Capítulo VIII

27 4 8
                                    

Querido Dorian:
Me he estado acordando de ti, también mamá. Bueno, no es como si no te recordáramos todos los días. ¿Sabés?, me gustaría que estuvieras aquí para contarte un montón de cosas, para que me llevarás a la escuela a pesar de que yo me quejará diciéndote que ya no soy una niña pequeña, para que te pusieras nervioso cuando te enteraras de mi primer novio (si es que algún día llego a tener) y para que me hicieras reír como siempre lo hacías. Eras más que mi hermano, eras mi mejor amigo. Fue una tragedia que tras tu muerte solo llegarán más infortunios.

Con cariño, tu hermana Danielle.

La mañana del domingo me levanto mi mamá demasiado temprano.

–¡Danielle ya párate que necesitas alistarte para ir al maratón!

–Aja, –bostezo– ya voy... Ya casi me levanto.

Nunca he sido de las personas a las que les cuesta mucho trabajo levantarse de la cama ¡pero ese día era domingo! Lo único que valía la pena era verlo. Me levanté de golpe pensando en él y me mareé tanto que casi choco con la puerta de mi habitación, me bañe rápido, me vestí con la mejor ropa casual que pude encontrar para no lucir ni tan despreocupada ni tan preocupada por como lucía en ella y tome el desayuno con mi mamá. Iríamos junto a la familia de Eli y Evak hasta donde sería la competencia en la camioneta de ellos. Tocaron en la puerta y me asome por la mirilla para ver quien era.

–¡Oh! Eli, que gusto verte –le dije mientras abría la puerta y ella me vio los pies subiendo la mirada rápidamente para clavarla en mis ojos con una ceja levantada– ¿Qué?– pregunte con incredulidad y baje la vista para verme los pies, aún tenía puestas las pantuflas– ¡Joder!

–¡Danielle! Ese lenguaje –asomo la cabeza de la cocina mi mamá para regañarme pero su mirada se detuvo en Eli– Hola cariño, ya casi estamos listas –me recorrió con la mirada analizando lo que usaba y tras fijarse en mi calzado me fulminó con la misma mirada que había hecho Eli hace apenas unos segundos. Las dos me fulminaron al mismo tiempo.

–¡Okay, ya voy, ya voy! –me subí gritando mientras corría por las escaleras y me hacía una coleta rápida con una liga que tenía en la muñeca.

–¿Por qué no subes cariño?, quizás la puedas apurar tú –escuche decir a mi mamá.

–Claro señora Smith –su voz había adoptado un tono tan educado que casi me echo a reír.

–Llamame Griselle, pequeña

Comencé a buscar un buen par de zapatos, pero los que quería llevar este día no se habían secado aún después de lavarlos. Así que saque el resto de los zapatos del closet para elegir unos buenos.

–Oye, tienes que prestarme estos un día –dijo mientras sostenía en la mano un par de zapatillas de tacón color beige con negro con aires retro.

–Solo si te quedan –volteé a ver sus pequeños pies tratando de calcular si mi talla sería lo suficientemente pequeña como para quedarle–. Bien ahora dime qué zapatos se deben de usar en un evento de este tipo, ¿unos tenis casuales están bien o llevo los que uso para hacer deporte?

–Ja ja ja ja, usa unos casuales, total tu no vas a correr ¿o si? –ella estaba bastante consciente de lo perezosa que era para correr– De cualquier forma no creas que es un evento muy formal, mirame a mi –tenia puesto un conjunto que me hizo recordar a uno de los conjuntos para ir al gimnasio de mi mamá, solo que más juvenil.

–Okay, entonces... –terminé de ponerme el tenis derecho– ¡Vamonos!

Mi mamá ya había salido y estaba conversando con la Sra. y el Sr. Wimbler, y junto a ellos Irene se estaba presentando con mi mamá. Su cara de hipócrita me hizo soltar una risita ahogada pero me alcanzo a oír mientras pasaba a su lado para saludar a los Wimbler.

Rompecabezas de CielosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora