Era el día más triste, estaba ella a la distancia, dándome la espalda, con el cabello mojado sobre su rostro, se encontraba con la cabeza agachada sin decir una palabra, ya se había marchado. Y estaba yo ahí también, plantado en el suelo, como un cobarde ¿Qué podía hacer ? Hay tantas cosas que puedo hacer, me repetía, aún hay tiempo. No entendía que esa sería la última vez que la vería.
Le preguntaba a aquello que nos trajo aquí ¿Por qué? No me parecía justo, era lo mas preciado, lo más amado y tenía que irse, dejaría ser parte de mi destino. ¿Acaso no estaba todo ya escrito?
Evidentemente no comprendía mi fortuna,
era tan perfecto el haberle conocido, pudo estar en otra época, en otra realidad, pero estuvo aquí, precisa, en el tiempo y la distancia, me eligió y yo la elegí a ella, a una escala insignificante del cosmos, algo tan fugaz para el universo, tan pequeño e imperceptible, sin relevancia alguna, en ese sitio por donde se desplazaba nuestra galaxia, donde nunca jamás volverá a estar, un milagro.
En aquel entonces era aún muy jóven para comprender todo esto, pero ahora sigo aquí, en el mismo sitio, donde alguna vez la vi partir y me pregunto;
¿Por qué aún duele tanto?..