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12 de abril del 2014.Querido Alexander:
Hoy es un fin de semana frío, y al parecer caerá lluvia. Pensé que era el día perfecto para relajarme un rato viendo películas. Pero luego me acordé de la torre monumental de apuntes que teníamos que estudiar para los parciales de la próxima semana y se me quitaron las ganas.
Miguel me llamó al rato pidiéndome que saliéramos porque quería ir a comprarse ropa y necesitaba mi opinión para saber que le quedaba bien y que le quedaba mal, para luego desearme feliz cumpleaños. Se me olvidaba mencionarlo; Hoy cumplía 21 años al fin. Pero como soy la persona más aburrida del mundo, prefiero estar tranquila en casa, descansando y luego poniéndome al día con las materias para que luego no me fuera tan mal-no lo digo por ser una nerd, hablo enserio- Siempre me ha costado todo, y como mi concentración de pajarito no me acompaña, tengo que leer las cosas tres veces para recién entender bien conceptos, y a veces aun así no me iba del todo bien. En fin, Miguel no se hizo problemas y como estaría ocupado comprándose ropa, me dijo que mañana me vendría a visitar y traerme mi regalo.
Mis padres por otro lado, nunca me han celebrado los cumpleaños, por lo que en esta casa es un día normal y corriente, salvo a la hora de la once hay torta de panqueque de naranja-mi favorita por siempre- acompañado por un abrazo de cada uno. Así que hoy fueron de compras al supermercado a traer mi torta con mi hermano, quedando mi casa con el hermoso silencio de la tarde.
Cuando ya eran las 6 de la tarde y me disponía a hacer un café capuchino, suena el timbre de la puerta principal. No esperaba a nadie y con estas fachas de buzo y ropa ancha que tenía me daba vergüenza abrir. Tenía dos opciones: Hacerme la loca y no abrir, o que la curiosidad me gane y abrir. Ganó la alternativa dos, así que me cambié rápidamente a un jeans, un suéter morado que había dejado encima de mi cama el día anterior y me encaminé a la puerta. La persona que esperaba al otro lado era bastante insistente-ya me estaba indignando- por lo que apuré el paso. Sin embargo, no alcancé a llegar, pues de repente la puerta se abre sobresaltándome e intuitivamente me escondí detrás de un mueble de la cocina.
Estaba tan asustada, que tomé lo primero que encontré, un sartén-vaya que objeto más peligroso, apto para defensa personal- por si tenía que defenderme- ¿Un extraño entró de la nada al departamento? ¿Dónde estaba la seguridad del edificio? -Los pasos siguieron sin más, hasta llegar a la cocina y se hizo el silencio. Esperé alrededor de 5 minutos y nada, todo era silencio.
Me encontraba muy inquieta, si salía de mi escondite era obvio que algo me pasaría, es como en las películas de terror; Cuando la protagonista sale del refugio o el lugar seguro, empieza a ocurrir lo malo y luego por estúpida la matan. Si desde un principio se hubiera quedado ahí estaría segura y a salvo. Sin embargo, la curiosidad me mataba y los pasos no se sintieron más. Lo lógico era que si vienen a robar a tu hogar estén registrando todo. Pero el silencio era más grande y prolongado. Era evidente que tendría que ir a ver qué estaba pasando.
Con el celular en el bolsillo listo para llamar a la policía en caso de emergencia y con la otra sostenía el sartén, di los primeros pasos hacia las afueras de la cocina. Asustada sentía como el corazón se me salía por el pecho y mi respiración estaba cada vez más entrecortada. Esperaba a hacer el menor ruido posible, pero dicho silencio se rompió cuando escucho pasos de tras mío. No me dio tiempo de voltearme cuando por detrás alguien me quita el sartén y mi acorrala en el pasillo:
—¿Qué pensabas hacer con este sartén? Porque viendo lo debilucha y miedosa que eres, no creo que hubiese servido de mucho—Susurraste con una sonrisa burlesca bajando tu rostro para quedar a mí misma altura.
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Las cartas que su corazón olvidó enviar©
RomanceAmalia es soñadora, impulsiva y decidida. Alexander es racional, analítico e indeciso. ¿Qué tienen en común? No saben expresar lo que sienten. Pese a ser polos apuestos, son los mejores amigos y piensan que su amistad nunca tendrá fin. Sin embarg...