Un torpe amigo

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Luego de su caminata de regreso a casa, Yuri pudo descansar del tumulto que reinaba en las calles, para refugiarse junto con Vicchan en la tranquilidad de su silencioso hogar.

Quizás ahora podría ser libre del molesto bullicio de la ciudad, más al gitano aquello le representaba una nula satisfacción cuando en su mente se llevaba a cabo un disturbio de pensamientos que era capaz de evocar la más angustiante de las preocupaciones.

Su hogar se encontraba invadido por un inusual silencio; ese era el problema.

Los pensamientos referentes a la suerte que correría el poeta después de haberlo dejado solo no abandonaron su mente desde el momento en que, agobiado por una asfixiante sensación, un ataque de debilidad le obligó a tomar la petición de su esposo como la excusa perfecta para salir huyendo de aquel ambiente que se había vuelto tan sofocante hasta el punto en que sentía como su pecho se oprimía inclemente, impidiéndole respirar con la usual libertad a la que estaba tan acostumbrado.

¿Él estaría bien? ¿Debería de haberse quedado hasta el final? ¿Iba siquiera a regresar?

Tal vez aquellas cuestiones que agobiaban la mente del doncel eran simples preocupaciones sin sentido, tan sólo miedos infundados por las desagradables impresiones que aquel sombrío personaje le había dejado grabadas, como una marca indeleble en sus memorias.

Yuri quería comprender la naturaleza de aquellas sensaciones que encendían sus alertas. Después de todo, una parte de su mente le decía que, muy posiblemente, estaba ensombreciendo el despejado cielo de la realidad, dado que todas esas emociones emergían de él ante la perspectiva de enfrentarse por primera vez a alguien a quien su persona no sólo no agradaba, sino que también parecía tenerle un acérrimo odio.

Era de esperar entonces que el zíngaro no supiese cómo manejar dicha situación a la que nunca se imaginó estar expuesto. Y quizás, sólo quizás, él estaba distorsionando la realidad hasta el punto de convertirla en un diabólico laberinto de sombras del que le aterraba no salir jamás.

Pero, aun si sus miedos no fueran infundados, aquella antipatía sólo iba destinada hacia su persona; el poeta no tenía nada que ver con ello. Al contrario, si lo que su esposo solía decirle resultaba ser verdad, entonces Yuri podría decir con toda seguridad que aquel austero hombre lo tenía en muy buena estima, por lo que... Sería innecesario devorar la tranquilidad de su mente con insignificantes preocupaciones ¿No?

Y, no obstante, la mente del doncel no podía liberarse del inclemente yugo al que sus miedos lo condenaban con la evocación de sin fin de imágenes que conformaban los posibles desenlaces que aquel encuentro podría tener la desdicha de presenciar.

La fatalidad con que sus pensamientos se vestían se estaba volviendo tan umbría que, el zíngaro comprendió dentro de la marea de sus inquietudes que, de seguir así, entraría en un insondable abismo de turbación emocional del que sería preso sin la más mínima esperanza de libertad.

Quizás su fiel cabrita se dio cuenta de la consternación mental que agobiaba a su dueño, ya que le otorgó una pequeña vía de escape al regresarlo de forma momentánea a su realidad, pues comenzó a emitir bajos balidos mientras que con su cabeza empujaba suavemente las piernas del gitano para captar su atención.

— Oh, Vicchan. — Se inclinó hasta estar a su altura y así envolverla entre sus brazos. — Lo siento, no quería preocuparte. — Hundió su rostro en la suavidad del cálido pelaje que siempre le brindaba un poco de calma en la tormenta de sus temores.

Sin embargo, Yuri comprendió que esta vez el tácito apoyo que su cabrita le otorgaba no sería suficiente para desvanecer por completo la bruma de sus inquietudes. Fue por tal razón que, ante la amenaza de caer sumido en el profundo pozo de la ansiedad, decidió que distraería a su mente de otra manera que, al menos, hasta el momento le había servido lo suficiente para mermar su nerviosismo.

Notre Dame de París [ Yuri On Ice - Victuuri ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora