Capítulo XI

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Evak Wimbler

Estamos a principios de agosto y dentro de poco será el maratón al que este año me he en listado para apoyar a los niños del hospital de Londres. He conseguido más firmas de las que pensaba así que me siento un poco presionado por las espectativas que están sobre de mi y quiero dar lo mejor también por esos niños y sus familias.

Salí muy temprano a correr y ya que me encontraba cerca fui a la estación de tren, hasta llegar a la parte donde las casas y las calles lucían más descuidadas y peligrosas (que a pesar de sonar como un niño rico, la casa de mis padres se encuentra dentro de las mejores zonas). Camine un par de calles dentro del barrio, hasta topar con una casa de ladrillos lo bastante grande para pensar que podría estar bien para una familia, el patio un poco descuidado y con juguetes de niños pequeños tirados por todos lados y el inconfundible deportivo rojo que sobresalía por todos lados apenas entrar a la calle.

–Hola Evak, –me saludo Víctor que le estaba arreglando una llanta al auto– ¿que haces por aquí?

–Hola ¿que tal va el auto? –respondi abriendo la pequeña cerca de alambre– en realidad, no mucho. Solo... Ya sabes, vine a dar la vuelta.

Se volteó a mirarme pensando seguro que esto no era solo «dar la vuelta», pero en ello salió Irene con cara un poco malhumorada, pero al verme se me lanzó encima besándome, cuando se aparto su rostro seguía un poco tenso y me llevo hasta un parque cercano dentro del mismo barrio donde había columpios y ella se sentó en uno mientras yo la empujaba suavemente.

–Y... ¿que tal ha ido tu día? –le dije sin saber realmente si me interesaba del todo oírlo o no, sabía que iba a ser lo mismo de siempre.

–Como siempre, mamá y la tía Lou se han vuelto a pelear. Probablemente haya sido por que la tía cree que es tiempo que nos mudemos, ha mamá le cuesta trabajo encontrar un lugar donde no la corran por llegar al trabajo borracha.
“Así que... Se pelearon por eso, y creo que se volverá a ir con alguno de sus novios ya que ni siquiera ha llamado. Y también... Le he gritado a Lou y sus hijos por hacer que mi mamá se fuera. Pero solo lo arruine más”.

–Creo que deberías empezar a ver las cosas que las demás personas hacen por ti Irene –tome un respiro, me senté en el columpio de al lado y continúe– no puedes seguir defendiendo a tu madre cuando no se preocupa ni siquiera por ti.

Paró en columpio y se me quedo mirando fijamente con fuego en los ojos.

–No necesito que tu me digas esto, ¿no se supone que eres mi novio? ¡¿no se supone que me hagas sentir mejor o que me acaricies la cabeza, me abraces y me digas que todo ira bien y esto es sólo momentáneo?! –su voz pasó de un tono monótono a un berrinche a un grito furioso.

–Irene tranquila solo te quiero ayudar... A ti y a tú familia –traté de calmarla– Irene solo debes...

–No, creo que tú debes irte a casa Evak –dijo levantándose– debes ir con tu perfecta familia a tu perfecta casa.

–Me iré, hablamos luego ¿okay? –comenzó a caminar sin escuchar– cuando te hayas tranquilizado.

Volví por la misma calle cuando ya no se veía rastro de Irene, me despedí de Víctor y tomé el mismo trayecto de regreso.

Estaba entrando al barrio donde vivo, al voltear a mirar sobre mi hombro izquierdo vi una camioneta de mudanza frente a la casa que estaba en venta, comencé a alentar el paso y creí que tal vez podría ver a los nuevos vecinos. Vi a una. Una chica, de piel tan blanca como la porcelana anque sus mejillas eran ligeramente rosadas y cabello castaño oscuro, estaba mirando hacia el cielo con los ojos cerrados (quizás solo respiraba), en eso abrió los ojos, eran Como el mercurio, es decir, en realidad eran grises como el color de la plata, pero los colores del cielo de esa tarde hacían que sus ojos se colorearan. Sintió mi mirada y sucedió algo graciosisimo, pero casi se caí, coqueteamos un rato (supongo) y fui a casa.

Rompecabezas de CielosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora