3. El Palacio del Rey Midas

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Media hora después, por fin llegaron al "Palacio."

Era una casa, no tan lejos, en un barrio tranquilo y modesto. la casa tenía forma hexagonal, parecía pequeña a simple vista, pero una vez que uno ingresaba  notaba un inmenso jardín que la rodeaba.

Desembarcaron, aún no amanecía. Deyna entró en El Palacio,  y  vio que éste tenía bien ganado el nombre, pues en su interior podía verse, que claramente el que mandó a pintar los muros de la casa y encargó los muebles tenía un gusto refinado y una obsesión con el color dorado. TODO el lugar parecía bañado en oro y marfil en sus partes blancas.

—-Los chicos duermen abajo, salvo el menor, que duerme arriba con las chicas. —- Indicó Gerog—- Te enseñaré tu habitación.

Fueron a la parte superior de la casa. Una de las habitaciones que daban al frente sería la de Deyna. Entraron en ella con mucho silencio, pues los demás aún dormían. 

La habitación era dorada al igual que el resto de la casa, pero los muebles eran blancos. Georg, dejó sola a Deyna para que se acomodara, no sin antes decirle que el desayuno se tomaba a las nueve o de lo contrario ella tendría que desayunar sola. 

Y también le aclaró que él dormía  en una de las estancias fuera de la casa, junto al parrillero y el depósito, donde se guardaban los objetos  que utilizaban  para encargarse de los sueños, o al menos eso dijo Georg, naturalmente, el único con autorización de entrar en ésta última, era él y la cuidadora de los muchachos, Dña. Ofelia, quien si dormía en la casa.

Deyna guardó sus escasas cosas en las gavetas, decoró un poco y se dispuso a dormir.

****

Justo antes de bajar por las gradas, Deyna oyó a Georg deciéndoles cosas a los muchachos, como "Espero que la acojan bien" y "Cuídenla, pues ella no se crió como sapna como ustedes", etc.

Deyna bajó, se había vestido algo simple, se veía muy bonita.

            — Ella es Deyna, —- La presentó. —- Deyna, —- Ahora se dirigía a ella. —- Ellos son mis                             "niños perdidos", y yo su Peter Pan.

— ¿Peter Pan?, en serio te gustan los cuentos infantiles, ¿no? —- preguntó Deyna sonriéndo.

— ¿Qué no es obvio?¿no viste El Palacio? — contestó el mayor de los muchachos .

— Está... inspirado en el rey Midas. —- dijo Georg aclarándose la garganta algo avergonzado.

Luego pasó a presentar a los "Niños Perdidos" aprovechándo para cambiar de tema. Primero presentó a Doña Ofelia, una anciana ágil y  muy seria que tenía sus lentes colgando de dos tiras.

Posteriormente empezó por el mayor, aclarando el nombre, edad, y nacionalidad de cada muchacho. Todos tenían entre siente y diecinueve años, y eran de habla hispana. 

De pronto, Georg detuvo su presentación, los miró como contándolos...

— ¿Dónde está nuestro querido "Romeo"? — Soltó por fin.

— Debe estar en su cuarto. —- contestó el mayor, ahora identificado como José Miguel.

— ¡Que decepción! Y yo que le traje a la Julieta que tanto esperaba.

El momento se tornó incómodo, al parecer, todos sabían a qué se refería Georg.

Entonces, todos comenzaron a exclamar: "¡Romeo!" en son de burla.

Entonces, se escuchó una silla recorrerse, y se abrió la puerta del cuarto que estaba más cerca de la entrada. Era un chico, su cabello era de un rubio obscuro,lacio, su tez era poco mas clara que la de Deyna y con algunos lunares que lo adornaban, sus ojos eran  cafés verdosos, aunque a veces parecían azules, no era musculoso, pero se notaba que era fuerte, era mas alto que Deyna por... poco más que una cabeza, esbelto.

Cargaba unos... cuatro libros.

— Los siento —- dijo mientras cerraba su puerta. — me dormí,  yo... —- explicaba, pero al darse la vuelta, se paralizó.

Vio a Deyna, intentó caminar, pero se resbaló, y él y sus libros fueron a dar contra el piso.

Los Niños Perdidos estallaron en risa. Deyna se acercó y lo ayudó a ponerse de pié.

— ¿estás... bien? — dijo Deyna.

Se miraron fijamente a los ojos. "Romeo"  tenía dilatadas las pupilas,  como si todo lo que viera en ella lo hechizara. Deyna debió tenerlos igual pero no se percató de eso. Ninguno sonrió se quedaron paralizados, pues supieron que nunca mas querrían separarse de esos ojos que tenían en frente.

No había nada alrededor para ellos, NADA.

Él asintió, contestando a la pregunta de Deyna, quien le entregó los libros que había recogido.

Se quedaron un momento así, no notaron que Georg les dijo a los demás que circularan.

— Te aseguro, Deyna, —-- Dijo Georg dándole palmadas a... "Romeo" en la espalda. —- Que solamente las mujeres realmente hermosas pueden ponerlo tan nervioso, él no suele ser tan torpe. 

Ambos, embobados, prácticamente  lo ignoraron. Georg se aclaró la garganta para producir un sonido fuerte y que ellos le prestaran atención, cosa que si funcionó .

— Deyna, te presento a  Ignacio Ripoll Abbamonti, aunque todos le decimos "Romeo", tiene tu misma edad, y es boliviano, como tu. —- Luego miró a Ignacio. —- Romeo, ella es Deyna, tu Julieta.

Ignacio, tenía un anillo igual al de Georg, que se enrollaba en todo el largo de su dedo índice diestro.  Al darse la mano en señal de saludo, el anillo que en su interior tenía una arenilla de color celeste muy claro (a diferencia de la de Georg que era escarlata y estaba en la izquierda), centelló de una manera muy viva. 

A ambos les pareció algo muy raro, pues el anillo de Ignacio nunca antes había hecho  algo como eso. Pero Georg si sabía lo que eso significaba, así que les propuso a los muchachos explicarles todo después del desayuno. 

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