Capítulo 13.

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La casa estaba situada cerca de la reserva forestal Schofield.

Nunca imaginé que sobre la Tierra pudiera haber parajes como aquellos. Paseamos por la selva tropical guiados por un indígena conocido de la familia, hicimos una visita a la reserva Schofield, también a la reserva Waianae Kai, dedicamos los dos primeros días para pasear por la ciudad e ir de tiendas a comprarnos ropa, ya que habíamos ido sin nada).

Otros tres días fuimos a la isla de Lanai a ver a sus tíos a los que hacía años que no veía.

- Bruno.

Le dije una noche que nos fuimos a dormir pronto, habíamos caminado todo el día y estábamos destrozados. Yo estaba sobre su pecho y él me acariciaba el cabello.

- No me ha bajado la regla y me tocaba hace cuatro días y yo siempre soy muy puntual.

- Mañana iremos a una farmacia y compraremos un aparatito de esos – se irguió y me obligó a hacer lo mismo – ¿Estás preocupada?

- No. Ya te dije que no. Sólo te lo digo para que lo sepas.

- Bien – sonrió triunfal.

Al mirarlo me lo imaginé con un bebé entre sus brazos y me agradó tantísimo la idea que en mi fuero interno deseé estar embarazada.

Pero no fue así. Al día siguiente por la mañana, al levantarme, no hizo falta ni ir a la farmacia ni nada. Me había bajado el periodo. Me dio hasta rabia.

- Aún no nos hemos ido y ya estoy deseando volver – dijo un día mientras mirábamos una puesta de sol. Estábamos sentados en la arena de la playa, yo entre sus piernas, me tenía abrazada – ¿no es increíble todo esto?

- Más que increíble, deberíamos inventar una palabra – rió.

- En Estados Unidos tenemos de todo menos esta paz y tranquilidad. Aquí el aire es puro y la gente es mucho más sana. Cuando yo tenía unos cuatro años, no nos hacía falta ni la tele ni los videojuegos para divertirnos. Los amigos nos reuníamos en el parque y nos pasábamos la tarde jugando al escondite en la selva, a beisbol, a subirnos a los árboles o haciendo surf en la playa, sobre todo cuando había esas preciosas olas enormes – se quedó en silencio mirando al mar.

La despedida fue algo triste pero prometimos volver pronto, cuando mis clases y el trabajo de Bruno nos lo permitieran.

Al volver aún quedaban días de vacaciones de Navidad, las fiestas importantes. Santa Claus, Navidad, Fin de Año y Año Nuevo.

- Cielo, Dany despierta – me decía una mañana – tienes que venirte conmigo hoy al trabajo, tengo algo que enseñarte.

- Tengo sueño – me hacía la remolona.

- Es importante nena.

- Es que aún tengo sueño. El Jet Lag Bruno, recuérdalo – dije tapándome la cabeza con la sábana. Él la bajó de inmediato.

- Necesito que vengas, vamos – y me besó el cuello.

- Vale, ahora me levanto – dije tapándome la cabeza, nuevamente, pero esta vez con la almohada.

Era día 24 de diciembre y me aseguró que aquél iba a ser parte de mi regalo de Santa.

Estaba muy emocionada. Paró el coche en una calle que no conocía y me tapó los ojos, luego condujo varios kilómetros más y estacionó.

- Yo te llevo de la mano, confía en mí – no dije nada y caminamos.

Oí el suave chirrido de una puerta abrirse y luego cerrarse tras nuestros cuerpos. Un cálido aire me ruborizó la cara. Estábamos en un lugar donde había calefacción.

Kailua: Hoku y AnuenueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora