17. Verduga o Salvadora

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La mujer entró poco a poco en la habitación de la  sala, donde se encontraban.


— No te saldrás con la tuya — dijo con un acento extraño. 

Luego ordenó algo en otra lengua, que Deyna interpretó como un "¡suéltenlos!" o algo similar.

Porque cuando la mujer dijo eso, dos hombres fueron a intentar liberarla a ella y  a Igna de sus sillas.

Pero Georg exclamó:


— ¡No dejaré que te la lleves!

Entonces, con el sable de Igna aún en su poder, atacó a la mujer, ella lo combatió con flechazos que él esquivaba muy bien. 

Llegó un  momento en el que Georg estuvo muy cerca de ella, tanto que pudo darse el lujo de hacerle una cortadura muy leve en su brazo.

Mientras, todos los sujetos que venían con ella, comenzaron intentar capturar a los niños perdidos. Deyna e Igna lo veían y no podían hacer nada porque aún se hallaban atados.

Tras el rasguño, la mujer retrocedió unos pasos, y en vez de intentar volver a flechar a Georg con su ballesta, arrojó con violencia ésta al suelo y se puso en posición de boxeo.

Georg soltó una e sus cínicas sonrisas y soltó el sable para ponerse en la misma posición.


— ¡Vayan al Palacio de invierno! — ordenó a los niños perdidos.

Deyna e Igna se miraron perplejos, pues ninguno sabía lo que eso significaba.

Los niños empezaron a tele transportarse, hasta el más pequeño, Fabricio, quien se retiró no sin antes darle una mirada que imploraba disculpas a nuestros protagonistas.

Sólo quedaron los hombres de enterizos, Deyna e Igna no podían hacer más que admirar la escena.

La mujer intentó darle un golpe a Georg con su puño derecho, pero él lo esquivó, ella lo reintentó con la izquierda, y de nuevo Georg lo esquivo, claro que todo ésto pasó muy rápido.

Georg retrocedió, dio un giro mortal para intentar darle una patada, cosa que no resultó porque ella lo esquivó con agilidad.

El contraataque de la mujer fue el intento de un nuevo golpe derecho, pero era un engaño, pues el golpe llegó a Georg por la izquierda, lo dejó tan desconcertado que se le borró la sonrisa.

Ella no desperdició la oportunidad de volver a golpearlo, ésta vez en la nariz, luego una patada como la que él intentó darle segundos  atrás.

Retrocedió para tropezarse con la pequeña mesa de la sala y caer rompiendo los vidrios de ésta. 

Ella gritó algo a sus compañeros, quienes fueron a desatar a Deyna e Ignacio. Georg estaba tan ensangrentado que se veía más sangre en su cara que piel. Con un ágil movimiento se incorporó y le dio un puñete a la mujer que al instante la hizo sangrar, ella le respondió con otro y con otro.

Pelearon por toda la habitación. En uno de los golpes que Georg intentó darle, la mujer sostuvo su brazo y lo dobló de manera que él pudiera estar agachado y su brazo extendido hacia atrás.

Georg soltó un grito ensordecedor de dolor, levantó un poco su mirada para encontrarse con Deyna e Igna, que estaban de espaldas algo lejos.

— Por fin, haré justicia —ella susurró a su oído lo suficiente mente fuerte. — pero no de ésta manera, no de espaldas, yo si tengo honor, no como tú, ¿lo recuerdas?

Ella lo soltó y se volvió a colocar en posición de boxeo, al parecer sería una pelea a muerte, pero él  no juega limpio, en lugar de voltear y seguir peleando, se abalanzó hacia Deyna.

La jaló hacia él de los cabellos con mucha fuerza, tan rápido que nadie pudo hacer nada.

"Fue asquerosamente doloroso." Recordó ella.

Giró con su víctima en brazos para ver la cara de la mujer. Deyna no sabía que hacer, Ignacio no estaba dentro de su vista periférica, sólo podía sentir a Georg sosteniéndola por detrás con su brazo izquierdo rodeando su cuello, sin olvidar que aún su mano derecho seguía en su cabello.

" Creí que iba a dejarme calva". Contó.

La mujer levantó sus manos en casi señal de rendición, le dijo algo a Georg en una lengua extraña, y para sorpresa de todos él le respondió en la misma lengua.

En eso, por el hombro de Georg apareció una espada amenazándolo, él giró y le sonrió ya casi con la sangre de su cara completamente seca.

Era Igna que acababa de recuperar su sable del suelo.

— No hagas tonterías niño — dijo la mujer con su acento extraño. Pero Igna la Ignoró.

La seriedad del chico era impresionante, sus nervios de acero habían vuelto.

— Te advertí que no volvieras a tocarle un solo cabello de su cabeza — dijo.

Entonces Deyna le metió un codazo a Georg que lo hizo doblarse, acción que le garantizó su libertad, Igna tomó impulso para clavarle el sable mientras la mujer gritaba un sorbido "¡NO!". 

Y milésimas de segundo antes de que Igna cometiera homicidio, un ánima lo desmayó. Fue uno de los hombres con enterizos.

Georg miró de nuevo a la mujer sonriendo una vez más para después tele transportarse, desvaneciéndose en el aire y logrando escapar. 

— ¡arréstenlos a ambos! — ordenó la mujer, primero en español y luego en la otra lengua.

Deyna pudo ver cómo ponían unas esposas de arenilla al desmayado Igna, esposas que luego también le pusieron a ella, aún las ánimas de ambos estaban anuladas. 

Dedujo ésto porque cuando se anulan las ánimas, éstas no pueden reaparecer en el dedo hasta que alguien las reactive.

El cuerpo de Igna fue cargado por cuatro hombres, la mujer abrió un portal en la pared con su ánima.

— ¡¿qué diablos está pasando?! Exijo una respuesta ahora, ¡no cruzaré por ese portal! — exclamaba Deyna.

Pero su resistencia era ingnorada y fue obligada  a pasar el portal por la fuerza.

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