22. Tristán e Isolda

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Arrojándolos a ambos a un cuarto al mismo tiempo, el profesor de defensa personal dijo:

— Se van a quedar aquí hasta que venga Sergio ¿oyeron bien?

Deyna e Ignacio se miraron extrañados mientras que los profesores se retiraban prácticamente arrojando la puerta como para romperla.

— ¿tu también aquí? — preguntó Deyna.

Igna sólo asintió. 

— Vaya, yo llegué porque soy pésima manejando el fuego, ¿viste todo ese lío? Fue enteramente mi culpa. — agregó ella.

— Pues, yo llegué acá por una pelea que tuve con un imbécil.- respondió él refunfuñando todavía.

— ¿qué te hizo "ese imbécil"?

Y tras contarle todo lo sucedido a Deyna, ambos se quedaron callados.

De pronto, ella comenzó a soltar una carcajada.

— ¿de qué te ríes? — dijo él sonriendo extrañado también.

— ¡De todo! Es uestro primer día y ya estamos metidos en líos en la sala especial. Daría lo que fuera por haberme visto a mi misma gritar mientras las llamas de fuego salían por mis manos. Debí verme como un jabalí.

Igna la miró extrañado y Deyna giró su mirada hacia la de él cortando el ruido por un momento. Y de pronto... ambos estallaron en risas.

Tomaron asiento en frente de un escritorio, sobre el cual podían distinguirse dos libros, uno era Tristán e Isolda y el otro, era Romeo y Julieta.

Por su puesto que ambos están ligados, ya que se cree que el primeo fue inspiración para el segundo. 

Deyna tomó el libro de Romeo y Julieta y la risa de ambos, se desvaneció. Acarició la portada con pena y rabia, y se lo pasó a Igna.

— ¿sabes? — comenzó él — incluso antes de que llegaras, a mi ya me decían "Romeo".

— ¿por qué? — preguntó ella intrigada.

Interrumpiendo la conversación, ingresó un encargado de limpieza y arrojó los maletines de libros de amos al interior de la sala.


— Porque.... — continuó Igna. — yo estaba leyendo Romeo y Julieta cuando entre al Palacio del rey... Peter Pan, todos se hicieron la burla de mi cuando les dije que algún día conocería a mi Julieta, pero era algo más bien efímero sabes que yo soy mas... frío no suelo ser tan fantasioso. Desde ése entonces me llaman Romeo.

— Entonces — continuó Deyna. — deduzco que cuando Georg supo que somos uni-almas... me puso el sobre nombre de Julieta, ¿no?

Igna asintió y sonrió, puso su mano sobre la de ella en señal de cariño, ella le sonrió con dulzura. 


— Es horrible, — dijo Deyna — Romeo y Julieta, Tristán e Isolda, en las dos historias, terminan muertos... no quiero ser Julieta, ni Isolda, me da miedo, prefiero ser.... No sé...

— Seamos Tristán e Isolda, — le interrumpió Igna — o seamos Romeo y Julieta, vamos a cambiar la historia, nosotros terminaremos bien, y juntos... te lo prometo.

Él se paró y se acercó a su maletín sacando una pequeña cajita. Sergio, el instructor de control de energías, ingresó a la sala cargando unos papeles pero al ver con algo de sarcasmo la  escena, decidió quedarse tras la puerta, sin ánimo de escuchar, claro.

En fin, Igna se acercó a Deyna y se inclinó ante ella abriendo la cajita que tenía entre las manos dejando ver una joya, un anillo que su hermano Sebastián le había regalado para darle a Deyna la joya era preciosa, era un aro plateado con forma de dos manos que sostenían un corazón de zafiro. Sebastián lo tenía porque se  lo daría a su novia, pero ésta lo abandonó y se comprometió con otro.


— Deyna, Julieta, Nima, o como te llames, debo confesar que estoy completamente enamorado de ti desde la primera vez que te vi, ¿te casarías conmigo?, Se que te dije esto ya dos veces, pero, ya tengo un anillo como verás... es algo... humilde pero...

Sin decir más Deyna se inclinó y besó a Igna.


— Una, dos, o cien mil veces, si, quiero.--- respondió ella.

Entonces Sergio entró aclarándose la garganta. El hombre tendría unos 32 años tenía barba corta y de color negro, su piel era canela claro, sus ojos eran cafés oscuros y poseía unos lentes cuadrados.


— Disculpen que... interrumpa su conversación pero debemos comenzar, soy Sergio, su maestro de control de energías.

— Buenas tardes — respondieron ambos.

— Bueno, — colocó sus libros en la mesa el escritorio. — mi clase tiene un gimnasio particular en la Academia los veré aquí temprano mañana y los llevaré allá, es un poco lejos debido a que los novatos son enviados conmigo y es algo peligroso, los llevaré y empezamos mañana.

— Pero nosotros no somos tan novatos, señor — dijo Deyna.

— Eso es lo que comentan todos, si, pero aún no saben controlar sus emociones, eso es lo que los trajo aquí. 

Luego de su presentación, Deyna e Igna se retiraron, pero para eso, debían pasar por los pasillos de la Academia. Los estudiantes susurraban tratando de disimular mientras pasaban en frente.

"son unos ladrones" decían unos, "delincuentes" los llamaban otros.

Pero ambos, orgullos como eran, caminaron con la frente en alto, o al menos Igna lo hizo, Deyna hacía el intento, y le salía muy bien.

Al volver a casa, la señora Mila le dijo que al volver del trabajo en la noche, se encargarían del vestido de bodas.


— Por cierto, Deyna, querida, Aurora se está encargando de conseguir un lugar para la ceremonia y también de las invitaciones... y

— Pero... señora Zceler — dijo Deyna alarmada — ¿¡invitaciones!? ¿a quién invitaremos si no conocemos a nadie?

— Llámame Mila, ya te lo dije, y pues  invitaremos a todas las familias de la región, y a los amigos que tengan en la academia, serán 150 invitaciones, y la fiesta será en el Tribunal. Ya estoy retrasada así que me retiro.

— Esta bien — dijo Deyna asintiendo.

Doña Mila le dio un beso en la frente y se retiró. Entonces Stephan apareció con unas bolsas y una lista en la mano.


— ¡hey! Nima, ¿vendrías conmigo al supermercado?, tengo mucho que comprar y necesito ayuda —dijo.

Aunque Deyna odiaba ir al supermercado, decidió acceder esta vez por aburrimiento.

  — Está bien, vamos.  

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