Prólogo

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Antes de comenzar la lectura, se preguntarán ¿y el booktrailer? Sé que dije que lo pondría y me hago responsable de mis actos. He investigado y la única manera de subirlo es tener cuenta en YouTube. El caso es que me puse a hacerla, pero me pedía el número de teléfono y no me dejan darlo. ¡¡¡Disculpadme, siento haber dicho que lo iba a añadir!!! La cosa, es que lo tengo hecho. Si saben la manera de subir un booktrailer sin tener cuenta en YouTube háganmelo saber, gracias.
Ahora, les dejo con el prólogo, para que comprendan como comenzó todo.
Año 86 d.C.
Adifa, tenía unos doce años. En estos momentos descubriría el oscuro secreto que albergaba su vida.
Volviendo a la realidad...
Ella se encontraba en el balcón, donde se pasaba horas escribiendo en papiros todo lo que le iba sucediendo.
{Narra Adifa}
Estaba sentada con las piernas cruzadas pensando que iba a hacer esta tarde. Hasta que escuché una voz:
- ¡Ady! ¡Baja!
- ¡Vamos Adifa!
Yo me asomé por entre los barrotes y vi a mi amiga Paulina y mi amigo Félix.
- ¡Ya voy!- dije con todas mis fuerzas.
Mi madre se encontraba limpiando las togas y le pregunté tímidamente:
- ¿Puedo salir a jugar con Paulina y Félix?
- De acuerdo, pero cuando el sol comience a ocultarse regresa a casa.
- Vale, gracias mamá.- le dije dándole un abrazo.
Bajé las escaleras y llegué hasta la puerta. Salí y me encontré con ellos.
- Buenas tardes.- les miré con una amplia sonrisa.
- Buenas tardes.- añadieron los dos.
- ¿Podemos ir a la tienda de fruta? Mi madre me ha pedido que le compre un racimo de uva y me ha dado 1 domiciliano.- dijo Paulina.
- Claro, te acompañaremos.
Los tres andando fuimos al puesto. Allí, Paulina compró el racimo y nos dirigimos a la plaza central.
- ¿Que os parece si nos vamos a la zona abandonada?- Félix argumentó proponiéndonos un reto.
- No, Félix. Mi madre no me deja ir allí.- le dije algo atemorizada.
- ¿Tienes miedo Adifa?- entonces, Félix me miró con cara desafiante.
- Ady, no seas una miedosa.- la cara de Paulina expresaba una tonta risa.
- ¡Yo no tengo miedo!- grité mientras eché ha andar hacia ese lugar, que en parte, realmente me asustaba.
[...]
Tras de una larga caminata, los tres llegamos juntos a la zona abandonada, que era dónde habían sucedido muchas desapariciones y asesinatos, por eso, me daba miedo ir. Allí, había una casa que no se divisaba muy lejana a nosotros, entonces, nos acercamos y subimos al tejado. Después de eso, nos pusimos a jugar hasta que el sol comenzó a caer.
Sin más, los tres nos bajamos, porque... ¿a quién le gustaría estar en un lugar así de noche?
Íbamos a salir de la zona prohibida, cuando escuché un chillido.
- ¡Aaaaahhh!
Me giré y un hombre tenía a Paulina en sus brazos y otro, había atrapado a Félix.
También se hallaba un tercero, el cual dijo:
- que guapa eres niña, ¿no te han dicho tus padres que no debes merodear sola por aquí?
- ¡Aléjate de mi!- mi voz sonaba enfadada y atemorizada a la vez.
- Oh, creo que no.
- ¡Aléjate de mi te he dicho!- grité con todas mis fuerzas.
En ese momento, sentí una enorme rabia que invadía mis venas, y mis ojos me comenzaron a arder. Una fuerza terrible se apoderó de mi. Mis manos comenzaron a quemarme, y entonces me las miré...¡estaban en llamas! Así que por un instinto que no sé cómo fluyó de mi interior, miré al hombre y soplé en la palma de mi mano. Una prominente llamarada de fuego alcanzó al hombre y se quemó vivo. Los otros dos, al instante soltaron a mis amigos y salieron corriendo.
- ¡Es el demonio! ¡Es el demonio!- decían llorando mientras huían.
De repente sentí como me desvanecía, pero no me llegué a desmayar. Estaba aterrada, no sabía reaccionar ante una situación así. Pero, algo por dentro de mi hizo que sintiera como como si hubiese sido una cosa normal, así que, volví a actuar con normalidad y no le di importancia.
¿¡Cómo una niña como yo no podía darle importancia a algo tan sumamente importante y aterrador!?
- Chicos deberíamos volver a casa.- les dije.
Ellos me miraban asustados, sin articular palabra alguna.
- ¿Estáis bien?- les dije mientras me aproximaba a ellos.
- ¡No te acerques!- me dijo Felix.
- ¡Eres un monstruo!- me gritó Paulina con cara de haber visto a un espíritu.
Los dos salieron corriendo, y me dejaron allí sola, a merced de la noche. Yo me caí al suelo y comencé a llorar. Mis amigos me habían traicionado y me llamaron "monstruo". En ese momento sentí una mano en mi hombro y una dulce voz me decía:
- Te llevaré a casa. No te preocupes, todo a pasado.
Yo me puse en pie y no temía a quien hubiese detrás de mi, por alguna razón me sentía segura. Cuando me giré, vi a una chica rubia con ojos verdes, y llevaba una hermosa capa azul aterciopelada. Entonces, me fijé en su dedo y llevaba un particular anillo azul formado por un zafiro. Me tomó y me apoyé en su hombro. Cuando me quise dar cuenta estábamos yendo en la dirección por la cual había venido.
[...]
Llegamos a mi casa y subió las escaleras. Sentí como mi cuerpo se movía, y sin más, estaba en el suelo. Allí estaban mis padres llorando. Me vieron, y con una sorpresa y una indescriptible sensación de sufrimiento en sus ojos, se acercaron corriendo y me abrazaron. Ellos y esta chica extraña se miraban y le dijo a mis padres:
- Ha llegado la hora.
Ellos se marcharon a otra habitación para hablar. Pero, se dejaron la puerta entornada, por lo cual, yo me acerqué a escuchar sin que me llegaran a ver.
- ¿Por qué se tiene que marchar ya?- le dijo mi madre con un sonido quebradizo.
- Ha enseñado sus poderes al mundo, si no los controlamos pueden volverse oscuros... y no queremos que pase eso, sino tendríamos que matarla.
- De acuerdo, pero dejamos unos días más con nuestra pequeña.- le añadió mi padre.
- Les dejaré un tiempo, pero todos los días tendré que venir un rato a supervisarla. Si los niños que la vieron regresan diciendo algo, ustedes niéguenlo todo.
En ese momento escuché numerosos pasos y corriendo lo más rápido que pude me senté en el suelo apoyándome en una columna.
Entonces, salieron mis padres con esa chica tan extraña. Ella se aproximó a mi y sé quitó la capucha.
- Adifa, no debes preocuparte. No eres un monstruo. Eres una de nosotros.- sus ojos se volvieron azules e intensos y le salieron unos enormes colmillos.- así que no te sientas triste.
Miró a mis padres, y sin más se marchó de nuestra casa. Ellos me miraron algo decepcionados.
- ¿Padres que está pasando?
- Pequeña, ve a dormir.- me dice mi padre.
- Claro...- digo con la cabeza cabizbaja por no entender la situación, o más bien, lo que me pasaba.
Me metí en mi cuarto y me puse a llorar mientras miraba la ventana.
"¿Qué es lo que soy?¿por qué me parece normal cuando a los demás les aterra?"
Para no tener más repercusiones en mi cabeza, decidí irme a dormir.
[...]
De repente desperté , pero me vi en un sitio lleno de cadenas y estaba nevando. Sentía que hacía mucho frío y el vaho salía de mi boca al exhalar. Entonces me concentré en calentarme y mis manos se volvieron a envolver en fuego. Sin más, noté como me retornó el arder en los ojos. Escuché un trozo de cristal caer al suelo y miré. El trozo, se correspondía a un espejo. Lo cogí con mis manos y vi cómo mis ojos se volvieron rojos e intensos. Rápidamente tiré el cristal asustada. ¿Qué me estaba pasando? ¿Quién era yo? O mejor dicho, ¿qué era?
Me puse ha andar, y escuché gritos de dolor.
Miré de dónde venían, y me fijé en que, a cada metro más o menos habían unas puertas con rejas.
Comencé a oír pasos, algo que me aterró mucho. Así que, para ponerle remedio, me escondí tras una columna. Con una mano me tapé la boca para no exhalar y que no se me escuchara.
De repente, se percibí el sonido de una puerta y el grito desgarrador de una persona sonó:
- ¡Aléjate de mi! ¡No me hagas daño!
Los gritos se me clavaban en el corazón.
"¿Dónde estaba?" Eran las únicas palabras que se me pasaban por la cabeza.
Cuando salí de mi mente, me di cuenta de que los pasos habían cesado. Así que corriendo volví por donde vine, pero me topé con algo y caí de culo al suelo.
- ¿Quién eres tú?- me dijo una grave y profunda voz.
Yo me puse en pie y me sacudí el polvo que llevaba mi vestido.
- M-me llamo Adifa.- dije mientras le miraba.
Mi cara se volvió pálida, y no me podía ver pero lo sentía. Estaba atemorizada. El fuego de mis manos desapareció como hojas que se lleva el viento.
[...]
Sentí un espasmo y mis ojos se abrieron. Todo había sido un sueño, o más bien una pesadilla.
"¿Quién era? Lo peor es que no recuerdo cómo era, solo su voz."
Me levanté y me vestí. Me puse una túnica azul que me llegaba por los tobillos. Entonces, me hice un recogido en el pelo.
Salí de mi cuarto, y me dirigí a la gran sala que había en el centro de la casa. Allí estaba mi madre, algo más triste que de costumbre.
- Madre, ¿qué te sucede?
- Nada, hija mía. Dentro de una hora vendrá la chica que conociste ayer, te ayudará en todo lo que pueda. Debes fiarte de ella.
- De acuerdo, madre. Como usted diga.
[...]
Yo estuve una hora en mi cuarto, realizando telares, y hablando con la planta que había en mi cuarto. Parecía un poco loca, pero ya que ahora no podía hablar con nadie era lo único que podía hacer. Tenía que enseñarme a hacer telares para poder vivir bien el día del mañana. Hasta que me cansé. No sé porque, pero dentro de mi corazón sabía que este no era mi sitio. Quería saber el porque podía hacer esto. Así que me puse a practicar. Solo pensaba en concentrarme, en hacer que el fuego saliera de mis manos. Pero, nada. Cerré fuertemente los ojos, e intenté concentrarme pero lo único que conseguía era que me entrara un gran dolor de cabeza. Comencé a escuchar un ruido, hasta que me di cuenta que era mi madre me llamándome:
- Adifa, tenemos visita.
Me puse muy contenta, porque sabía que era la chica que iba a enseñarme cómo controlar mis poderes.
Salí corriendo y me dijo mi madre:
- No debes correr, Adifa te puedes resbalar.
- Es que tenía muchas ganas de que llegara.- le dije con una enorme sonrisa.
Vi que está chica le lanzó una mirada a mi madre, y entonces, mi madre nos dijo:
- Debo dejaros solas, estaré en mis aposentos.
Se marchó y nos quedamos solas.
- Me llamo Adifa, aunque eso ya lo sabes, ¿y tú eres?- la verdad, estaba bastante intrigada.
- Mi nombre es Lilith, Venatrix. Aunque, es extraño que no lo sepas...
- ¿Por qué?- le pregunté.
- Por nada.- dijo mientras se adentra en una sala con muchas columnas que teníamos.
Yo avancé hasta estar a su lado y le comenté:
- ¿Qué poderes tienes?
- Básicamente, nada en especial.
- Seguro que es algo muy especial. ¿Qué tipo de monstruo eres?
- No vuelvas a decir eso jamás.- me dijo con un tono tajante.
- De acuerdo.- me intimidó un poco.
- Oh, perdona. No pretendía asustarte. Es que quiero que te enseñes a que no somos monstruos. Somos criaturas sobrenaturales, más especiales que las normales.
- Señorita Lilith, ¿qué criatura eres?
- Soy la reina de los vampiros. ¿Has oído hablar de ellos?
- Si, son seres de la noche que chupan la sangre.- eso me asqueaba.
- Yo no hago eso, es repugnante. No me atrevería a chuparle la sangre a ningún mortal.- hizo la misma reacción que yo.
Entonces las dos nos reímos.
- Adifa, ahora que llevamos algo hablando. Tienes que serme sincera, ¿has tenido algún sueño extraño últimamente?
Yo tragué saliva, ¿debía contárselo? Aunque en si, tampoco es que haya visto nada que me pareciera inadecuado, por lo menos que recuerde.
- Adifa, veo que tienes miedo. ¿Qué viste?
- ¿Cómo lo sabes?- me sorprendía mucho.
- Veo el estado de ánimo de las personas.
- ¿Es eso posible?
- Si, pero tú eres diferente. Todavía no sabemos lo que eres capaz de hacer.
- ¿Quienes no lo saben?
- La logia, el tribunal de los sabios. Nadie les ha visto, son un misterio. Pero, antes de nada.- hace parecer un pergamino de la nada.- tienes que firmar esto.
- ¿Y qué estoy firmando?
- Léelo.- me dijo por si no me fiaba de ella.
Tenía una gran capacidad. Era la única de mi ciudad que con mi edad sabía leer y escribir tan bien.
Cuando lo terminé de leer, vi lo que decía, que era que aceptaba mantener en secreto todo lo que viera y oyera, pero una cosa me pareció extraña.
- ¿Por qué dice que durante toda la eternidad deberé serle fiel a la logia?
- Oh, porque... aunque...todavía no se sabe...
- ¿El qué?
- El cuando alcanzarás la edad inmortal.
- ¿¡Qué?! ¿Qué es eso de la edad inmortal?
- A ver, tú de por sí ya eres inmortal. Eso quiere decir que envejeces cada día pero nunca podrás morir. Llegará un día en que dejes de crecer y te quedes con esa edad para siempre.
- ¿En serio?- digo alucinada.
- Si, yo llevo teniendo 20 años durante muchos siglos.
Me quedé impactada.
- ahora solo te tienes que preocupar de firmar, para poder averiguarlo todo, ¿aceptas las condiciones?
- Acepto.- digo mientras firmó.
[...]
Ya habían pasado tres años y en estos momentos tenía doce años.
Al final los sabios de la logia le dijeron a Lilith que hasta que no llegara a la edad inmortal, no podría estar dentro, pero tendría que seguir entrenando para estar preparada para lo que se me presentase. Pero, sigo preguntándome "¿quién soy yo? Porque realmente, si soy especial... ellos deberían saberlo. Siento que me ocultan algo que corresponde a mi infancia. Ellos, solo me dicen que ya tendremos esa conversación. Pero, creo que ya es hora.
En estos momentos, yo me encontraba en la terraza. Desde aquel día tan fatídico no volví a ver a ninguno de mis antiguos amigos, prefería no saber que pasó con ellos. Yo no paraba de dar vueltas por la terraza, pensando en cómo decírselo a mis padres. Inspiré fuerte y me dirigí a la sala de las columnas que era donde se encontraban ellos.
- ¿Padres?- dije algo tímida.
- Princesa, ¿qué te pasa?- me dijo mi padre.
- Q-quería ha-haceros una pregunta.
- ¿Qué te sucede hija?- mi madre presentaba rasgos de estar preocupada.
- Quiero que me contéis ¿qué o quién soy yo?
- Hija... tú eres Adifa, ¿qué más quieres saber?- añadió mi padre.
- Sé que soy Adifa, pero hay algo más, lo presiento. Ya no soy tan pequeña y quiero saber la verdad.
- No hay nada que contar.- el tono de mi padre sonó tajante.
- ¡Tenéis que contarme la verdad!- dije irradiando ira.
Con ello, mis manos se envolvieron en llamas y mis ojos me comenzaron a quemar.
Mis padres tenían caras de asustados. En ese mismo instante me di cuenta de lo que estaba haciendo con mis poderes y noté un bajón.
Sin más, las llamaradas de mis manos desaparecieron y mis ojos se volvieron helados.
- Lo siento mucho.- dije con lágrimas en los ojos.- hay veces en las que no puedo controlarme.
Salí corriendo y me metí en mis aposentos. Era tan triste, el poder hacer daño a las personas que más me importaban... Ahora más que nunca sabía que me metería en la logia en cuanto alcanzara mi edad inmortal. Pero, ¿cuando llegaría el día?
Vi que mis padres entraron en mis aposentos y les dije:
- no debéis acercaros, no quiero heriros.
- No nos herirás, porque tú eres más fuerte que eso.
Yo suspiré.
- eso quiero creer.- les dije.- pero,ahora. Quiero hablar sobre mi.
- Lo sabemos. Por eso hemos venido.- añadió mi padre.- pero, ¿qué quieres saber exactamente?
- Toda la historia.
- Todo se remonta a un 26 de agosto del año 76...
*FLASHBACK*
finalizó completamente toda esta catástrofe medioambiental del Vesubio en la que murieron alrededor de 5.000 personas. Entonces, los romanos procedentes de la mismísima capital del imperio Romano llegaron a comprobar las ruinas y lo que había quedado de las mismas.
Un romano con un particular anillo de rubí destapó unas piedras y allí encontró a un bebé, que era Adifa. El bebé abrió los ojos.
Sin más, el romano asombrado cogió a el bebé y le dijo:
- ya estás a salvo...- se dio cuenta de que en la sábana con la que estaba envuelta había escrita una palabra "Adifa".- Adifa.
[...]
Tras intentar buscar más supervivientes no hubo nadie. El romano, se reunió con su tropa.
- ¿Cómo es posible que hayan supervivientes, señor?- le dijo un soldado.
- Es un milagro De Dios, una señal de que la tenga como mi hija.
- ¡Señor seguro que le da una sorpresa a su señora Scaeva!
- Eso espero, mi señora lleva mucho tiempo esperando a un sucesor al igual que yo.
[...]
Cuando los soldados llegaron a la capital, fueron al palacio del emperador Tito. Entonces, este gerente de tropas llamado Cedric se presentó ante el trono del emperador y le dijo:
- Grandioso, solo hemos encontrado a una superviviente en el incidente del Vesubio. Su nombre es Adifa y quiero adoptarla como mi hija, si ha usted no le parece mal.
Él se giró mirando a su soldado y seriamente le manifestó:
- debido a este terrible incidente con la erupción del monte vesubio seré misericordioso y te dejaré. Pero, cuida a este bebé como si fuera tuyo.
- Se lo prometo, excelentísimo.
[...]
Cedric corriendo fue a su casa. Entró y Scaeva estaba en el balcón apoyada en la barandilla mirando a la nada. Él llegó con un bebé en las manos y le dijo a Scaeva:
- Scaeva, mi amor. Tengo un regalo para ti.
Ella se dio la vuelta y le vio con un bebé en los brazos. Scaeva estaba asombrada. Se acercó a su esposo y le articuló:
- ¿De dónde ha salido este bebé? ¿No habrás matado a sus padres?- estaba aterrada.
- No, me lo he encontrado bajo los escombros en Pompeya.
- ¡Pobre criaturita!- dijo Scaeva cogiéndole en sus brazos.- ¿qué nombre le podemos poner?
- Se llama Adifa, pero puedes ponerle el que quieras.
- Le dejaré Adifa, ya que seguro que sus padres querrían que se lo hubiera dejado.- puso una sonrisa y el bebé le sonrío.
- Ahora seremos una familia.- le dijo Cedric a Scaeva.
*FIN DEL FLASHBACK*
- eso fue lo que sucedió. Te encontramos en las ruinas de Pompeya.- concluyó quién al parecer no era mi padre.
No sabía cómo reaccionar. ¡No eran mis padres! ¡Ni siquiera los pude conocer! Y lo peor de todo, era que no se fiaron de mi para poder contarme esto. Me sentía tan defraudada... me deploraba de todo... ¡quería explotar!
- así que no sabéis nada de mi, ni de quién es mi familia. ¡No los pude conocer!
- Te salvamos la vida, ibas a morir.
- ¡No! y nunca podré saber porque soy especial si ni siquiera sé cuales son mis raíces. Pero, ¿eso es todo, no?
- No, no te he contado que liada en la manta encontramos una daga completamente negra de una aleación que nunca habíamos visto.
- ¿Dónde está la daga?- les pregunté irradiando ira. Mi padre hundió las manos en la tierra de la planta y sacó una daga negra como el carbón. Pero...después de todo el tiempo, siempre ha estado ahí... nunca me lo podía haber imaginado.
En ese momento le quité de las manos a mi padre la daga, cogí una cesta de mimbre y eché todos mis ropajes, incluyendo la daga.
Me fui de mi cuarto y algo me estiró hacia atrás. Me giré y vi que mi padre que me sujetaba del brazo.
- si te vas a marchar, quédate con esto.- me dio el anillo de rubí que siempre llevaba.- así nos recordarás siempre.
Yo cogí el anillo y lo lancé al suelo. En ese momento salí corriendo, mientras lágrimas brotaban de mis ojos. Cuando estaba fuera, miré por unos segundos la casa. Todavía podía quedarme, pero miré hacia delante y me escabullí entre la gente.
[...]
Pasados 5 años.
Ya había cumplido la mayoría de edad, ahora tenía 20 años.
No había vuelto a saber nada de la logia y ahora me hacía llamar "Daifa" que era mi nombre alterando el orden de las letras.
Todos los pueblerinos me miraban extraña, porque claro, no era normal vivir sola. Pero pronto, llegaría a la edad de la inmortalidad.
Bajando de mis pensamientos, salí de la casa abandonada en la que estaba. En la calle no paraban de chismorrear y poner caras de miedo. Yo algo inquietada me acerqué a un par de señoras y con una dulce cara les dije:
- perdonen, no me gusta molestar. Pero, ¿qué ha pasado?
- ¡La casa de Cedric, el comandante del emperador Tito está en llamas!
Mi cara no cabía en el asombro. Corriendo entré a la casa y cogí mi daga. Lo único que me hacía falta. Salí de allí sin perder ni un segundo. Si llegaba tarde, me arrepentiría toda mi vida. Me sentía tan mal por haberles abandonado...
[...]
No podía más, estaba agotada. Pero, cuando iba a darme por vencida. Me di cuenta de que ya había llegado.
Me dirigí a lo que era mi casa y la gente estaba asustada, tirando agua con vasijas de arcilla. Yo entré corriendo y la gente se quedó patidifusa. Se escuchaba:
- ¡esa muchacha está loca!
- ¡Va a cavar su propia tumba!
- ¡Dios santo! ¡Qué horror!
Lo que toda esa gente no sabía era que yo, era inmortal.
Comencé a notar un calor inmenso, pero no el que noto cuando soy esa criatura, sino, el del fuego ardiente rozándome por todo el cuerpo.
Subí las escaleras, aunque el aire ese no fuera natural. Yo sentía que era como estar en medio de naturaleza, no me afectaba. Avancé, y me metí en todos los cuartos pero no había nadie, hasta que decidí mirar en el último sitio que quedaba. La sala de las columnas.
Escuché toses. Y sin más, grité:
- ¡¿Padres?!
- Adifa...- escuché una voz.
Me adentré en la sala sin problema.
Vi a mi "padre" y le dije:
- tengo que salvaros, ¿y mamá?
- Ya sé ha quemado.
No podía aguantar mis lágrimas.
Entonces, una columna calló detrás de mi.
- tengo que sacarte de aquí.
- No, ya es tarde. Huye tú que puedes.
- ¡No puedo! ¡No otra vez!
- No fue tu culpa.- no dejaba de tosiendo.- toma mi anillo y recuérdanos, no como ahora, sino con buenos recuerdos.
Me dio el anillo y cerró los ojos. Su mano cayó al suelo, y le dije:
- Lo siento, te quiero padre.
Salí de allí con lágrimas en los ojos. Caí rendida al suelo y una voz me dijo:
- ya es la hora. ¿Estás preparada?
Yo miré hacia arriba y vi a Lilith, la reina de los vampiros.
En ese momento me coloqué el anillo y le dije:
- Más que nunca.
...

𝐋𝐀 Ú𝐋𝐓𝐈𝐌𝐀 𝐄𝐋𝐄𝐆𝐈𝐃𝐀 𝐃𝐄𝐋 𝐃𝐈𝐀𝐁𝐋𝐎  ➤ LUCIFER MORNINGSTARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora