Capítulo II

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¿Recuerdas la mayor vergüenza que has sentido en la vida? Bueno, aquí está la mía:

Cuando tenía alrededor de 12 años, me había visto en una situación un tanto... Emm... ¿Cómo decirlo?, ¿"comprometedora" tal vez?, el chiste es que en mi primer año de secundaria no me podía pasar otra cosa más que me llegara mi primer periodo, así es, y no, eso no era lo peor (si eres una chica sabrás lo incómodo que eso es), lo peor fue cuando me la tuve que pasar de un lado a otro de la escuela preguntándole a cada mujer (alumnas y maestras) si no traían una toalla higiénica; se que se hoye bochornoso pero no pensaba quedarme así hasta llegar a mi casa y fue la única opción que tenía.

Finalmente llegué a parar con la consejera McNey que caminaba cerca de donde yo me encontraba, así que le pregunté si tendría alguna toalla higiénica.

-¡Muchacha! ¿acaso nunca te había pasado esto?- dijo gritando como si quisiera que los alumnos del edificio de enfrente se enteraran, y me latió tan fuerte el corazón al pensar que tendría mucha suerte si no la hubieran escuchado los que se encontraban en el salón de al lado-, ¡debes ser mas precavida con tus cosas!

- No, de hecho esta es la primera vez que tengo mi periodo- le dije casi susurrando.

- ¡No se diga más! Ven conmigo ahora mismo- me tomo de la muñeca izquierda, jalandome a lo que yo creía iba a ser su oficina, pero no...

En ese momento llegamos a uno de los salones de tercer año, y la consejera McNey tocó la puerta abriéndola al momento, tenía la esperanza de que llamara a algunas chicas o quizás a la profesora, creo que tenía la esperanza muy en alto.

-¡Hola profesora, tengo algo que preguntarle a usted y sus alumnas- seguía alta la expectativa-, me preguntaba si alguna de ustedes chicas o profesora tendrían una toalla higiénica para esta pequeña que esta a mi lado, sería de gran ayuda que la orientaran a cuidar de sí misma!

Y la esperanza se cayó como un edificio y se ocultó bajo la tierra y yo deseaba escurrirme con ella también, al cabo de aproximadamente 2 segundos la mitad comenzaron a reírse sin poder contenerse, y la otra mitad triunfo en poder disimular o contenerla (aunque tuvieran sus caras rojas como tomates, unos de la risa y otros de vergüenza). No sabía que era peor, que sería quizás recordada por todos como la chica que se vio arrastrada por la consejera para gritarles a todos si tenían una toalla higiénica para mí, o que aún se mantuviera mirándome como si me estuviera haciendo un favor y sonriéndome con sus dientes amarillos y chuecos.

Al ver que no paraban de reír la volteé a ver con cara de pocos amigos y mirada de amenaza; estaba a punto de irme cuando, una chica se levanto y saco de su cosmetiquera una toalla higiénica y me la tendió con mucha amabilidad y una sonrisa en el rostro, y tras ella pararon las risas y cuchicheos. Lo entendí un par de días después cuando me enteré que Jennifer Smith era una de las chicas que le gustaba a la mayoría de los chicos de la escuela y era fácil de creer si tomabas en cuenta su apariencia física; una tez blanca como la porcelana, ojos de miel, grandes y hermosos, y una bella melena ondulada, pelirroja y larga; su amabilidad hacía con las personas y animales; y su inteligencia.

Pero debo de admitir que todo aquel vergonzoso episodio valió la pena si tomamos en cuenta que poco después nos hicimos las mejores amigas, pasábamos el mayor tiempo después de la escuela juntas. Pero no duró tanto como me hubiera gustado, puesto que al graduarse se fue a vivir a Canadá con sus abuelos.

Si te preguntas porque te cuento todo esto es porque tras lo siguiente recordé todo aquello.

Quizás recuerdes a los ojos mas hermosos que he visto. Estos eran unos ojos verde esmeralda que parecían espejo debido a la luz del sol que se reflejaba en ellos gracias a que miraba hacía el cielo, me maravillo tanto el brillo en sus ojos que me asomé más por la ventana sacando una parte de mi cuerpo hasta el trasero, y siguiendo su vista traté de apuntar la mía para ver lo mismo que aquel chico. Sorprendentemente el marco de la ventana por la que me sostenía aún estaba un poco mojada debido a la lluvia de ayer, y debido a esto mis manos perdieron la fuerza con la que planeaba sujetarme y se resbalaron, creí que caería de boca desde mi cuarto hasta la acera donde se encontraban esos hermosos ojos pero de impulso me sostuve con las piernas casi enterrándolas en la pared para NO MORIR!!

Sentí vergüenza deseando que aquel chico no se hubiera dado cuenta de mi penoso accidente que casi termina en suicidio. Después de asegurarme de que mi corazón no se había detenido como acto reflejo, volteé a verlo rápidamente y el ya me observaba con cara de pánico y curiosidad (como se le puede ver a alguien que estuvo a punto de morir frente a tu nariz) y vi que se encontraba en una pose como cuando te preparas para correr , pero esa expresión con la frente fruncida poco a poco se fue suavizando en una dulce mirada de complicidad (creo que debió darse cuenta de mi vergüenza) y una de las esquinas de sus delgados pero poco carnosos labios fue curvandose lentamente en forma de sonrisa hasta que se le marcó uno de sus hoyuelos en lo que pensé era una cara delgada, se transformaron en los cachetes más tiernos. Y no me podía creer que algo así estuviera pasándole a alguien como yo.

Fue ese el mejor momento que había tenido desde que llegué a la nueva ciudad, sin pensar en mis padres, en mi nueva escuela, en nada, estaba por evaporarse. Oí como mi madre subía corriendo por las escaleras hasta mi cuarto.

-¡¿Qué fue ese sonido Danielle?! ¡¿Te pasó algo?!- di la vuelta inmediatamente después de oír su voz- ¡¿Qué fue lo que ocurrió?!- su cara y su tono al hablar lucían como si me hubiera visto a punto de caerme del segundo piso hacia la calle... Y que bueno que no lo vio, porque casi ocurre.

-¿Ah? Oh, eso. Eso fue... trataba de abrir el tragaluz, pero estaba un poco duro y me resbalé tratando de abrirlo- lo dije de la forma más casual y despreocupada que pude actuar.

-Jajaja, ten más cuidado; casi me produces un infarto, no soportaría... Bueno...- oh,oh, no otra vez, no ahora.

- Si, ya entendí. Pero no te preocupes enserio, solo se me resbaló un pie al empujar la ventana del tragaluz

-De acuerdo, pero si necesitas ayuda me llamas para cualquier cosa- creí que "ojos bonitos" ya se había ido llegada a este punto de la conversación- y no tardes mucho aquí que la pizza ya casi está por llegar.

-Si, gracias mamá. En un momento bajo- se dio la vuelta y salió sin cerrar la puerta, seguramente para enterarse de cualquier ruido raro.

Aún recargada contra el tragaluz me puse a pensar sobre muchas cosas de las que te hablaré después, y todo aquello casi me saca de la mente a "ojos bonitos", así que sin esperanza de que siguiera ahí me di la vuelta para seguir mirando el cielo, la calle y respirar el aire, pero el aun seguía ahí. Esto en realidad no me lo esperaba, quizás él había supuesto que era una suicida en potencia o simplemente una chica descuidada y tonta o quizá ambas. Debió de haber notado que mi cara se había tensado, que mis ojos ya no expresaban lo mismo que hace dos minutos y que ya no sonreía, porque desde donde estaba parado levantó el brazo izquierdo para llamar mi atención y llevó sus dedos índices a cada esquina de sus labios para formar una sonrisa a modo de que no pude evitar sonreír, al principio fue forzada pero comenzó a tomar forma al final.

Poco después oí sonar el motor de la motocicleta de la pizzería y mi mamá me llamó a comer. Así que levanté mi mano derecha para llamar su atención, él levantó las cejas sorprendido y abrió los ojos expectante; pero yo solo abrí la palma de mi mano y la agite dubitativamente en el aire a modo de despedida. Estaba a punto de voltearme para ir a comer cuando él se llevó las manos alrededor de la boca formando un megáfono y gritó:

-¡Ha sido un buen día para conocerte! ¡Sonríe guapa! ¡Por cierto, cuidate!- tenía una voz un poco grave pero agradable, como la que quisieras oir susurrandote al oido cosas bellas antes de dormir. Y no pude contener una carcajada al oír todo aquello, no me creía algo tan bueno en un día tan raro, pero era cierto que fue bueno conocerlo y que debía cuidarme.

-¡Fue un placer! ¡Sonríe guapo!- aunque estoy segura que lo oía a diario debía devolverle el cumplido. Y él sonrió tímidamente como lo hace un niño pequeño cuando se avergüenza.

Y aunque me costó trabajo despegarme del tragaluz, fui a comer; porque después de todo era pizza. Creo que mi mamá no debió haber oído nada o si lo oyó le debía de dar la misma incomodidad que a mi sacar el tema.
Nos pasamos hablando sobre lo que haríamos al día siguiente, y sobre mi escuela y.... ESPEREN! CASI OLVIDO LA ESCUELA! No puedo creer que acabo de llegar y ya me quieren matar.

Esa noche tomé un baño caliente de media hora para relajarme y antes de irme a dormir mire por ultima vez fuera del traga luz con la esperanza de volverlo a ver por última vez hoy y asegurarme que era real. Pero por ahora solo podía soñar con aquellos ojos tan bellos como la persona que esperaba que fuera.

Rompecabezas de CielosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora