Capítulo 11.

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Todo seguía en silencio cuando abrí la puerta del cuarto para dirigirme al de invitados.

Apoyé con cuidado la oreja intentando adivinar si estaba dormido o despierto.

Nada.

Abrí con cuidado la puerta, sin hacer ruido. Se removió bajo las sábanas. Me acerqué a la cama y me senté lentamente. Abrí el tapamiento y me introduje bajo las finas y suaves sábanas que cubrían su bronceado cuerpo.

Lo tenía de espaldas frente a mí, me aferré a su cuerpo y lo abracé con la mano izquierda. Iba sin camiseta, sólo con unos pantalones de pijama. Besé su nuca a la vez que acariciaba sus abdominales a tientas. Noté cómo se despertaba y me agarraba la mano. Lo escuché jadear muy bajito ante mis besos por el cuello. Se giró y me abrazó, pegando aún más nuestros cuerpos. Poco a poco fue levantándome la camiseta para luego apoyar mi espalda sobre la cama y ponerse sobre mí.

Tan sólo hizo falta que me besara para hacerme sentir en el cielo. Sus manos eran magia para mi cuerpo y sus labios un deseo hecho realidad. Cada vez que le mordía sus carnosos labios, él se estremecía sobre mí. Soltó mi boca para concentrarse en el cuello, poco a poco bajó hasta mis pechos, luego al ombligo para bajarme los pantalones. Lo obligué a subir para volver a besarle, sentía que tenía una especie de necesidad de tener sus labios contra los míos. Entonces noté cómo estaba.  Lo miré sorprendida y él me sonrió. Le quité los pantalones y los boxes y él hizo lo mismo con mis braguitas. Alargó la mano a la mesita de noche.

- ¡Mierda! – Exclamó.

- ¿Qué pasa? – me asusté.

- No tengo condones – me miró sonrojado.

- No importa.

Lo empujé contra el colchón y me senté a horcajadas sobre él.

- Dany – jadeó – sabes lo que puede pasar – sentenció.

- No me importa, si es contigo – me agaché hasta posar mis labios sobre su oído derecho – Te quiero.

Comencé a balancearme hacia delante y hacia atrás presionando fuertemente mis muslos contra su pelvis. Él gimió en voz alta. Me agarró por las nalgas e hizo fuerza. Cuanto más me movía más se apoderaba de mí el placer, una fuerza extraña que me obligaba a no parar y seguir moviéndome más y más. Nuestros gemidos se sucedían y eso hacía aumentar aún más el calor entre nuestros cuerpos.

- ¡Dany! Voy a – lo empujé de nuevo contra el colchón y le sonreí.

Me alcé y comencé a contorsionarme sobre él, curvando mi cuerpo hacia atrás. Él se volvió loco de placer y me suplicó que no parara.

Llegamos a la vez al orgasmo. Mi primera vez y ya dudaba que pudiera superarse.

Quedé agotada tumbada sobre él, sin fuerzas para moverme.

- ¿Estás bien? – Me susurró jadeando aún los dos. Asentí sin articular palabra.

Poco a poco me aparté de su cuerpo y caí rendida a un lado de la cama. Estaba exhausta.

- ¿Seguro que no te preocupa?

- Para nada.

- Genial – se tumbó y cruzó los brazos tras la cabeza.

Cuando ya me hube recuperado un poco rodé y apoyé mi cabeza sobre uno de sus brazos, aún doblados.

- Me han encantado las flores, son preciosas. ¿De dónde las has sacado?

Kailua: Hoku y AnuenueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora