El atardecer estaba llegando a su fin y este era anunciado en forma de lánguidos rayos que se filtraban por una pequeña ventana para bañar con su cálida luz el interior de una vivienda donde sólo el silencio reinaba salvo el constante y ansioso tamborileo de unas botas contra el suelo.
Se trataba del poeta quien, después de haber sufrido los estragos de su más reciente arrebato emocional, junto con la realización de cómo sus inconscientes palabras lo habían guiado directo al más funesto de los desenlaces, se avocó entonces a la fiel tarea de expiar sus culpas mediante recurrentes pensamientos que, aunque desordenados y frenéticos, giraban en torno a una sola y primordial cuestión:
¿Cómo solucionaría el desastre que tan magistralmente había causado en cuestión de minutos?
Si Victor debía ser sincero, tenía que aceptar que el tiempo y sus antecedentes eran la irrefutable prueba del don natural de arruinar todo tipo de situación que el Señor mismo le había otorgado al nacer, quizás en un desesperado intento para obligarle a controlar mejor esa imprudente lengua que, para variar, él también le había dado.
Más, ahora no importaba si la causa de sus desgracias yacía en los remedios poco ortodoxos del Señor, en el capricho de un hastiado Júpiter, o simplemente en la inherencia de su irreflexiva personalidad.
Llegar al núcleo del problema y encontrar el camino de regreso al relativo estado de paz que compartía con su gitano esposo, esa era la única cuestión que debía estar torturando a su mente.
— ¡Pero es tan difícil de entender! — Liberó parte de su frustración en aquella queja que llenó el silencio del lugar. — Oh, Vicchan... Todo esto sería más fácil si tú pudieses hablar y así revelarme la clave necesaria para descifrar los enigmas de mi ángel...
El filósofo por fin detuvo el incesante recorrido a lo largo de la habitación, para alivio de la cabrita, quien se había mantenido en silencio mientras se dedicaba a seguir con la cabeza las constantes vueltas con las que Victor rondaba el pequeño espacio, tal y como si fuera un león enjaulado que anhelaba con desespero el liberarse de su encierro, con la diferencia de que al poeta lo que le detenía no eran barrotes sino las propias cadenas de su inseguridad.
¿Pero cómo podría deshacerse de dichas cadenas si estas sólo lograban apretarse alrededor de su corazón al recordar con pesar la manera en que el doncel había huido lejos él?
Por supuesto que en un inicio sus piernas se habían movido impulsadas por el furor de arreglar lo que sea que hubiese roto en el frágil corazón de su ángel, pero cuando este amenazaba con terminar de quebrarse si se le obligaba a otra confrontación emocional, a Victor no le quedaba más que brindarle el espacio que su esposo tanto le rogaba mediante sus acciones.
Al poeta nunca se le había hecho difícil el otorgar espacio y soledad si él sentía que esa persona lo necesitaba, ya sea para aclarar las penumbras de su mente o sanar las heridas que recorren un alma atormentada. Después de todo, él mismo conocía en carne propia lo esencial que era el apacible silencio de un inmaculado claustro para buscar y así encontrarse a sí mismo cuando perdido estás en la irrefrenable marea de la vida que a veces con violencia te golpea para extraviarte de tu curso.
No obstante, lo que antes le era sencillo, ahora representaba una amarga atadura que encadenaba el deseo que ardía en su corazón, cuando el dolor le traía de la mano los vividos recuerdos de unos bellos ojos que ultrajados eran por el vil placer que algún caprichoso Dios sentía al posar el estigma del tormento en un radiante mirar.
Y si esto continuaba igual... No iba a faltar mucho para que él también fuese víctima de ese mismo estigma.
Quizás Vicchan no podía hablar, más aquello lo compensaba con su capacidad para leer el aura emocional de los demás, ya que pronto sacó de sus profundas cavilaciones al poeta, gracias a los pequeños golpes con que lo empujaba para llamar su atención.
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Notre Dame de París [ Yuri On Ice - Victuuri ]
Fiksi PenggemarLa bella ciudad de París, en el año de Dios 1482, será escenario de la siguiente historia de amor, deseo y una enferma obsesión. Por las antiguas calles de París se hace gala de las más apasionadas emociones capaces de moldear el corazón humano a su...