P R Ó L O G O

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Denver,
Colorado

19 de Diciembre
de 2014


× × ×

      —¿Entonces necesitamos el pavo y las verduras? —Mamá asintió y yo apunté aquello en la recién abierta nota en mi teléfono móvil.

      Mis ojos releyeron la larga lista ya escrita; espumillón, calcetines nuevos para la chimenea, vino y un sin fin más de cosas que no estaba completamente segura de que cupieran de regreso en el maletero.

      Íbamos rumbo al supermercado, dispuestas a adelantarnos al resto del mundo con las compras navideñas. Era costumbre en casa comenzar a preparar la casa y los menús casi un mes antes, preferíamos evitar la subida de precios y el desabastecimiento de los últimos días.

     Mi atención se mantenía fija en la pantalla de mi teléfono mientras tecleaba hasta que, de nuevo, un golpe en la parte trasera de mi cabecero me hizo girar con enfado.

      —¡Jessica deja de una maldita vez esa pelota! —Exclamé molesta encarando a mi hermana pequeña, sus ojos castaños me miraron con molestia.

      Mamá alzó la mirada y la observó con el ceño fruncido desde el espejo retrovisor, con tono firme dijo; —Haz caso a tu hermana mayor, Jess, deja la pelota.

      Aún girada para ver su reacción observé cómo sus mejillas se coloreaban y su ceño se fruncía hasta dejar una línea curva en su frente.

      Sonreí victoriosa, ella gruño con su aún su vocecilla aguda.

      —¡Yo también soy mayor! ¡No te rías! —Replicó la rubia con enfado.

      Estiré mi mano tratando de alcanzar la bola de goma espuma.

      —Pero yo lo soy más, por lo tanto me haces caso. Dámela —Ella negó y llevó el objeto de color rosa, al igual que su silla, hasta su pecho refugiándolo con sus pequeños brazos.

      Bufé molesta y me dejé caer de nuevo contra mi asiento, guardé mi teléfono en el bolsillo interior de mi abrigo.

      Era ahora Jessica quien sonreía triunfante de desde su sillita de Hello Kitty*

     —¿Yo era así de molesta con ocho años? —Pregunté cruzando los brazos sobre mi estómago y dejándome deslizar un poco sobre el asiento, mamá negó y sonrió.

      —Eras muy tranquila, igual que Helena—La miró por el retrovisor central y ella al escuchar su nombre quitó los auriculares de sus orejas.

     Su cabello castaño cayó como una cortina cubriendo ambos laterales de su rostro, Helena no tardó nada en apartarlos detrás de sus orejas antes de levantar la mirada. Siempre me había encantado el color de su pelo, mucho más manejable que el tono cobrizo apagado que tenía yo.

      —¿Habéis hablado conmigo? —Preguntó, yo negué suavemente mientras me enderezaba.

      —Estamos hablando de lo molesta y rebelde que está Jess —Helena desvió la mirada a la niña a su lado, ella mantenía toda su atención en la dichosa pelota. —Es literalmente el reflejo de papá.

     —Es cierto, es idéntica a tu padre —Afirmó mamá con una sonrisa —Aunque ha salido tan guapa como yo.

      —¿Podrías quitarle esa pelota? —Pregunté mirándola  por el retrovisor —Como siga jugando con ella vamos a tener un accidente.

Llamas #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora