13. La Caperucita Roja

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— Hay que entrar — le dijo Deyna susurrando.

— Aguarda, ¿reconoces al hombre con quien Georg habla?

— No, ¿porqué?

— Es que nunca antes lo había visto hablar con nadie, menos en ésta forma tan clandestina ¿quién será?

Al parecer, Georg no se percató de que ambos lo veían cuando le entregó un paquete al hombre con el  que hablaba, éste a su vez le  retribuyó con lo que parecían ser billetes.

"quizá ese es el contacto que Georg tiene para conseguir dinero para mantenernos y el que le vende armas". Pensó Deyna, ¿pero qué es lo que Georg le da para que éste hombre le retribuya?

Los espiados estallaron en risa, fue ahí cuando recién los jóvenes distinguieron que el encapuchado era mujer por su risa femenina.

Estaba todo obscuro. 

En la distracción de la risa, Deyna e Ignacio decidieron ir agachados hasta el depósito en el más absoluto silencio.

Ignacio abrió la puerta y encendió la luz, Georg y su acompañante estaban muy lejos de ahí, así que no podrían ver que lo hizo. Además, el bloque de la casa los cubría de su vista por completo.

El depósito tenía una ventana, pero con vidrios obscuros, para que así ningún curioso pudiera ver lo que hay en el interior, además tenía gruesas cortinas negras.

— Deyna, tienes que ver esto...— dijo Igna asombrado, pero con una voz serena.

Ella entró al lugar, y se paralizó, ésto fue lo que describió en su diario el día 25 de noviembre del 2017:

"Había un montón de estantes repletos de orbes de sueño, la luz era tenue y tenebrosa, las paredes parecían sucias por su color de hospital, la pintura destruida, y el asqueroso olor a sangre inundaban el lugar. Cerré la puerta detrás de mí, recorrimos el lugar, que era mas hondo en el interior de lo que parecía en el exterior, era como sacado de una pesadilla. Pero lo más horrendo de todo era la máquina que estaba en la esquina más profunda, parecía una gigantesca estufa  al carbón que no desprendía humo."

Pero aunque lo parecía, no era para nada una estufa. En la máquina había un compartimento, donde se encontraba una especie de caldero hirviendo que estaba tapado. 


— ¿cómo es que puede hervir si no hay fuego? — preguntó Igna.

Deyna no respondió, los nervios y el miedo la invadieron, El caldero no estaba caliente porque no había fuego, así que lo retiró sin ningún problema. Respiró profundo y lo destapó.

En su interior había una espesura que lucía un color verde opaco, flotaban en ella tres orbes de sueño cuyas estrellas estaban desfalleciendo.


— Estos sueños están por morir. — dijo Deyna para sí. — ¿Qué es todo esto?

Ignacio se paró y caminó hacia la máquina para verla más de cerca. 

— Deyna ven a ver esto — comentó asustado.

Ella se aproximó, e Ignacio señaló un costado de la máquina, donde había un grifo,  y a lado había un mueble lleno de tubos de ensayo, como los que Georg tenía cuando se colocaba su "medicina sapna" en el café del desayuno.

Deyna puso en su lugar el caldero y cerró el compartimento que lo contenía, le ordenó a Igna abrir el grifo mientras ella sostenía un tubo de ensayo debajo de éste. 

Por la ventana del compartimento se podía distinguir cómo el caldero desprendía una luz platinada, del color de las estrellas, la cual salía en forma líquida por el grifo.

— ¿tienes idea de que es ésto? — preguntó Igna cerrando el grifo.

— Parece... jugo de sueños, el cual Georg desayuna plácidamente mientras nosotros nos matamos para conseguirlos

— Exacto, pero la pregunta es: ¿por qué? 

— Una vez Fabricio me dijo "Georg está muerto, pero toma eso para que le dé vida", no lo entiendo, ¿por qué éste elixir de sueños le daría vida?, ¿no se supone que los sueños los llevan a la biblioteca?

— Bien, — dijo Igna pensativo. — no hay que decirle a nadie sobre esto, investigaré ésta misma noche, sacaré fotografías a todo el lugar.

Una vez que terminaron con las fotografías salieron lo más rápido posible. Georg aún seguía con esa mujer riendo y platicando. Lo único que Deyna pudo distinguir de la mujer fue que su capa con capucha era de  un color rojo intenso.

****

A la noche siguiente, Georg dio las instrucciones para el sueño que robarían esa noche. Como ya se dijo, era un sueño realmente poderoso, y por consiguiente, deseado por muchas pesadillas.

Fueron a un restaurante de comida china, ninguno conocía la situación al 100% ya que era Georg el que los dirigía y él no solía dar muchas explicaciones.

Los llevó a todos en su camioneta, a diferencia de otras veces que iban con tele transportación. Georg los dirigía porque fue él quien tuvo la visión de ése sueño y de dónde y cuándo podrían robarlo. Cuando un mensajero tiene una visión, puede meterse en la mente del portador por los siguientes dos minutos de que la visión se presenta, ésto con excepción de los sueños compartidos, donde son varios los dueños del sueño.


— Algunos se harán invisibles y otros se colocarán en una mesa, divídanse, pero Julieta tu debes estar invisible. — ordenó Georg.

— ¿yo por qué? — desafió Deyna con la mayor educación que pudo, estaba furiosa con Georg por lo que él le hacía a los sueños.

"Ya no sabía si confiar en él o no, sabía que se aprovecharía de ese sueño tan poderoso desayunándolo al día siguiente, o quizá vendiéndolo, y su cómplice todo éste tiempo fui yo."

Diario de Deyna Nima, 26 de noviembre de 2017

Georg sonrió con petulancia y respondió:

— Ya lo verás. Ahora, ¡vamos!

Con una gran intriga, Deyna se puso invisible y entró al restaurante. 

Ella divisaba a los pocos comensales, y vio a una chica sentada junto a un grupo de amigos y dos señoras comiendo y riendo.

En el pecho de la chica había un destello, ella era la portadora. Su semblante le parecía familiar.

— ¿ahora entiendes porqué tenías que estar invisible? — le dijo Georg a su mente, mientras se sentaba en la mesa contigua junto a Igna y otros niños perdidos.

Deyna se aproximó a la mesa donde estaba la portadora, y la reconoció, a ella y sus amigos. La persona a la que le robaría el sueño, sería su mejor amiga, Greten.

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