Volver a comenzar

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[Aang] 

Para aquel punto, el Avatar estaba más interesado en los cubitos de azúcar que se deshacían lentamente en su taza de té que en la conversación que se mantenía en aquella habitación.

—... una amenaza—iba diciendo una voz femenina. Se trataba de Isamu, representante de la Nación del Fuego en el Consejo—, pero no se trata de una novedad. Los protestantes han surgido en la República Unida desde que esta era solo una pequeña colonia de la Nación del Fuego.

—Sin embargo—replicó Sying del Reinto Tierra—, este nuevo séquito esta actuando de forma no tradicional. Están siendo osados, incluso con la presencia del Avatar en Ciudad República.

—Debemos mantener la calma ante todo—Sokka se había puesto de pie, con una mueca en los labios—. Esto no es algo que no podamos manejar. La Jefa Beifong y su departamento se está encargando de perseguir a estos hombres—se volvió hacia su cuñado con una sonrisa divertida—, y si nuestra querida Jefa no es suficiente para ellos, aún contamos con el apoyo del Avatar.

—Espero que la situación no llegue al punto en que mi intervención sea requería—Aang habló con firmeza, esperando que todos los miembros del Consejo lo escucharan—, pero de llegar el momento, pueden estar seguros que haré lo necesario para mantener la paz y tranquilidad en las calles de Ciudad República.

Los miembros del Consejo intercambiaron susurros de aprobación y asintieron en acuerdo ¿Como no confiar en la palabra del Avatar? Después de todo, él era el símbolo de la paz en el mundo.

—Eso sería todo por esta reunión entonces—decretó Sokka y sus colegas estuvieron de acuerdo.

Por fin.

La reunión se había extendido por horas y Aang estaba profundamente exhausto. Aunque con los años los temas políticos y la diplomacia le eran más fácil de llevar, él nunca terminaría de introducirse en aquel mundo. La última semana le había sido específicamente difícil, desde que aquel nuevo grupo rebelde había llegado a la ciudad y había comenzado a sembrar el miedo entre los ciudadanos.

Lo único que Aang quería era ir a la Isla Templo del Aire y dormir una larga siesta, pero sabía que no podía hacerlo.

—¿Realmente estamos ante una amenaza?—preguntó el Avatar, una vez que los otros concejales hubieran abandonado la habitación.

—Podría ser—Sokka se pasó las manos por el rostro, exhausto. Tenía veinticuatro años y cargaba con el peso del Consejo de la República Unida y desde hace dos años, de la Tribu Agua del Sur. Era ahora el Jefe Tribal Sokka, un título que solo ponía más responsabilidades sobre sus ya cansados hombros—, pero, como le dije al resto, no es algo que no podamos manejar, así que no comiences a entrar en pánico, Aang.

—No es pánico—replicó el Avatar, levantándose de su lugar para marcharse. Sobre sus hombros, la larga capa roja se movía con pesadez—, es solo precaución; ahora más que nunca Ciudad República debe ser un lugar seguro.

—Y lo es—le aseguro Sokka, poniendo su brazo en los hombros del monje. A sus veintiún años, Aang era ya casi más alto que su cuñado.

Dejaron la habitación juntos y salieron de la alcaldía. Afuera, Appa lo estaba esperando, acosado por algunos niños curiosos que correteaban a su alrededor.

—¿Como va todo con Shinju?—se animó a preguntar el Avatar. Se había enterado de la chica por parte de Katara, pero por el momento no había tenido el placer de conocerla en persona.

Rising Shadows [RM #02]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora