguridad, que perdería a su parabatai.

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⏰ Última actualización: Jul 28, 2017 ⏰

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