Carta N°7: ¿Promesa? Promesa.

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13 de abril del 2014.

Querido Alexander:

Mientras terminamos de ordenar y dejar todo como si nada hubiera acontecido hace unas horas en este mismo departamento, abrazados por el silencio abrumador de la madrugada, era momento de tener una buena conversación. Quería saber que pasaba por tu mente, pues intuía que algo no estaba en orden en tu esquemática vida.

Cuando abriste una de las últimas latas de cervezas que quedaban, te acompañe y nos sentamos en el suelo. Me contaste que tu noche no fue como la esperada, pues Pau se enojó-Qué novedad- y no pudiste cumplir tu objetivo-Es decir, globos guardados para otra batalla-. Cuando te pregunté el motivo, quitaste tu mirada atenta de mis ojos y quedaste mirando tus zapatillas, mientras jugabas nerviosamente con tus cordones. Ante tu silencio sólo pregunté ¿Qué había hecho esta vez que tanto le molestó? Tu mirada se volvió hacia mí y te apoyaste en mi hombro y sólo te limitaste a decir que no sabías que hacer. Para luego tomar un trago de cerveza y decirme que Pau te hizo escoger entre ella y yo, pues te dijo abiertamente que no me soportaba y no se tragaba ese cuento de mejores amigos.

La verdad es que su actitud no me extrañó, después de que me dijo que era un estorbo, ya no sabía que pensar de toda la situación. Yo te dije que la respuesta estaba clara, y era que, si amabas a Pau, yo no iba a ser un obstáculo entre ustedes, y que por mí no habría problema-Claro, que no iba a ver problema, pero debo reconocer que me daría una pena enorme- pues los amigos estábamos para apoyarnos. Me tomaste de la mano, y me dijiste que no, que eso no estaba bien, porque no estábamos haciendo nada malo, que no me querías fuera de tu vida. Mientras veía nuestras manos entrelazadas, me preguntaba que le habías dicho a ella, pero como suele sucedernos, antes de decirlo en voz alta y te adelantaste en decir que le hiciste saber que jamás iba a escoger entre la una y la otra, pues simplemente no tenía porque, pues yo era una de las mujeres más fundamentales en tu vida junto a tus hermanas y tu madre, y eso no cambiaría por nada. Fue en ese instante en que la pelea se desató.

Poniéndome en el lugar de Paula, ahora es un poco más entendible su razonamiento, aunque claro está que no lo comparto. Ella te quiere cien por ciento para ella, y no le agrada que otra mujer no siendo directamente de tu familia, esté en tu vida, siendo que ni siquiera hay un interés entre ambos. Sinceramente Alexander, no sé qué hacer para solucionar tus problemas con Pau. David me dijo que yo no tenía nada que ver en sus problemas, ya que es Pau quien me saca una y otra vez al baile de la discusión. Sin embargo, me siento de brazos cruzados, pues por un lado tenemos la opción de darle en el gusto y alejarnos, o por otro, seguir con nuestra amistad, hasta llegar al punto de que ella colapse y la cosa se ponga peor. Me siento tan mal y lo más lamentable es que no sé que estoy haciendo.

¿Pau quiere que no te hable, que no nos  miremos y que terminemos nuestra amistad? Quizás esa sea la mejor solución a todo. Una vez dicho esto, soltaste mi mano y dijiste que esa era la peor idea, de que ¿tan poco valía nuestra amistad para mi que podía terminarla como si nada por un tercero? Sin embargo, ese tercero, no es cualquier persona, repliqué, era tu novia. Suspiré y tomé un buen sorbo de cerveza.

Estaba tan cansada y a estas alturas ya no quería pensar más. Al parecer lo notaste, porque sacaste tu celular, te pusiste un audífono y me extendiste la mano para que me parara del suelo. Acto seguido, me pasaste el auricular derecho, mientras que tu tenías el izquierdo y me abrazaste al mismo tiempo que te mesías despacio en un suave vaivén al ritmo de Give me love de Ed Sheeran-Cómo amaba esta canción, que bien me conoces Alexander- ¿Qué haces? Te pregunté. Y me dijiste que, pese a todo, hoy-Bueno en teoría ya era otro día, pues era de madrugada- era mi cumpleaños, y lo que menos había hecho era bailar, algo que tanto me gustaba, así que me ordenaste guardar silencio hasta que termine la canción. Asentí y tú me sonreíste, mientras me apoyé en tu hombro y nos dejamos llevar por el vaivén de la melodía. Por unos minutos nos olvidamos de todo, de nuestros temores, de las discusiones con nuestras parejas, de lo tenso que estaba el ambiente en nuestras casas, de todos, sólo éramos tu y yo bailando contra el mundo.

Al terminar la canción, nos quedamos así un rato, el sueño ya me estaba venciendo de apoco y los párpados me pesaban. Pero antes de cerrar completamente mis ojos, me dijiste que aún no me durmiera porque faltaba algo para terminar el día. Te separaste de mí para buscar algo en tu bolsillo izquierdo. Era una bolsa pequeña de género acompañada de un lazo, la cual llevaba dentro de sí una linda pulsera color turquesa, la cual tenía un símbolo que no logré identificar. Mientras me la ponías en mi muñeca me dijiste que era un amuleto de la suerte para los estudios y la concentración, pues era de lo que siempre me quejaba, y que con esto todo se me haría más fácil. Me reí, no esperaba un regalo tan profundo y menos viniendo de ti. Me dijiste que esperabas que no la perdiera y que siempre la llevara conmigo. Te di las gracias y te dije que siempre, la llevaría conmigo, al igual que nuestra amistad, pues siempre estaríamos el uno para el otro. ¿Promesa? Promesa.

Cuando desperté, no me acordaba en que momento había llegado a mi habitación. Sólo sé que al despertar lo primero que veo es a ti, con tus rulos despeinados durmiendo en el sofá de mi pieza, a un lado mi cama. De seguro me tuve que haber quedado dormida en el sofá y me trajiste a mi cuarto, pensé. Mientras te miraba, y me disponía a buscar mis pantuflas, sentiste mis pasos, y tus ojos somnolientos se abrieron de apoco, para luego dar paso a un gran bostezo y decir buenos días. Te dije que no entendía como Pau se había enamorado de ti si estabas tan demacrado, con esa pinta espantabas a cualquiera. Elevaste una ceja y me tiraste un cojín que no alcancé a esquivar llegando a mi cara -O no, esto es guerra en todos lados- Así que saque otro cojín y comenzamos a tirarnos lo primero que encontrábamos a nuestro alcance, hasta que se me ocurrió la mejor estrategia de todas, las cosquillas, ahí te vencía. Cuando me puse encima de ti en medio del ataque de cosquillas, supe que había ganado nuestro duelo mañanero y sólo me reía de tus caras de sufrimiento, ante tus súplicas que parara. Sin embargo, nuestras risas se acallaron cuando de un momento a otro la puerta se abre y vemos a Miguel entrar al cuarto con una bandeja, que al parecer era mi desayuno. Los tres nos miramos, y mi novio rompió el silencio preguntándonos ¿Qué significaba todo esto?

Querido Alexander, nuestro día no podía haber empezado peor, esto huele a conflicto. 

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*Javi al habla: Hoy es miércoles y hay nuevo capítulo. Espero que les guste! <3 

Las cartas que su corazón olvidó enviar©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora