Extra

1.9K 150 30
                                    


¡Hola! Han pasado varios meses desde la última actualización de esta historia, a decir verdad, no tengo ninguna excusa para el hiatus en el que esta historia se sumergió a poco de concluir.

Les agradezco enormemente el haberse tomado el tiempo de leer esto, el agregarlo a favoritos o el hecho de dejar un comentario.

Recuerden que no soy profesional y que esto es por puro placer mío, no gano nada escribiéndolo.

Me disculpo por mis faltas de ortografía, términos/nombres mal dichos o el enorme ooc de los personajes.

Sin más, aquí el capítulo.



o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.

Wólfram detuvo su escritura analizando el documento que sobre el escritorio yacía, dedico un par de segundos a observar su firma recientemente plasmada en papel con tinta fresca. Todo parecía en orden, nada se encontraba fuera de lugar y no existía ningún impedimento para su aceptación. Su vista viajó a la no tan pequeña pila de documentos pendientes de aprobación que se encontraban a su lado izquierdo.

Recargó su espalda contra el respaldo de la silla y soltó un suspiro cansado, el papeleo nunca tenía fin. Se removió incómodo en su sitio, la espalda le dolía horrores debido al periodo de tiempo prolongado que había permanecido en esa posición. Había estado en esa silla, revisando documentos juntos a Yuuri desde temprana hora del día.

Estaba físicamente agotado.

Echó un vistazo rápido por la ventana, era de noche, probablemente entre la debido a la oscuridad que reinaba fuera y al leve bullicio que ocurría fuera de esas cuatro paredes. Su estómago rugió hambriento, tenían bastantes horas desde la última comida que ambos probaron durante tempranas horas de la tarde.

Volvió su mirada hacia el interior de la habitación y la posó sobre su marido, Yuuri parecía sumamente concentrado en la lectura de aquellos documentos que sostenía entre sus manos. Ajeno a su malestar y cansancio. Observó la pequeña pila de documentos al lado del pelinegro, los que se encontraban pendientes aún de su firma. Era una cantidad considerablemente menor comparada con la suya y con los que ambos habían aprobado con anterioridad.

Wólfram pensó que en un tiempo atrás no podría siquiera compartir la responsabilidad que sobre su alfa se encontraba; después de todo, no sería su obligación ayudar en aquella labor debido a su condición como omega. En el pasado existieron muchas restricciones para los de su género, los que eran como él tenían prohibido trabajar en otras actividades que no correspondieran a la correcta crianza de los hijos y las labores hogareñas. La realización de cualquier otra práctica se castigaba severamente.

Sin embargo, todo eso había cambiado gracias al actual rey de los demonios, su esposo se encargó de deshacer aquellas leyes y romper poco a poco con los estereotipos que tan arraigados se encontraban entre la población mazoku. Yuuri promulgó leyes a favor de los de su género y les proporcionó libertades que años atrás jamás hubieran soñado tener; les dio la opción de elegir.

Wólfram lo agradecía, de verdad lo hacía. Ahora existía un nuevo futuro para otros omegas, ellos podrían tomar sus propias decisiones y ser lo que desearan sin ser obligados a enlazarse con cualquier alfa. Los omegas ya no serían vistos como objetos sexuales ni como seres sin valor ni opinión.

Esbozó una pequeña sonrisa sin retirar la vista del pelinegro. Wólfram se consideraba afortunado de tenerle, Yuuri era la persona más maravillosa que había tenido el placer de conocer. Él le respetaba como un igual, no le veía como alguien inferior ni le trataba como un objeto sin valor. Le miraba como lo que era, un ser viviente que siente y piensa por sí mismo; eso, para Wólfram significaba demasiado. Cuando Yuuri comenzó a cambiar las leyes sobre omegas, Wólfram no dudo en ofrecerse a ayudarle con las responsabilidades que sobre él caían. Él era el consorte y sabía lo que implicaba gobernar un reino y lo desgastante que esto podía ser. Ya no sería responsabilidad de uno, sino de dos.

MarcaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora